Carme Chacón en Kosovo |
O de cómo una decisión coherente y legítima puede convertirse en causa de un auténtico desastre.
El día que Kosovo declaró unilateralmente su independencia, el Reino de España ni podía ni debía estar ni un minuto más en la zona del conflicto. El Reino de España, con la presencia de sus tropas, ni siquiera en el marco organizativo de la OTAN, podía dar a entender que aceptaba, como si tal cosa, el derecho de secesión de Kosovo.
Creo que las razones son obvias y no es menester extenderse mucho en su exposición: ¿Con qué cara se presentarían nuestros dignatarios en un futuro ante la comunidad internacional, después de que el gobierno se viera en la tesitura de pasear los tanques por la Concha o la Diagonal, si ello fuera necesario?
Es por ello, que desde el día de marras, el gobierno español, en vez de hacer el canelo con lo de la alianza de civilizaciones, debería haber incluido en su agenda, con carácter preferente, el explicar a sus aliados, en términos que no dejaran lugar a la duda, su necesidad de abandonar el territorio ocupado por sus tropas y que esa decisión se adoptaría cuando la retirada no afectara a la seguridad de los que se quedaran. El gobierno debería haber fijado una fecha razonable, para dar tiempo a los aliados a tomar las decisiones que convinieran a la nueva situación.
Está claro que en las relaciones internacionales los problemas internos se perciben como irrelevantes, si de eximirse del cumplimiento de las obligaciones asumidas se trata. Es por ello, que teniendo el Reino de España un grave problema, motivado por las ansias secesionistas de las clases o castas políticas catalanas y vascas, se acentúa la necesidad de hacer ver a los aliados, por todos los medios a nuestro alcance, que para nosotros es inasumible la secesión de Kosovo y que de ningún modo podemos colaborar a su consolidación.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 22 de marzo de 2009
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