No pasa un solo día sin que aparezcan nuevas muestras de ignorancia o desinterés en el gobierno socialista. Bueno, lo de gobierno es un decir, puesto que sus actuaciones se incorporan con gran mérito al catálogo del caos político. Y en cuanto a lo de socialista, digamos que sólo es una indulgencia auto concedida -similar a la de progresista- que esta pandilla de iletrados malversa de continuo. ¿Socialistas los que no paran de crear desigualdades entre los españoles? ¿Socialistas los que han aplicado las leyes a capricho o las han aprobado con el respaldo de sendas camadas de comunistas y separatistas irredentos?
Serán socialistas, si acaso, al modo como siempre se ha entendido el socialismo en España, es decir, como la quintaesencia del sectarismo. Pero no como se concibe el socialismo o, por mejor decir, la socialdemocracia en ciertos países de Europa, donde posee un marcado acento igualitario -sistema que algunos no compartimos pero sí respetamos- sin renunciar en absoluto a su condición democrática, cuestión no menor si se repara en que el socialismo zapaterino anda muy lejos de obtener otra consideración distinta a la de arbitrista que tiende a lo totalitario.
Veamos dos de esas muestras que entran de lleno en el desinterés por los asuntos de España, claro que también hay quien a una actitud semejante la llama directamente cobardía o incluso algo peor:
La primera preocupación del embajador marroquí en su regreso es Ceuta y Melilla. La noticia es de hace casi un mes. He evitado expresamente comentarla para darle tiempo al Gobierno y que ofreciese una respuesta adecuada. No ha habido tal respuesta. Silencio cobarde ante la provocación de un embajador sobre el que se mendigó su vuelta, incluso por escrito. Es más, el pasado día 1 de febrero, un miembro del Gobierno marroquí, concretamente Jalid Naciri, ministro de Comunicaciones, le pidió voluntad al próximo Gobierno de España para que se resuelva lo de Ceuta y Melilla. Nuevo y vergonzoso "silencio administrativo" del Ejecutivo español, cuando la reacción más acorde a un gobierno que se vista por los pies hubiera sido la de haber sacado una nota de protesta, previa llamada a capítulo al embajador marroquí, en el sentido de que no se consentirá de ningún modo la injerencia del país vecino en los asuntos internos de España. Porque Ceuta y Melilla son y serán ciudades españolas.
Al mismo tiempo que se producía el pusilánime desistimiento ante el déspota Mohamed o sus lacayos, se supo que Buteflika, presidente de Argelia, no contempla reunirse con Zapatero antes de las elecciones. En la noticia difundida el 31-1-08 por el portavoz argelino, se añade el siguiente comentario: "No es viable una reunión al máximo nivel en estos momentos", lo que muestra de forma explícita la frialdad de las relaciones entre España y Argelia, puesto que aquí, igualmente, se ha ido mendigando una cumbre que en circunstancias normales debería haberse producido en el mes de diciembre pasado. Pero no, el Gobierno argelino no sólo rehuye encontrarse con su homólogo español, sino que se dedica a anular importantes contratos con empresas españolas y lo hace como represalia al comportamiento desleal de Zapatero en la cuestión del Sahara.
Nuestros intereses económicos en Argelia son tan importantes o más que los que puedan existir con Maruecos, ¿de dónde procede el deseo de Zapatero para favorecer con tanto descaro a este último país? ¿Es ignorancia, es desinterés o es algo distinto?
Las malas lenguas cuentan que hace varias semanas, en una reunión off de record con periodistas, uno de ellos le formuló una pregunta basada en un viejo chiste. "Señor presidente, qué le parece peor: la ignorancia o el desinterés". Evidentemente, nuestro personaje conocía el chiste y su respuesta fue: "Ni lo sé, ni me importa un pimiento. ¡Je, je, je!".
Se podrá decir que algo así nunca le ha pasado a Zeta, que si acaso es una actitud que puede serle adjudicado a cualquier político. Sin embargo, es exactamente lo que ha venido ocurriendo durante toda la legislatura 2004-2008: Pura ignorancia de Rodríguez respecto a cómo gobernar una nación y mantenerla unida, con ánimo suficiente para afrontar los grandes problemas que cíclicamente nos afectan. Ignorancia admitida en cuanto a la economía, pero generalizada sobre cualquier otra disciplina. Sumándose a ello, para completar el binomio de "virtudes" que le ha caracterizado, un dramático desinterés en los asuntos generales del Estado, que son los que de verdad preocupan a los españoles. Salvo para las cuestiones factibles de convertir en propaganda, destinada a reforzar sus posibilidades de reelección, Zapatero no ha eludido en ningún momento la ignorancia y el desinterés. Si es que lo suyo no se trata de algo más infame.
Autor: Policronio
Publicado el 8 de febrero de 2008
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