Evolución de la familia. Si eres un "progre", lo más probable es que tus hijos estén mal educados. |
Parece que a Doña Beatriz Gimeno, a la sazón Ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales, o sea mucho arroz y poco pollo, y ahora miembra del PLA, Plataforma para la Ley del Aborto, parece que le haya tocado guardia en el cuadrante retro-progresista, a juzgar por su doble presencia en los medios de esa naturaleza, desde donde nos ilustra con su personal e impactante sabiduría progre que, como todos sabemos, es la única que concuerda con tal sustantivo.
Y así, en EL PAÍS, periódico más o menos amigo del gobierno, según la cuenta de resultados actualizada del grupo, se despacha con la siguiente frase progre tipo:
"Siempre he sido consciente de esa desigualdad", dice. Echa la vista atrás y cuenta que cada día le chirriaba que sus padres tratasen de manera diferente a su hermano. "Me encendía cuando mi madre nos decía a mi hermana y a mí 'niñas, poned la mesa', y, mientras, mi hermano leía en el sillón. ¡Y eso que mis padres son progresistas!".
O sea que uno es progresista, lo más in, según la tontuna y estupidez ambiente, siempre y cuando tenga la suficiente caradura, ahora lo llaman credibilidad, para hacerse llamar así y que todos se lo crean, aunque sea más carca que el brujo de Atapuerca y el chófer de Torquemada juntos, con el concurso inestimable de Gallardón, dicho sea de paso y por fastidiar.
Y ya no digamos nada, respecto de lo que nos ofrece en el diario icono de la progresía burra, cuya dirección ejerce con singular maestría ese faro de honestidad, más conocido por Enric Sopena, último topo introducido en el Opus Dei por la progresía antañona, para destruirlo desde dentro.
Se despacha la Señora Gimeno, apellido progresista donde los haya, con lo siguiente, a propósito del enfado que de pronto les ha entrado a los progres, porque la Iglesia cumpla con una de las funciones que justifican su existencia: oficiar funerales, acompañando en el dolor a los afectados por la tragedia.
“porque mi familia, mis amigos y amigas, mis personas queridas y desde luego también yo misma, creemos que pocas instituciones son tan siniestras como la iglesia católica”.
Creo que no incurro en audacia desmedida e ignorante, si digo que seguro que algunos de esos amigos o conocidos, tienen muchas probabilidades de que sea una organización eclesial, a través de sus monjitas o abnegados voluntarios, la que los ampare en el lecho del dolor, provocado por el SIDA, cuando ninguno de sus amigos de relumbrón quiera saber nada del infectado.
Qué asco de progres. Voy a poner los macarrones en la mesa, que el gineceo tiene hambre.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 27 de agosto de 2008
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