Solamente hay una actividad para la que el régimen inmovilista zapaterino cuenta con una alta predisposición laboriosa en la que, diríase, utiliza a sus peones en tres turnos diarios de ocho horas: La maquinación para el diseño de unas leyes tan falsarias como adoctrinantes o propagandísticas, usualmente huérfanas de partidas presupuestarias acordes si esa normativa en cuestión posee algún valor social. Así, las leyes de “Dependencia”, “Igualdad de Género”, “Memoria Histórica”, “Educación para la Ciudadanía”, “Matrimonios homosexuales”, etc., entrarían de lleno en la definición que de ellas se ha hecho: Falsedad, adoctrinamiento o propaganda.
Lo mismo podría asegurarse en relación a determinados decretos que irrumpen con fuerza en la compra descarada de votos, como las ayudas de 210 euros al alquiler de viviendas para jóvenes, que apenas ha llegado a una parte mínima de los solicitantes y encima ha creado la picaresca de un aumento en la misma cuantía del precio de los alquileres, o los 400 euros prometidos en campaña electoral, que finalmente no recibirán los perceptores de las rentas o pensiones más bajas al no habérseles retenido lo suficiente con anterioridad. En resumen, lo que en su momento fueron ventajas pregonadas a los cuatro vientos, siempre en campaña electoral, ahora vemos cómo al desarrollarse los correspondientes decretos ha supuesto que para la inmensa mayoría de los españoles, o los más necesitados de ellos, no suponga algo distinto a pájaros volando.
Luego no es que el régimen zapaterino sea inmovilista, que lo es y mucho, sino que además es esencialmente regresivo y empobrecedor, dispuesto siempre a ahondar la diferencia de clases a fin de resucitar a buena parte de ese proletariado que necesita angustiosamente para asegurarse la fidelidad de sus votos. Una España de abundante clase media, como fue el objetivo del franquismo a partir de la ideología falangista y tradicionalista, jamás votaría tan masivamente a la izquierda de nuestros días, anclada ranciamente en la lucha de clases a partir de las “ideas” de un líder que confiesa sentirse “rojo”. Es más, como a los zapaterinos no les será posible proletarizar o adoctrinar con la suficiente velocidad a los españoles, anuncian ya una reforma de la ley electoral que incluirá en el censo, no tengo la menor duda de ello, a varios cientos de miles de emigrantes descamisados, auténticas brigadas de reserva del voto socialista. Unas brigadas encabezadas por los musulmanes, de ahí la igualmente farsante y propagandística “Alianza de Civilizaciones”, pasto destinado sobre todo al rebaño islámico asentado en nuestro país y que no posee experiencia alguna de haber votado en libertad.
A lo más que me he atrevido hasta aquí es a contrastar lo que para mí constituyen dos realidades de dos regímenes muy distintos, ambos inmovilistas, en uno de los cuales no existió la libertad política —sí en todo lo demás— mientras que en el otro no existe la igualdad ante la Ley. El primero de ellos, el franquista, surgió y se asentó en España tras una larga etapa de caos republicano, que se desarrolló plagada de violencia y crímenes institucionales, luego de una Guerra Civil donde en ambos bandos prevaleció con mucho el odio y la represión, difíciles de calmar en la posguerra, y un terror totalitario que duró otros seis años más y que conocemos como la Segunda Guerra Mundial, en la que ambos bandos contendientes presionaron hasta la saciedad al régimen de Franco. Por si fuese poco, a todo ello le siguió un gran resquemor denominado guerra fría, que abarcó hasta finales de los años ochenta y que concluyó con la caída de la peor pesadilla que ha conocido la Historia: el comunismo soviético.
El segundo de tales regímenes, el actual, surgió de una reforma política no violenta, en una España abarrotada ya de clases medias que había dejado de pasar hambre y dispuesta a concederles numerosos privilegios a ciertas regiones —considerados insuficientes casi de inmediato por los nacionalistas—, lo que sin duda ha motivado la razón principal de que en nuestro país se haya degradando de tal modo la situación política. Una degradación que ha coincidido, casualmente, con la etapa de mayor libertad y prosperidad que el mundo entero ha conocido. Luego no hay excusas externas posibles para que el régimen de ZP se haya echado al monte como lo ha hecho. Tampoco deberían existir, después de siete largas décadas de convivencia, ni el odio ni la arbitrariedad generalizada que hoy los zapaterinos, junto a los comunistas y el separatismo, ambicionan rescatar ley en mano a través de esa imposición revanchista y sectaria conocida como “Memoria Histórica”. En España no existe la pobreza de los años treinta y por lo tanto la lucha de clases no llega ni a excusa válida para chantajear emocionalmente al votante, por muy ignorante que éste sea. Y aún así, por qué será que en numerosos aspectos el régimen de nuestros días me parece mucho más dañino e inmoral que el anterior para el conjunto de los españoles. Y desde luego mucho más incierto.
Tras el franquismo, en España se dio la Transición. Como consecuencia de ello, además de abrirse las urnas se pasó al chisporroteo de los caprichos y las exigencias nacionalistas o antisistema, que, reitero, son las que nos han conducido a este callejón sin salida en cuyo lado opuesto sólo se entrevé el abismo. ¿Qué deberá suceder en nuestra nación, de seguir ésta en pie algún tiempo más, una vez que haya sido expulsado de nuestras vidas el nocivo régimen zapaterino? Reconozco que no soy capaz de contestar a mi propia pregunta. Sí puedo exponer, no obstante, lo que me gustaría que ocurriese: La desaparición del “Estado de las Autonomías” en favor de otro tipo de descentralización administrativa basada en los ayuntamientos o a lo sumo las provincias. ¡No soy nada optimista, me temo que no veré algo así!
Autor: Policronio
Publicado el 18 de junio de 2008
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