Con palabras que entienda, claro. O sea, que si me levanto bien tempranico, hago lo que puedo de la casa sin molestar, más que nada, para que mis chicas pequeñas duerman lo justo y necesario, voy a la tienda de al lado a por provisiones para un desayuno especial, como especial es el día, y lo preparo con todo el cariño del mundo, soy la hostia liberal.
Si después de preparar el desayuno y ya con la niña grande en pie, rematamos las faenas del hogar y conmino a las peques a ponerse guapas para ver la procesión del borriquillo, soy un nacional-católico a lo bestia y nada liberal.
Si de vuelta de la procesión del borriquillo, preparo la comida, mientras mi esposa atiende a sus padres, sirvo aquélla, recojo la cocina con la ayuda de mis peques, soy la hostia liberal.
Si tras la obligada siesta me llevo a las peques al balonmano, ¡Aupa Ciudad-Real!, y me regodeo, lo justo, con la contemplación de las animadoras que nos ha puesto el club para tan especial evento, soy un redomado retrógrado-machista, nada merecedor de la etiqueta liberal.
Si después del partido reparto a mis peques por los distintos lugares en que han quedado con sus pandillas, soy un papi liberal.
Si tras el reparto recojo a mi guapísima esposa y nos recorremos el centro siguiendo la procesión del Cautivo, de cuya Hermandad somos cofrades, soy un católico exhibicionista.
Y si después de todo ello y tras una cena fría, preparada por el que suscribe, mis niñas, grande y pequeñas, se ponen a ver la tele, mientras yo hago el tonto con el ordenador, que me digan que etiqueta merezco.
Y para terminar, la soflama. Escribo en Batiburrillo porque quiero y me dejan. No soy nacional-católico, imposible habiendo estudiado con los Jesuitas, ni siquiera católico del todo, aunque sí cristiano. Estoy convencido de que el mercado es el mejor mecanismo de asignación de recursos y el mejor motivador de la creatividad humana. Defiendo la existencia de un Estado mínimo, fuerte a la vez, y simplemente garantista. Estoy convencido de la existencia de una normatividad objetiva, que no debe ser infringida, ni siquiera a propósito de las veleidades de la voluntad "general". Y si ésta es contraria a aquella normatividad objetiva, adopte la forma que adopte, merecerá todo mi reproche, sin perjuicio de su acatamiento momentáneo.
Y por último, estoy dispuesto a partirme la cara con cualquiera que mínimamente insinúe que la mujer es inferior al hombre y que no es merecedora de los mismos derechos.
Quiero que me hagan el carnet con la Dolorosa del Perchel de fondo y Jesús Cautivo en el reverso y con una oración para la salvación de los izquierdistas descarriados.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 17 de marzo de 2008
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