Izquierdistas, como Joaquín de Grado, repartiendo prensa obrera en la Puerta del Sol, durante la caótica etapa republicana. |
Presentación
Joaquín de Grado fue un joven comunista, de carácter pendenciero, que vivió en la etapa de la II República y que a causa de un disparo murió poco antes de que se produjera el Alzamiento y estallara la Guerra Civil. La izquierda atribuyó su muerte a un militante falangista, atribución que debidamente aireada sirvió para convertir a De Grado en todo un mártir y para usar su cadáver a modo de una nueva bandera propagandística que enarboló durante bastante tiempo, propaganda que incluso llega hasta nuestros días.
El PCE de antes de la Guerra Civil, ya de obediencia estalinista, era un partido menor, casi residual, que contaba a su favor con amplios recursos económicos aportados por la Komintern o Tercera Internacional, siempre bajo la férula de Moscú, pero que en el transcurso de nuestra etapa bélica llegó a convertirse en la formación más importante de cuantas integraron el Frente Popular, hasta el extremo de absorber a las juventudes socialistas, que denominó Juventudes Unificadas y dirigió Santiago Carrillo, y también a buena parte de la UGT. Además, el PCE logró influir decisivamente, mediante los asesores rusos, los comisarios políticos y su infiltración en el Ejército rojo, en cualquier estamento del Estado, incluida la Presidencia del Gobierno, para la que finalmente aupó al cripto-comunista Negrín, teórico socialista que no dudó en enviar incondicionalmente a Rusia, cuando fue ministro de Hacienda, todo el oro y la plata del Banco de España.
Ya entonces los comunistas españoles, igual que los socialistas, usaron ampliamente a su favor cualquier circunstancia que les conviniera, fuese cierta o no, tanto si los hechos se habían producido de un determinado modo como si había que inventarse esos mismos hechos o deformarlos. El ejemplo más llamativo fue la enorme campaña de falsedades, a propósito de la supuesta represión en Asturias, usada para desprestigiar al gobierno de la derecha y así calentar los ánimos con vistas a la formación del Frente Popular. A una escala menor, en nuestro tiempo se ha visto un comportamiento semejante en las numerosas manifestaciones del “No a la Guerra, “Nunca Mais” o el Yak 42, entre otras. Asuntos para los que nada contó la voluntad del Parlamento o la gestión del gobierno de Aznar.
Los izquierdistas fueron maestros de la propaganda y siguen siéndolo, condición que adquieren los partidos políticos cuando carecen totalmente de escrúpulos. Por eso la derecha democrática, tanto la de la II República como la de ahora, jamás podrá igualar semejante maestría en la difusión de tanta falsedad como usa la izquierda. Es cuestión de estómago o conciencia.
Pues bien, en un artículo muy interesante insertado en Batiburrillo el 22 de febrero de 2007 y titulado “La muerte de Joaquín de Grado”, un testigo presencial de aquel hecho, don Rogelio Latorre Silva, narra su interpretación de lo que pudo ver. A raíz de ese artículo, se produjeron diversas intervenciones. Una de ellas, la de don Ricardo Fernández Coll, cuya información complementaria ha motivado en el señor Latorre, a su vez, la elaboración de un nuevo artículo donde expone sus posibles discrepancias y coincidencias con la anotación del señor Fernández. Pero lo mejor de la nueva entrega de don Rogelio es la formidable hipótesis que formula al final y que, a propósito de la propaganda izquierdista, encaja como una pieza de gran precisión en todo este puzzle de la muerte de Joaquín de Grado.
Los verdaderos amantes de la Historia, especialmente de la verdad histórica, no deberían perderse esta joya de artículo que nos remite el señor Latorre. Recomiendo que se lea detenidamente hasta el final. A más de uno le abrirá los ojos, como a mí me ha sucedido, de ahí que me sienta orgulloso de prologar el trabajo de mi buen amigo don Rogelio Latorre Silva.
Policronio
Joaquín de grado, nueva hipótesis
Dando un repaso a Batiburrillo, he encontrado un comentario fechado en 04-06-08, de don Ricardo Fernández Coll a mi Contribución “La muerte de Joaquín de Grado”, publicada el 22 de febrero de 2007. Como es natural, e indudablemente el señor Fernández Coll así lo manifiesta, sus fuentes han sido de segunda mano, pues no tenía posibilidad de obtenerlas de otra forma. Sin embargo, creo que me ha abierto la mente a una hipótesis no descabellada sobre la muerte de Joaquín y que hace encajar episodios carentes de ilación con la sola información que yo tenía. Cuando escribí mi primer artículo sobre el tema, nada había leído en la prensa sobre el hecho. Me limité a relatar lo visto y oído. Pero siempre tuve la sensación de que el desarrollo del asunto estaba cojo; que muchas cosas no cuadraban.
Ratifico mi escrito de 22-07-2007, que en lo fundamental concuerda con la exposición del señor Fernández Coll, pero como existen algunas discrepancias entre su texto y el mío, remito esta nueva “Contribución”, complementaria de la anterior e inspirada en el relato de dicho señor, por si los editores de Batiburrillo creen interesante su publicación. Por ello, expongo el resultado del análisis de los dos escritos (el del señor Fernández Coll y el mío). Las concordancias o discrepancias que existen entre ambos las hago patentes en la forma más breve posible. Lo que figura entre paréntesis y en negrita es observación mía, pues así es como informé yo. La parte en cursiva corresponde al señor Fernández Coll. El subrayado dentro de las cursivas lo practico para resaltar mi discrepancia en esas frases.
1.- Comentario a sus apartados (a), (b) y (c), deducidos de la prensa del 31 de agosto:
1.1.- Concordancia total en: “Queda completamente claro que los dos (y solo dos) repartidores de hojas nacional-sindicalistas (y no vendedores de FE), al ver la actitud de un grupo numeroso de gente que, en actitud hostil, se dirigían a ellos, optaron por huir del lugar”. En todo concuerda con mi escrito, como concuerda lo que en él afirmo más de una vez: “no pudo haber ninguna clase de enfrentamiento”. Como puede advertirse, nuestras versiones coinciden en lo sustancial y son distintas a las que, en Internet, publican las personas afectas a las izquierdas.
1.2.- Posible intervención de las juventudes socialistas: es indudable que la gestación de la agresión a los falangistas tuvo lugar en el local del Radio Comunista de Cuatro Caminos (calle de los Artistas, que se inicia en la Glorieta de Cuatro Caminos) y de él salió el primer conjunto de agresores, capitaneados por Joaquín. Pero, en origen, no creo fueran más de una docena de personas. Sobre la marcha se agregaron otros elementos, hasta engrosar el grupo de 40 a 50 que llegó a alcanzar y que, probablemente, en su mayoría serían socialistas. El Partido Comunista Español tenia pocos, muy pocos afiliados. Como pocos eran sus simpatizantes hasta la secesión de las Juventudes Socialistas, encabezada por Santiago Carrillo. Desde luego que la organización del duelo oficial corrió a cargo del PCE, por pertenecer a él de Grado.
2.- El señor Coll, basándose en la información periodística, escribe:
2.1.- Tomado del diario El Sol: “Dos repartidores de manifiestos de Falange Española, huyen al creerse perseguidos, suenan varios disparos y cae muerto uno de los perseguidores”. Los falangistas tenían la certeza de que iban a ser atacados, no sólo la creencia. No es posible opinar de otro modo al ver desembocar en la glorieta de Cuatro Caminos al ya numeroso grupo de agresores procedente de la calle de los Artistas, que capitaneados por de Grado iban vociferando amenazas de linchamiento. Como el sufrido unos días antes por Juan Cuellar en El Pardo, lo que les despejó cualquier duda a los falangistas acerca del destino que les aguardaba si los hubieran alcanzado. Ver aparecer al grupo profiriendo amenazas e iniciar la huida, todo fue uno.
2.2.- Sin indicar procedencia, tal vez del mismo periódico El Sol: “Un poco antes de las siete, en la calle de María de Guzmán, se oyeron varios disparos que causaron gran alarma en la barriada. Los vecinos de las casas más próximas al lugar del hecho salieron a la calle y vieron, a pocos metros de la esquina de la citada calle y la de Alenza, a un hombre que arrojaba sangre por la cabeza. También a unos grupos de individuos que se dispersaban y huían en distintas direcciones”. Estoy de acuerdo con la hora, pero no con:
2.2.1.- Lo de “varios disparos” no parece posible. Fue un único disparo. Siento profunda extrañeza de la afirmación de que “se encontraron tres cápsulas disparadas”. Yo oí un solo disparo. Cuando éste se produjo, los atacantes estaban a unos 15 o 20 metros del falangista, en un grupo bastante compacto encabezado por Joaquín. En su carrera, nadie cayó al suelo, ni Joaquín, ni el falangista, ni ninguna otra persona. Si la distancia hubiera sido de tres metros (es a la que dicen que Joaquín recibió el disparo), la masa de atacantes no hubiera podido detenerse por la inercia del movimiento, y más siendo cuesta abajo, porque los de cabeza tapaban la visión a los que iban detrás. Todos corrían cuanto podían. Y en tal circunstancia hubieran arrollado al falangista, que en el momento del disparo estaba parado.
2.2.2.- Tampoco es real que Joaquín hubiera sido herido esquina a la calle de Alenza. Lo fue en la calle de María de Guzmán, a la altura de la mitad de la manzana del Colegio de los Sagrados Corazones, en la acera de los pares, a una distancia entre 80 y 100 metros de la esquina con Alenza y, por tanto, no en la esquina de ambas calles. (Como consecuencia del escrito del señor Coll he ido a medir la distancia, sobre el terreno. Tengo referencias que me han permitido hacerlo con un posible error aceptable).
2.2.3.- Tampoco hubo grupos que corrieran posteriormente. El único grupo que había era el capitaneado por de Grado, cuando éste cayó alcanzado por el disparo todos se pararon y permanecieron en el lugar, rodeando al herido. No habían transcurrido dos minutos después del disparo, cuando se inició el traslado de Joaquín a la Casa de Socorro de Cuatro Caminos. La persecución de los falangistas, que se había producido en medio de una gran algarabía, cesó; ni uno solo continuó en ella y se produjo un silencio absoluto. Cuatro o seis componentes del grupo se dedicaron a transportar el cuerpo de Joaquín a la Casa de Socorro. El resto a escoltarlos, manteniendo su impresionante silencio. Pero ninguno huyó, ni el grupo se dispersó. No es cierto que tres hombres, “en solitario”, se acercaran al caído y lo trasladaran a la Casa de Socorro. Tampoco había más casa próxima al lugar del hecho que la mía, la única edificada en la acera de los impares, entre Santa Engracia y Alenza, pues el resto eran solares. Como asimismo sucedía entre Bravo Murillo y Santa Engracia. La acera de los pares era, como ya he dicho, el recinto del convento del Sagrado Corazón.
2.2.4.- En el momento que sonó el disparo, Joaquín y el falangista estaban dándose frente uno al otro. El falangista parado y Joaquín corriendo. Al primero yo lo veía de frente y al segundo de espaldas. Puede ser que éste, al ver el arma, girará la cabeza. No pude apreciarlo bien. Pero me parece imposible que la girara tanto como para que el proyectil entrara por la región cervical y saliera por el maxilar. Lo que si es seguro es que lo recibió estando de pie y que la cantidad tan tremenda de sangre que iba perdiendo por el camino, a borbotones, parecía que brotaba del vientre, a través de la camisa (llevaba pantalón y camisa, esta suelta). Por ello, sería interesante saber si alguna de las informaciones que figuran de la autopsia (entrada por la región cervical y salida por el maxilar) la ha obtenido el señor Coll del informe médico original, o todas han sido tomadas de periódicos. En este último caso, nada de particular sería que fuera elucubración de los periodistas, para “hinchar la noticia”. A falta de la autopsia oficial, hay una variedad de informes que la sustituyen, pues incluso se dice que el proyectil no tenía orificio de salida. Y, para rizar más el rizo, el informe que da “ABC” de la autopsia es “que la bala salió por el primer molar de la izquierda”. Considero que es imposible que un proyectil que atraviesa desde la región cervical hasta la maxilar, a la que llega deformado por el impacto, arrastrando trozos de hueso y masa orgánica, alcance en su salida solo a un molar. Sí creo que confirma que cada una de las noticias publicadas fue redactada e hinchada a juicio del periodista autor de ella, aunque es común a todas: “entrada por la región cervical y salida por la maxilar”.
3.- Los falangistas emprendieron la huida desde Cuatro Caminos, por Santa Engracia, hacia la Glorieta de la Iglesia y al llegar a María de Guzmán se desviaron por ella, tal vez con la esperanza de que la cuesta abajo que hace esta calle les favorecería la huida (también favorecería a los perseguidores). Y bajando a lo largo de María de Guzmán, tras el disparo, fueron a embocar Alenza. Y no al revés, como se indica en algunos párrafos.
4.- Como ya dije en mi colaboración original, nunca supe qué pudo ocurrirle al falangista que iba en cabeza, de los dos que huían. Puede ser cierto que lo detuviera un portero, pero de ello nada oí. Ni en el momento de los hechos, ni en conversaciones posteriores con falangistas. Por mi parte, creo que no es cierto y lo atribuyo al afán de protagonismo del portero y, sobre todo, al oficio de los periodistas que, como en casos semejantes suele suceder, repito: “hinchan el perro”, y debieron introducir abundantes productos de su cosecha, como se nota a lo largo de los párrafos reproducidos por el señor Coll de la prensa, en los que se advierten que no fue un único periodista el que tal cosa hizo.
5.- El falangista, presunto autor del disparo, no fue detenido ni aquel día ni posteriormente. Como en mi original escribo, meses más tarde me fue facilitado su apellido (creo que también el nombre propio, que no recuerdo) y siempre me extrañó que no fuera arrestado. Lo mismo que llegó a mi conocimiento la información sobre el autor del disparo, siempre supuse que aún más fácil la habría obtenido el policía encargado del caso. Hasta leer el informe del señor Coll, pensé que el autor del disparo tuviera grandes influencias. Algo totalmente subjetivo y sin fundamento real alguno en que apoyarme. O que alguien, con poder suficiente para ello, estuviera “dolorosamente harto” de las salvajadas de los izquierdistas (siempre opiné, y sigo opinando, que obraban al dictado de sus dirigentes) y prefiriera echar tierra al caso. Juan Cuellar, el falangista de la escuadra 24 bestialmente asesinado por los socialistas el 10 de junio de ese mismo año en El Pardo, era hijo de un inspector jefe del Cuerpo General de Policía. Pero la lectura del comentario del Señor Coll ha dado lugar a que surja en mi mente la hipótesis que indico en el párrafo 7.
6.- Notas finales:
6.1.- Pude presenciar el desarrollo de la operación desde un punto de vista dominante y próximo, como era el balcón de mi casa, ubicada entonces en el número 3, actualmente 9, de la calle de María de Guzmán. Era el piso llamado primero, actualmente segundo, en realidad la tercera planta, de acuerdo con la costumbre de aquel tiempo, que se denominaban: bajo, entresuelo, primero, segundo, etc.
6.2.- El falangista que huía en cabeza era delgado y más alto que aquel al que se atribuyó el disparo. Éste y Joaquín de Grado eran de corpulencia y altura semejante, tal vez con más apariencia atlética Joaquín.
6.3.- Cuando escribí mi Contribución: “La muerte de Joaquín de Grado”, no hice ninguna consulta en la prensa de la época. Solo busqué en Internet, para refrescar la información que recordaba de las versiones de afectos al Frente Popular. Ahora tampoco.
7.- HIPÓTESIS SUGERIDA POR EL RELATO DEL SEÑOR FERNÁNDEZ COLL:
Existe la posibilidad, ya apuntada en los escritos recopilados por dicho señor, de que a Joaquín lo matara, involuntariamente, un disparo efectuado por sus propios secuaces. Entonces sí encajarían y serían admisibles muchas de las informaciones publicadas, como son: la corta distancia entre agredido y agresor; que el disparo entrara por la nuca y saliera por un maxilar; que se efectuara desde un plano superior al que se encontraba Joaquín, plano superior facilitado por la cuesta que forma la calle de María de Guzmán. Como también explicaría el hecho de que el grupo de izquierdistas, desconcertados ante semejante desgracia que debieron advertir ocasionada dentro de las propias filas, se parasen y desistieran de linchar al falangista. Ya que en el caso de que Joaquín hubiese sido muerto por el perseguido, de acuerdo con la idiosincrasia de aquellos izquierdistas, mayor debería haber sido su deseo de atraparlo y matarlo. Y en cuanto a que a mí me pareciera que la sangre manaba del vientre, no deja de ser una impresión; no una certeza.
Desde luego, el falangista se paró y, apoyado contra el farol, se volvió dando frente a los agresores. Estaba solo, frente al grupo de asaltantes y a su espalda nadie. Pude ver que se llevaba la mano a la cintura y pensé que lo hacía para extraer un arma, pues era donde falangistas y socialistas las llevaban. Oí un disparo, uno solo y se lo imputé a él, aunque no pude ver el fogonazo ni, entonces, pensé en la posibilidad de verlo o no verlo. Tal vez la parada del falangista se debiera a que rendido por la fatiga, como se le notaba, renunciaba a la huída y pretendía exhibir su arma para que los otros desistieran de perseguirle. Y, si el disparo tuvo su origen en una pistola comunista, yo no podía ver la llama del disparo. Tras caer de Grado, ante la confusión que se apoderó del grupo perseguidor, el falangista reaccionó y siguió huyendo hasta llegar a la calle Alenza y perderse por ella. Los perseguidores estaban anonadados. Me pareció inconcebible su pasividad y califiqué de cobardía, tal vez erróneamente, al hecho de que no continuaran su persecución. Si el disparo procedió de uno de ellos, su efecto, por muy involuntario que fuera, debió dejarlos desconcertados. Y si esta fuera la versión cierta, justifica sobre todo la pasividad de las autoridades. Imputar el hecho a los mismos comunistas hubiera supuesto un gran rechazo entre los izquierdistas. Estos tenían su “asesinado por los fascistas”. Y ya que había sucedido deseaban mantener esa versión y explotarla a conciencia. Para el Gobierno, mejor era no meterse en más averiguaciones, con lo que ambas partes quedaron satisfechas al no tener que remover más el asunto, pues los gobiernos, más aún si son de “derechas”, como era el de aquellos días, suelen adoptar posturas cobardes para complacer a la masa y tenerla tranquila, cueste lo que cueste. Quien no estaría tranquilo, sería el falangista y puso tierra por medio. No por temor a la Policía, puesto que no fue el autor del disparo. Sí a los comunistas que, tal vez, quisieran vengar en él su error al haber sido ellos mismos los matadores de Joaquín.
Agradezco a don Ricardo Fernández Coll su amplio comentario. Doblemente, pues gracias a él he tenido conocimiento de informaciones por mí ignoradas.
Presentación: Policronio
Autor: Rogelio Latorre Silva
Publicado el 26 de junio de 2008
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