Este tipo de letreros que apelan al crimen hace años que abundan en las calles vascas. Y lo que es peor, no parece que nadie se moleste en quitarlos. |
He asegurado en varias ocasiones que en las Provincias Vascongadas no existe la democracia. El hecho de que la comunidad disponga de un Parlamento propio y se vote periódicamente no enmascara la falta de libertad política, condición imprescindible para que en un territorio se dé la democracia. No estaría de más recordar, al efecto, que en las tiranías contemporáneas, como puedan ser las que existen en Cuba o Marruecos, por ejemplo, o en los ya extinguidos regímenes comunistas de la Europa oriental, URSS incluida, igualmente se venía practicando el paripé de las votaciones periódicas.
Una nueva encuesta del gobierno vasco viene a demostrar mi impresión de la falta de libertad y democracia en ese territorio. Según dicha encuesta, 3 de cada 4 ciudadanos vascos no se sienten libres para hablar de política con todo el mundo. Si a esa encuesta le sumamos las opiniones de los más de 200.000 exiliados vascos que el régimen nacionalista ha ido expulsando, probablemente estaríamos hablando de unos números que rebasarían ampliamente el 80%. Dígase, pues, si es posible considerar democrático a un régimen como es el del PNV, tan poco propenso a custodiar las libertades, a pesar de unas elecciones que por el momento no pueden impedir y desde luego en esas provincias están destinadas a cubrir las apariencias. Lo que de inmediato debería llevarnos al convencimiento de que cualquier referéndum de autodeterminación como el planteado por Ibarretxe, además de ilegal, no se celebraría en las condiciones adecuadas. Claro que, pensándolo bien, tampoco hubiese pedido nadie ese referéndum si a la dictadura franquista no le hubiese sucedido de inmediato otra de índole nacionalista que se ha encargado durante estas décadas de ir “preparando al personal” para una nación de diseño que jamás existió.
Y ya que cito al régimen franquista, cabe recordar que igualmente echó mano de unas elecciones a procuradores, supuestamente libres respecto el denominado “Tercio Familiar”, así como de unos cuantos referéndums destinados a que la población se pronunciara sobre lo que se denominó “Leyes Fundamentales del Reino”. Había que lavarle la cara a lo que no fue más que una dictadura personal de un individuo muy receloso y escarmentado (1) de cualquier etapa democrática que se hubiese vivido en España, lo que quizá le impidió reparar en que de haberse presentado libremente a unas elecciones probablemente las hubiera ganado. Hablo de la dictadura franquista, o si se quiere dictablanda, como la han denominado los que, por comparación, precisan diferenciar el franquismo de otros regímenes mucho más despóticos y fariseos, por ejemplo el vasco, ya que los franquistas al menos no presumían de demócratas ni de régimen oprimido, como hacen los de PNV.
(1) Según comenta Pío Moa en su extraordinaria obra “Los años de Hierro”, Francisco Franco fue un personaje formado en el clima liberal de la Restauración, que en 1930 se había mostrado propicio a una “democratización en orden” y opuesto a cualquier dictadura. Pero cinco años de República plagados de rebeliones y abusos le habían llevado a descartar la democracia. A Franco se le atribuye la siguiente reflexión: “Desde septiembre de 1833 a septiembre de 1868 […] en 35 años, 41 gobiernos, dos guerras civiles, la primera de 6 años; dos regencias y una reina destronada; tres nuevas constituciones; 15 sublevaciones militares, innumerables disturbios, repetidas matanzas de frailes, saqueos, represalias, persecuciones, un atentado contra la reina y dos levantamientos en Cuba”. Los 34 años siguientes habían traído: “27 gobiernos, un rey extranjero que dura dos años, una república que en 11 meses tiene cuatro presidentes, una guerra civil de 7 años, diversas revoluciones de carácter republicano, sublevaciones cantonales, una guerra exterior con los Estados Unidos y la pérdida de los últimos restos de nuestro imperio colonial, dos presidentes de gobierno asesinados y dos nuevas constituciones. Tras la dictadura de Primo de Rivera, en poco más de 5 años hubo dos presidentes, 12 gobiernos, una constitución constantemente suspendida, repetidos incendios de conventos e iglesias y persecuciones religiosas; 7 movimientos de perturbación del orden público, una revolución [social]-comunista en 1934, el intento de separación de dos regiones y el asesinato, por orden del gobierno, del jefe de la oposición. El balance no puede ser más desdichado”.
Autor: Policronio
Publicado el 26 de marzo de 2008
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