Zapatero y Rajoy. |
Una de las frases más interesantes que últimamente le he oído a Mariano Rajoy es esta: "Seré un presidente predecible", lo que a mi juicio significa nada menos que poseerá fiabilidad y rectitud, es decir, las máximas cualidades que pueden pedírsele al político de mayor rango en nuestra patria. Y la verdad es que no me extrañaría nada que fuese así cuando Rajoy presida el Gobierno de España, previsible y fiable, porque nos las habemos ante un hombre con gran experiencia, no menos preparación técnica y la sobriedad necesaria para no coger atajos políticos que encizañen la vida pública.
Una personalidad como la de Mariano Rajoy, que además posee el correspondiente plus de galleguismo reflexivo, tan necesario a la hora de las decisiones más trascendentales, es la que le confiere ese generoso haz de atributos, casi todos ellos positivos, como para llegar a ser un magnífico gestor de los asuntos públicos que de verdad interesan a los españoles, que es otra de sus frases preferidas. Sí, creo que el jefe de los populares se convertirá en nuestro primer presidente de comportamiento suizo, lo que supone un gran elogio para él sólo con reparar en la calidad de vida de los helvéticos.
Frente a un hombre predecible y fiable como es Mariano Rajoy, al otro lado de las opciones políticas mayoritarias se encuentra un sujeto de personalidad antagónica y voluble al que no sin bastante desprecio se le conoce como ZP; es decir, ante la autenticidad y la mesura de Rajoy, destinada a todos los españoles, Zapatero ofrece una trayectoria de farsa y caos que sólo pretende beneficiar a los de su cuerda o a los que necesita para atarse al poder, como se ha demostrado a lo largo de toda la legislatura. Bastaría citar un par de ejemplos: Su incumplimiento del programa electoral en relación al terrorismo etarra, que de reafirmarse en el cumplimiento estricto de la Ley de Partidos ha pasado a negociar con los criminales, y su echarse al monte respecto a la igualdad de todos, convertida en arbitrariedad paradigmática mediante una simple mirada al nuevo estatuto de Cataluña.
La condición de farsante y anárquico es lo mínimo que puede serle atribuido a quien con tales galones intenta que los españoles le avalemos para otros cuatro años de no se sabe qué. Mejor dicho, sí se sabe, porque incluso el propio caos que representa un politicastro de semejante jaez, plagado de desbarajustes y caprichos, no deja ser una actitud predecible que iría a peor si se considerara refrendado. No, la sociedad española no debe otorgarle a Zapatero un nuevo cheque en blanco. Ahora ya lo conocemos y sabemos en qué se gasta nuestros cuartos y en qué malversa nuestra libertad y valores. Lo dijo Epícteto: "El hombre sensato debe esperar siempre de los perversos mayor daño del que le infieren". Luego es preciso que la sensatez que uno posea, virtud esencial a la hora de escoger el voto, le lleve a descartar con rotundidad darle una segunda opción a quien ha venido a ser tan tornadizo como desleal, tan incompetente como presumido de lo contrario.
Autor: Policronio
Publicado el 1 de febrero e 2008
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