sábado, 11 de agosto de 2018

El Trabajo en el Programa Electoral del PSOE

El príncipe azul desmontó, fijó los ojos en aquellas lejanas torres del reino de su amada y se dijo: “Quiero dejar constancia, para entretenimiento de mis súbditos y guía de futuros paladines, de todas las maravillosas experiencias que he vivido en compañía de dragones, enanos, grifos y hadas”. Luego agarró una pluma de oca y comenzó a escribir el Programa Electoral del PSOE. Algo así ha debido suceder para que, tras repasar las propuestas del partido del Gobierno, uno tenga la sensación de haber compartido con Peter Pan algún vuelo estratosférico.

Desde la carta de presentación del Presidente Zapatero, a quien no me resulta difícil imaginar intentando coser su propia sombra a las zapatillas, hasta la inopinada afirmación de que "los socialistas promocionarán y defenderán la presencia de la lengua española y de contenidos en español en los medios nacionales, europeos o globales (...)" (pág. 313 del Programa), que seguramente fue redactado mientras José Montilla ejercía de invitado en una cacería de los niños perdidos. Todo empuja al lector a sumergirse en un mundo de evasión, vaporoso, inundado de buenos sentimientos.

No hablamos ya de propuestas descabelladas, que como veremos más adelante las hay y bien abundantes. Hablamos de la incapacidad para definir los objetivos de tales propuestas. Por ejemplo, el de una mejora de la calidad del trabajo (pág. 24). Este es, desde luego, un objetivo loable; o lo sería si tal calidad dependiese de algún modo de la iniciativa del legislador, o incluso del trabajador. Pero resulta que en nuestro mercado de trabajo el empleo depende exclusivamente de las necesidades de la empresa. Por eso se han visto obligados a usar bonitas frases llenas de buena voluntad pero de vacío contenido; medidas dirigidas esencialmente a costear con dinero público pequeños parches que crean una falsa ilusión de mejora de la calidad. En lugar de favorecer la agilidad de la contratación, algo que también favorecería al mercado dotándolo de la elasticidad necesaria para que se produjese dentro de él una competencia en busca de la excelencia, se insiste en las conocidas políticas que ponen a la empresa en la disyuntiva de una contratación que, de producirse algún error en el cálculo temporal o de producción, lastraría su desarrollo. Y más en tiempos de desaceleración; situación que para este Programa "Mágico" sencillamente no existe.

En cualquier caso parece ser que la mejora de la calidad del trabajo depende exclusivamente de la protección social. Pero eso no es calidad del trabajo: eso es calidad de la protección social.

Se habla también de la igualdad en el mercado de trabajo. De las mujeres, se entiende. Pero tal mercado de trabajo se pretende basado en la igualdad y la no discriminación. Más confusión. No es el mercado de trabajo el que debe basarse en la igualdad; el mercado de trabajo es en sí, precisamente por su carácter de mercado, igualitario. Y al mismo tiempo profundamente discriminatorio. El mercado no entiende de sexo o color, entiende de rentabilidad y conveniencia. No se puede actuar sobre el mercado de trabajo con una ley orgánica (pág. 29) e insistir luego en que ese nuevo medio condicionado e intervenido por el Estado para favorecer una determinada inclinación sigue siendo un mercado de trabajo. No es ya un mercado de trabajo, es una plataforma de promoción de la protección social. Sucede después que el tal mercado se levanta por la mañana, se mira al espejo, no se reconoce y, consecuentemente, decide tirarse por la ventana. 

Proporcione usted los mimbres para una enseñanza de calidad y podrá observar cómo aquellos que optan a un trabajo, independientemente de ser hombres o mujeres, son mimados, considerados y promocionados dentro del mercado de trabajo, en un ajuste natural que no considera a las empresas, al menos no a todas, como incapaces de seleccionar por sí mismas al personal. De esta situación no dude que sabrá aprovecharse la mujer, al menos tanto como la empresa, y, por extensión, España.

Es la desconfianza, presentada como hemos visto mediante una confusión de términos y objetivos, la que impregna el Programa Socialista. Es la desconfianza en los medios propios, en los ciudadanos, a quienes no se considera capacitados para enfrentar sus problemas (curiosamente por los mismos que hacen un diagnóstico delirante de tales problemas). Es la desconfianza en la libertad de elección, sea de los trabajadores, sea de las empresas, sea de las relaciones que se establezcan entre ambos, dentro de un acuerdo mutuo y consentido. Es la desconfianza en la capacidad de las mujeres, revelándose como el último verdadero bastión de la discriminación en España, que por medio del paternalismo gubernamental da a entender que hay algo de cierto en esa supuesta incapacidad para alcanzar al hombre en igualdad de condiciones.

El PSOE pretende un mundo imposible a partir de otro mundo que nunca ha existido. Este, sin embargo, no es el País de Nunca Jamás; aquí la gente crece, madura, se supera y deja de creer en fantasías sin sentido. O debería hacerlo. 

A no ser que echen a volar para que lo veamos todos. Y no nos referimos a los vuelos a las rebajas de Harrods, precisamente.

Autor: A. Chacón (Firmas invitadas)
Publicado el 7 de marzo de 2008

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