Tótem de la secta maléfica conocida vulgarmente como la PSOE. |
Más de un lector de Batiburrillo se estará preguntando qué clase de “blogger” me considero, con perdón, como para dedicarle tanto espacio a opinar acerca de la izquierda y especialmente de su caótico tótem: ZP. Y además sin dejar de lado a toda la parentela antisistema o sedicentes intelectuales y artistas con los que este sujeto se revuelca entusiasmado. Unos y otros son primos ideológicos o de intereses comunes, y así debe entenderse, entre los que el nacionalismo —aquí sí que son iguales todos los políticos— viene a ser el miembro más depravado de una casta con acusada vocación liberticida. Pues bien, la respuesta a esa hipotética pregunta sería sencilla: me considero ante todo un demócrata y un patriota, y desde luego no olvido que estamos en vísperas de unas elecciones generales que acaso marquen un antes y un después en el destino de la España de siempre que muchos amamos. ¡Nada menos!
En esa línea patriótica considero que cabe fijarse una preferencia a la hora de la crítica, destacando sobre todo las actuaciones del político más dañino con nuestra nación, más incompetente, hasta el punto de que algún viejo profesor socialista no ha dudado en calificarle como “el peor gobernante habido en España desde que murió Franco”. De modo que mi prioridad, a fin de evitar en lo posible que se le vote a semejante personaje, me lleva a resaltar sus abundantes inmoralidades políticas y torpezas, así como las de quienes lo respaldan por interés o cerrazón. Sí, mi crítica posee un fin confeso: espero que influya en los votantes indecisos que puedan leerme —que de todo habrá entre los 1.15 millones de visitas recibidas en Batiburrillo—, para que el mentiroso, felón y arbitrario tótem de la izquierda no vuelva a revalidar un mandato que sin duda alguna supondría más de lo mismo. Aun así, para cualquiera que no sepa a qué me refiero con “más de lo mismo”, le invito a seguir la serie (de próxima aparición): “240 razones para no votar a ZP”.
En efecto, sería más de lo mismo y con el agravante de que si le volviese a sonar la flauta del poder en una segunda etapa, algo que este jactancioso consideraría un respaldo a su aberrante política, no importa si ganase por los pelos y precisara recurrir a los mismos socios camorristas y cismáticos, lo más probable es que decidiera darle mayor profundidad a sus planes y trastadas, muchas de ellas aparcadas hasta después de las elecciones. Luego no sería de extrañar que los españoles nos enfrentásemos a otros cuatro años seguidos de deslealtades y enjuagues con los terroristas y separatistas, dicho así por lo fino, que definitivamente mandasen a tomar viento a nuestra Nación unitaria, esa misma nación que la Constitución declara indivisible y sobre la que este calamitoso sujeto, que se presenta nada menos que a presidir su Gobierno, no dudó en declarar que “es un concepto discutido y discutible”.
El bolsillo es lo que más cuenta para muchos ciudadanos y éstos harían bien en fijarse que a las primeras de cambio una leve crisis internacional ha dejado al descubierto que aquí, en España, nada se había hecho en prevención de ese tipo de situaciones. La inacción más acentuada del gobierno zapaterino, por catalogar benévolamente lo que ha sido una pura desidia que ha descompensado sobremanera nuestra balanza de pagos y ha hundido la confianza exterior de los inversores, juraría que dará lugar a que los desempleados en las colas del INEM no tarden en parecerse a esos emigrantes que, de diez en fondo y según lo dispuesto por el inútil Caldera, intentan desesperadamente regularizar sus papeles y acampan a todas horas en las puertas de las comisarías, las delegaciones del Gobierno, los ayuntamientos o los registros civiles para tener alguna opción de llegar al día siguiente a la ventanilla.
Así pues, con independencia de quien ganase el debate Solbes-Pizarro —un asunto de menor fuste puesto que Solbes dispuso de las cifras del Gobierno y de la veteranía del mentiroso profesional que no se inmuta a la hora de soltarnos las trolas—, la caótica trayectoria del gobierno zapaterino —no debo escribir socialista ni español, no hay porqué levantar falsos testimonios— debería ser analizada desde una óptica algo distanciada de la economía, muy especialmente si se considera que la intensidad de la crisis actual es un efecto de la mala política general, no la causa de fondo. Y de ello se encargan de facilitarnos las pruebas evidentes una serie de naciones europeas que pagan el petróleo y el gas al mismo precio que nosotros y que no poseen ni el desmesurado déficit exterior, ni se les dispara tantísimo la inflación, ni la curva del desempleo lleva el mismo y peligroso grado ascendente.
Como digo, con ser muy importante la economía, no debería considerarse el tema de fondo. Hay algo mucho más decisivo a la hora de enjuiciar la caótica situación de España, como es el hecho incontestable de que hace varios años que la ley en absoluto es igual para todos —¿verdad, Albertos?—. Esa desigualdad ante la ley, que venía de atrás pero que ZP ha llevado a su máxima expresión, es lo que ha ido generando que no todas las comunidades autónomas dispongan de las mismas oportunidades respecto al gobierno central, ni tampoco sus ciudadanos dentro de ellas, a menudo oprimidos por el sectario poder autonómico. Los recursos judiciales se eternizan en el Tribunal Constitucional, en el Supremo y en los tribunales superiores de cada región. La parcialidad de una justicia sometida al capricho de los políticos en el poder —así como su marcada influencia en las (en teoría independientes) agencias reguladoras—, es la que ha ocasionados que opas legales como la de E-On, valga el ejemplo, hayan fracasado y la principal empresa española, Endesa, quedase en manos de una sociedad estatal italiana.
Ya no hablemos de la justicia en relación al terrorismo, donde se ha defendido cualquier actitud y su contraria en función de los intereses electorales, o en relación a los miserables salarios de los propios empleados judiciales, ahora en huelga, y de tantos y tantos aspectos en los que se han producido abusos o atropellos que han acabado en manos de unos tribunales desbordados, los cuales, como es lógico, tardan demasiado tiempo en pronunciarse o dictan sentencias que claman al cielo. Y todo eso es así, como consecuencia del pertinaz desistimiento en relación a los valores de la patria común, cuyas leyes básicas no se cumplen a menudo, y al hecho de que buena parte del Poder Judicial se haya sometido al partidismo político, principal borrón de unos zapaterinos que durante toda su etapa de gobierno se han dedicado a la subasta de apoyos parlamentarios, en cuyos pagos se exigieron determinados tratos preferenciales a los que se accedió con tal de mantener el poder, arrumbando de ese modo cualquier idea de unidad o igualdad entre los españoles y sus regiones.
En resumidas cuentas, el anunciado empobrecimiento de España, nada extraño cuando los “rojos” andan de por medio, la creciente falta de libertad e igualdad, o la delincuencia y la violencia en aumento, así como la corrupción y desfachatez de los políticos que deciden sobre todo ello, más el uso fraudulento o despótico de las partidas presupuestarias… son las características propias de una forma inmoral de gobierno que reaparecerán de oficio, y a grandes dosis, si vuelve a ganar este individuo que desconoce el valor fundamental para cualquier nación que se precie: el patriotismo, un término que cuando no es de boquilla lleva emparejados la honradez y el honor, lo que a su vez genera la libertad y la confianza, y éstas el bienestar. Decididamente, la ley, la igualdad y el orden son conceptos adulterinos que no están de moda en el universo de los “todo vale”. Una secta maléfica que, al parecer, dispone ya de su tótem.
Autor: Policronio
Publicado el 23 de febrero de 2008
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