lunes, 13 de agosto de 2018

“El infierno vasco”


El País Vasco, o por mejor decir, las provincias Vascongadas, ha sido uno de los ejes, junto a Cataluña, del aventurerismo político de Rodríguez Zapatero. Todo mueve a pensar que en los próximos cuatro años, o lo que dure la legislatura, ambos territorios seguirán marcándole la agenda diaria de sus improvisaciones, que es a lo más que llega alguien del que no se sabe con qué pie va a levantarse y cuál será su capricho en la nueva jornada. El otro eje vendría constituido por Andalucía y Extremadura, que por distinto motivo, más relacionado con el nepotismo que en ambas comunidades se practica, ha merecido igualmente la atención de quien ha presidido los consejos de ministros. Me niego a usar el término gobernar para semejante insuficiencia.

Resulta curioso observar, sin embargo, el extraordinario resultado electoral obtenido por los zapaterinos —el socialismo es algo distinto— en las comunidades que ostentan un régimen tan “singular”, y es no poco sintomático, si uno se fija bien, contrastar el buen resultado logrado en las urnas en esas regiones con el hecho de que en ninguna de ellas se practique la democracia tal y como es entendida en los estados más consolidados de la Unión Europea. Una Unión dedicada casi en exclusividad y desde siempre a lo económico, conviene recordarlo, y demasiado pusilánime o poco exigente en la defensa de los valores más esenciales, como son la libertad y la justicia, a la hora de concederles la homologación necesaria a sus miembros. Aun así, lo extraño es que la UE no le haya dado aún un toque de atención al gobierno de España, indistintamente cuando fue ejercido por el PP o el PSOE, a fin de que democratizara la totalidad de la geografía española.
En Cataluña y el País Vasco no existe la democracia, es un hecho innegable que en esas comunidades se pasó directamente de la dictadura franquista a la nacionalista. No me cansare de decirlo por mucho que se me contradiga. La acción de votar cada cuatro años en las generales —y hacer el mismo paripé en otras elecciones locales o autonómicas— no le da a un territorio el estatus demócrata. No, en absoluto. Podría llamárseles regiones democráticas si hubiese verdadera libertad para exponer abiertamente las diferentes opciones políticas, sin persecuciones ni violencia, además de prensa autóctona independiente y ausencia o disminución notable de clientelismo al servicio del poder.

Lo mismo cabe afirmar de Andalucía y Extremadura, solo que allí, en lugar de caer en manos nacionalistas al desaparecer el régimen anterior, sus habitantes pasaron a estar controlados por ese otro régimen que ha venido mostrándose desde hace unos 30 años como un cacicato izquierdista. En todas las instancias del poder andaluz o extremeño se han ido colocando a miles de parientes y “parientas” de los que inicialmente se subieron al carro de los descamisados, habiéndose formado en la actualidad sendos entramados clientelares abarrotados de intereses y nepotismo. La subvención, el sobresueldo y otras prestaciones graciables campan a sus anchas desde hace muchos años en esos territorios, años en los que se ha llegado a crear poco menos que un muro infranqueable a la alternancia, igual que un manglar o un atolón coralino capaz de frenar toda marea de libertad o aire fresco.

No será fácil, salvo que se produzca una verdadera debacle económica en toda la Nación española —¡Dios no lo quiera!—, que esa ausencia democrática sea percibida por la mayoría de los afectados y en las siguientes elecciones decidan regenerar a unos políticos tan enquistados. No será fácil por una sencilla razón: A los ciudadanos les llega con cuentagotas la información y de inmediato es neutralizada por el brazo político-propagandístico de cualquiera de esos regímenes. Eso sí, con la complicidad interesada de ese otro gobierno que, pasadas las elecciones, no sólo ha dejado de ser “Gobierno de España” sino que ha comenzado ya a retirarle la condición “nacional” a determinados organismos públicos, como por ejemplo el Instituto Nacional de Meteorología, el cual ha pasado a ser Agencia Estatal de Meteorología.

Y ya que hablo de brazos políticos, no me quedaré con las ganas de afirmar que en el País Vasco, tema que inicia este artículo, el brazo político de la ETA nunca ha sido Batasuna y sus derivados, cuyos componentes han demostrado ser perfectamente intercambiables con los propios etarras. No, en absoluto, el brazo político de la ETA lleva siéndolo desde hace más de 30 años el propio PNV. Si ese partido racista, antidemocrático y farsante lo hubiese querido, la banda terrorista ETA habría desaparecido hace décadas. 

Traigo hoy aquí, como complemento, el trailer de la última película-documental de Iñaki Arteta, el autor de “Trece entre mil”, filme muy recomendable y de visionado obligatorio para los incrédulos y los buenistas. Este último trabajo de Arteta se titula “El infierno vasco”, cinta en la que unos cuantos amenazados por la ETA o coaccionados por su brazo político, el PNV, narran el lamentable exilio de su tierra. ¡Dígase si en el infierno es posible la democracia!

Autor: Policronio
Publicado el 17 de marzo de 2008

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