No hay más que observar la cara de López para advertir su pose de paripé funerario. |
Puesto que hoy es la jornada de reflexión, reflexionemos. Y voy a hacerlo en voz alta, tras haberme recuperado parcialmente del abatimiento que me produjo durante unas horas el nuevo homicidio ¡con fines políticos! de la banda etarra. Un homicidio nada menos que en vísperas electorales. ¡Todo un clásico no por esperado menos impactante! Porque habrá sido la ETA, ¿no? Pensar en otro brazo ejecutor sería demasiado temerario e ilógico, a la par que conspirativo. Y se sabe que la conspiración no está bien vista en los círculos políticamente correctos. Y los moritos aquí no caben, puesto que hay ausencia de Goma 2 ECO y ¡vale ya!
Claro que el sistema de descerrajar unos cuantos balazos a través de un parabrisas, y encima a cargo de un sujeto con barba postiza y gafas oscuras —en la zona de Mondragón casi todos pertenecen a la misma camada, andan locos por atribuirse la “machada” de turno y no hay porqué disfrazarse—, no parece que esté demasiado en la línea de una gentuza mucho más propensa al valeroso tiro en la nuca. Por el contrario, el método del acribillamiento a bulto suena que apesta a la vieja escuela del GAL, durmiente ma non tropo y atenta a la movilización cuatrienal coincidente con las elecciones. Y aquí me paro, porque yo he venido a hablar de mi libro, no a señalar al culpable de un modo demasiado directo.
Esperemos que los etarras tengan la amabilidad que siempre se espera de ellos, decidan hacernos el servicio completo y reivindicar el atentado con tiempo suficiente como para desvelar nuestras dudas sobre la autoría, a poder ser antes de acercarnos mañana a depositar el voto. Un voto que en mi caso podría ser contra el PSOE, asqueado hasta las cachas de ese partido, o bien a favor del PP, que es el otro con opciones de ganar y al mismo tiempo pretende conservarle a uno la patria. Y, francamente, me jode votar a la contra aunque la papeleta escogida sea la misma.
La autoría del asesinato de ayer quizá no llegue a aclararse nunca, envolviéndola un derrotero semejante al 11-M e incorporando una buena dosis de silencio cómplice. A menos, claro está, que unos y otros —¿a saber quiénes son?— hayan decidido previamente intercambiar el muerto por el asesino y una de las cláusulas de esa decisión consista en soplarles a los de Interior dónde hallar al sicario del gatillo fácil y la barba postiza. Lo que redundaría en una eficacia policial deslumbrante, con la captura de quien vendría a resultar de inmediato el autor convicto y confeso. Una confesión que mediante el tratamiento adecuado a pleno pulmón radiofónico y televisivo, a pie de urna, se traduciría en unos cuantos cientos de miles de votos al talego zapaterino. Decididamente, no puede ser más lucrativa la inversión del modesto ex concejal para quienes son maestros de la propaganda y el vuelco electoral de última hora, luego es evidente que los tiempos han aportado su modernidad incluso a las fechorías más siniestras: Hubo una época en la que algo así costaba hasta 192 muertos y 1.700 heridos.
El de ayer ha sido un homicidio, si es que tomamos a un hombre decente para juzgarlo, capaz de salpicarnos de furor las conciencias y de dudas la mente. Un horrible homicidio, repito, que sin embargo le ha venido a dar a Zapatero casi el mismo eficaz escenario con el que llegó al poder: El ambiente de crimen sangriento del que aprovecharse, sin comerlo ni beberlo, y con el que espolear a sus masas desencantadas tras una legislatura de bandazos e improvisaciones, cuando no directamente de inmoralidades y atropellos. Es decir, se ha cometido el asesinato de un ex concejal socialista, perfectamente prescindible en el organigrama de los “todo vale”, que la ETA ha regalado a modo de obsequio preelectoral. Me pregunto si los de las pistolas no le habrán ofrecido a su cliente, sea el que sea, un abono para varias legislaturas. Y ello al objeto de convertir así en mártir por delegación a quien preside Babia y sumarle a su conocido talante el rictus de dolor necesario que mueva a la ternura y a la papeleta electoral empapada de lágrimas. Sí, mártir por delegación sería una expresión acertada, de buen encaje en su trayectoria y en la de su abuelo. Mejor dicho, mártir por aclamación de sus televisiones y radios amigas.
Ahora bien, la pregunta debe ser directa: ¿Zapatero ha tenido algo que ver en el asesinato del ex concejal socialista? ¡No, en absoluto! ¿Conocía acaso que algo así podía producirse? ¡Tampoco lo creo posible, descartado! De lo contrario callaría mi impresión o eliminaría este párrafo. No soy tan inconsciente. ZP no es más que el beneficiario, en un nuevo golpetazo de suerte, de lo que otros han dispuesto para que tenga mayores posibilidades de ganar las elecciones. ¿Quiénes son esos otros? ¡Lo ignoro! Pero voy a plantear una hipótesis: Un buen día Zapatero, en vista de que se le estaba complicando la reelección, probablemente le soltó una frase parecida a uno de sus subordinados: “Hay que ganar como sea. Piensa que si perdiéramos, y el tema no está claro, algunos tendrían que irse de España. El PP de ahora sí levantará las alfombras, al contrario de lo que hizo Aznar, y es mucha la mierda que pueden hallar en contra nuestra”.
El “hay que ganar como sea” fue descendiendo por la cadena de mando y vino a caer en conocimiento de ese sujeto, probablemente un infiltrado de la propia ETA, que posee el número de móvil para darles el soplo a los etarras, entre otras misiones, y que no dudó en llamarlos de nuevo, planteándoles al asunto. Los de la ETA son unos canallas, pero eso no quiere decir que sean idiotas, como hemos visto ayer mismo, y por lo tanto están muy lejos de desear que el supremo majadero, más conocido por ZP, pierda el poder y como consecuencia de ello deje de ser un chollo para los criminales la presidencia del Gobierno.
Se me preguntará por qué considero un majadero a ZP. La respuesta es sencilla, basta leer la definición de majadero en el María Moliner y comprobar que se le adapta como un guante: “…persona falta de formalidad o de sensatez, o que molesta por su indiscreción, inoportunidad, pedantería, etc.”. ZP es capaz de vivir en una realidad paralela, como él hace casi todo el tiempo —basta recordar que en el debate negaba relación alguna con el pacto del Tinell, cuando sus asesores se lo habían colocado en el “libro blanco” y aparecía el anagrama de los socialistas catalanes—, mientras otros bajo su mando le van deshaciendo la nación cuyo gobierno debe presidir.
De semejante individuo cabe sospechar cualquier cosa en el terreno de la mentira o la frivolidad, que es la pose que tan a menudo nos muestra; pero jamás, puesto que se requiere inteligencia para el uso de las actitudes maquiavélicas, es posible atribuirle el diseño del reciente atentado o algo parecido. No, ZP se limita a dejarse querer, que para eso dispone de 600 asesores conocidos y unos cuantos más por conocerse. Incluso estoy seguro de que ignora los entresijos más siniestros de las negociaciones entre la ETA y los socialistas vascos. No por desinterés, que en su caso es mucho, sino por cobardía. Para que nadie pueda acusarle alguna vez de tanta ilegalidad como se ha venido practicando en esas negociaciones y le sea posible alegar el “yo no he sido”. Y esa es la razón, dicho sea de paso, para que en una circunstancia tan propicia tampoco se haya querido revocar la autorización parlamentaria para negociar con la ETA.
Autor: Policronio
Publicado el 8 de marzo de 2008
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