No soy peón negro por falta de tiempo. Si hubiera tenido tiempo, ya veríamos si pudiera serlo por capacidad. Pero los conozco bien. Me he manifestado con ellos en la Plaza Mayor de Ciudad-Real y también he escrito alguna crónica al respecto. Aquí tengo que decir, que pasadas las elecciones locales de mayo, las y los peperas y peperos locales brillaron por su ausencia. Esto me va a costar un disgusto con mis amigas E y R, nada que no se pueda solucionar con un par de voces y con el convenio de que gozamos de una Alcaldesa socialista del PP. Brilla mucho la progresía naif en mi capitaleja. Pero esto va de peones negros.
De los de Ciudad-Real, conozco personalmente a un fuera de serie, guitarrista por más señas y a mi vecina de patio, magnífica mujer, solo con verla.
No he tenido, todavía, la oportunidad de comentar con ellos la sentencia de marras. No obstante, ello es lo de menos, no es lo más importante. Lo importante es mantener viva la llama del civismo, del coraje y del inquebrantable apego a la verdad. Le duela a quien le duela, que no es lo mismo que caiga quien caiga.
La última pelea en el ámbito de los tribunales de justicia que se libró en esta Nación, con políticos implicados fue la del GAL. No fue fácil, ni por las circunstancias, un poder con ínfulas totalitarias desplegando todos sus tentáculos, ni por la aptitud de la ciudadanía, deplorable. Sin embargo, alguien cantó y se tiró del hilo. Y se articuló una acusación popular con los de siempre.
Sólo les pido a los peones negros que piensen que la pelea no ha sido en balde. Basta una lucecita que aparecerá cuando menos lo esperemos. Este Poder que nos agobia no tiene ni la categoría ni la prestancia de Napoleón. Y cayó.
Hoy más que nunca, ¡Queremos saber la verdad!
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 1 de noviembre de 2007
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