No soy capaz de mejorar lo que ha escrito el gran Víctor Gago sobre Gabilondo, ese locutor-borroka que, encastillado en su propia soberbia, al parecer no se ha enterado aún que ahora estamos en la etapa del “fuego amigo” y que toca sacarle los colores al promotor del “terrorista suicida”, fuente de la que se surtió a manos llenas en los tiempos en que la SER protagonizó el episodio más agitador e infame de la historia de la radio en España. De tal modo que no voy a decir mucho más y me limitaré a poner aquí un enlace para que nadie se pierda el pedazo de artículo de Víctor: “Un odio sin comentarios”.
Si acaso una simple apostilla: Gabilondo representa hoy, en toda su plenitud, el declive moral y físico de una izquierda, de suyo bastante sarmentosa, dispuesta siempre al uso de la ley del embudo, en el sentido de que no es capaz de apreciar un porcentaje mínimo de sus propias bajezas, mientras va reprochando a los demás que hablen y escriban sobre ciertas verdades. Acaso porque a ellos, a los propagandistas siniestros, esas verdades no les son útiles.
Tal es el ejemplo del monarca español, al que la izquierda es muy libre de vapulear a conciencia o consentir que otros lo hagan con total impunidad, pero del que no se acepta que aparezca en un libro de memorias de marcado carácter histórico. Es evidente que esta ideología tan liberticida, de la que Gabilondo ha sido uno de sus iconos más activos, no solamente está convencida que sólo ellos están legitimados para gobernar, sino especialmente para difamar y expulsar vómitos hacia el opositor político, condición en la que encuadran a cualquiera que no les dore la píldora, pongamos el clero de la Iglesia católica, las asociaciones familiares, las víctimas del terrorismo, y un largo etc.
Se le concede, pues, el vómito de oro a nuestro mejor locutor-borroka.
Autor: Policronio
Publicado el 25 de septiembre de 2007
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