Lizarza es un municipio guipuzcoano donde ni siquiera el PNV o Eusko Alkartasuna han tenido narices para presentarse a las elecciones municipales, tal es el grado de radicalidad impune, a favor de la ETA, que existe en esa pequeña localidad de 600 habitantes. La pasada legislatura, con Batasuna ilegalizada, el fundamentalista Egibar ofreció su nombre para presidir el consistorio. Y digo ofreció el nombre, ya que no hizo nada más, puesto que a este pájaro apenas se le vio por el pueblo durante cuatro años. Incluso, en un escandaloso fraude de ley, Egibar acabó nombrando concejales, previa renuncia de la gente de su propia lista, a unos cuantos etarrófilos de la localidad. Y así anda el pueblo, en una exhibición callejera y permanente de apología del terror.
Si entramos en la página del Ayuntamiento, lo primero que se observa es una foto de la casa consistorial con una única bandera. ¿Adivinan cuál? Luego puede verse un pequeño mapa del País Vasco y Navarra, con el clásico mensaje de “Presos vascos a Euskal Herria”. Y así algunas consignas del mismo tenor, todas alusivas al submundo etarra. En resumen, el villorrio —no confundir con el conjunto de sus pobladores— es una auténtica madriguera de la banda asesina y extorsionadora.
Ahora en Lizarza (que hace unos años pasó a llamarse Lizartza), los siete ediles del Partido Popular, única de las listas legales, han tomado posesión de sus cargos entre amenazas e insultos de los nazis más significados de la zona. Ya veremos si el asunto no acaba en un baño de sangre, porque se debe poseer un gran coraje para enfrentarse a diario a estas alimañas marxistas-separatistas y no poner tierra de por medio, como han hecho ya más de 200.000 vascos que han abandonado su tierra por razones evidentes. Luego no puede estar más claro para quien quiera verlo que en el País Vasco es absurdo hablar de democracia. No, jamás ha existido la libertad suficiente en ese territorio para que los políticos llegados al poder (autonómico o local) lo hayan hecho con todas las de la ley. En Vasconia —y tres cuartos de lo mismo en Cataluña—, la democracia es un puro espejismo que no llega a todos los rincones.
El Partido Popular, a través de algunos de sus portavoces, asegura que tiene ya muy avanzado el programa electoral con vistas a las generales. Incluso Rajoy ha declarado que pretende reformar la Ley Electoral, supongo que para evitar que el partido más votado pase a la oposición como consecuencia de la alianza de ciertos grupúsculos. Pero lo que todavía no he escuchado a los populares, y me parece primordial que se definan al respecto, es una crítica firme y argumentada acerca de cómo piensan combatir esa dictadura asfixiante que se da en algunas regiones de España, especialmente en el País Vasco y una franja limítrofe de Navarra. Ocasiones para pronunciarse han tenido, por ejemplo cada vez que Ibarretxe ha propuesto que sean los vascos —y vascas— los que decidan libremente su futuro.
Bastaría con que se le preguntara al presidente vasco si él llama libertad al estado de sitio y opresión existentes en esa tierra. Bastaría con recalcarle dos o tres veces que no es posible celebrar ningún referéndum cuando la población, además de adoctrinada en el nacionalismo falsario desde hace 30 años, se halla sometida a los tipos de las pistolas o bien los políticos que mandan, como el propio Ibarretxe, y se dedican a mirar para otro lado ante las fechorías continuadas que se dan en Ondárroa, Lizarza y otras muchas poblaciones. Ahora bien, si la dirección del Partido Popular tuviese verdaderamente lo que hay que tener, sin duda incluiría en su programa el propósito de dejar en suspenso la Autonomía vasca o, como mínimo, recuperar para el Estado las competencias en educación, seguridad ciudadana y medios informativos autonómicos.
Autor: Policronio
Publicado el 2 e julio de 2007
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