martes, 5 de junio de 2018

El método Pepiño


Hasta hace unos días ignoraba que hubiera Peones Negros en Ciudad-Real. Pero la perseverancia en las visitas a las páginas conspiranoicas, dicho en lenguaje “conspiranoico”, produjo, por fin, el resultado anhelado: descubrí que los Peones Negros, en unión de otras asociaciones cívicas, nos convocaban a participar en su tradicional concentración del día 11 de cada mes. Lugar,  Plaza Mayor de Ciudad-Real, hora, 8 de la tarde.


Ni que decir tiene que desde un rato antes ya paseaba por allí. El problema que se planteaba es que, no habiendo visto pancartas ni signos distintivos, ni lugar concreto señalado para tal evento, ciertamente no sabía dónde había de concentrarme.

Y en esas estoy, cuando caigo en la existencia del “método pepiño”: “Si tengo que buscar conspiranoicos por la vía de la identificación de diabólicos fachas de la derecha más extrema, que mejor que buscar rabos y miradas luciferinas, como atributos de esa subespecie de bípedo implume”. Y a ello me dediqué con ahínco. Con tanto ahínco como desacierto, todo hay que decirlo, porque fui a dar con mi presencia rodeada de militantes y simpatizantes de Izquierda Unida que, provistos de megáfono, pancarta  y demás parafernalia, protestaban contra la especulación urbanística. Para los chicos y chicas, ciudadanos y ciudadanas de Izquierda Unida, la especulación urbanística existe desde que al homo sapiens le dio por abandonar las cuevas y construir chozos. 

De modo que con cierta mala leche opté por esperar, hasta ver como se acercaban a la fachada principal del Ayuntamiento, justo enfrente de donde estaban los de Izquierda Unida, tres personas absolutamente normales, provistas de cajas que parecían contener y contenían folletos editados para la ocasión. 

Y a partir de ahí todo transcurrió de sorpresa en sorpresa. Es sabido por todos, menos por Pepiño, que en esa Asociación hay gente de toda clase y condición, ahora bien, de lo que no tenía ni repajolera idea era que hubiera gente más o menos cercana, y yo sin enterarme. 

De modo que, con indisimulada emoción, escuché con respeto y atención la lectura del manifiesto de todos conocido, rodeado de medio centenar de personas cabales y muy normales, por cierto, aunque a las dos parejas de la Policía Nacional que pululaban por allí, no les pareciera tanto.

Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 12 de mayo de 2007

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