Me parece que se ha comentado poco, de ahí que valga la pena recordarlo, el último mensaje del cuco Zapatero, dirigido en esta ocasión a los rojillos de sus juventudes y que ha consistido en decirles que “el Gobierno impulsará ‘un gran salto’ en materia de acceso de los jóvenes a la vivienda antes de que termine la legislatura”. No voy a entrar en el chiste fácil del paso al frente ante el abismo, única equivalencia posible a lo del “gran salto” zapaterino. Eso sí, lo que es evidente es que nos encontramos ante un nuevo mensaje de garrafa —y pronunciado, además, con voz aguardentosa e impostada—, que es como siempre se ha definido a cualquier producto de mala calidad. Mensajes engañabobos incluidos.
Y es que así, política de garrafa, es como debería denominarse exactamente a la sucesión de decisiones calamitosas, tiros al aire, pájaros volando, promesas incumplidas, mentiras descaradas y conculcaciones de la ley que el cuco ZP no sólo le administra en grandes dosis a sus juventudes rojillas, sino a 44 millones de ciudadanos españoles, muchos de los cuales afortunadamente no estamos aún deslumbrados y advertimos el talante trapecista del personaje: bajo él, el vacío.
Solo que ahora resulta que ZP va más allá de la promesa de garrafón, como podría ser el improvisado camelo del cheque-bebé —a todas luces ilegal, tal y como la ha planteado el pájaro cuco—, y se adentra directamente en el mega-objetivo del “pájaros volando” o “gran salto”, frase que debió contentar lo suficiente a ese pabellón abarrotado de pardillos que oían sin escuchar, como si de un mantra místico —¡Oooom!— destinado al éxtasis se tratase. Porque el pardillo, como es bien sabido, es el nombre que recibe una ave de frente y mentón rojos —pura coincidencia—, incapaz por lo tanto de advertir la patraña y con marcada tendencia a quedar encandilada en ella.
Nada dijo Zapatero del método que pensaba usar para lograr tan importante objetivo en tan poco tiempo, de modo que lo extraño es que no surgiese alguna voz que pidiera datos más concretos sobre cómo iba a realizar el milagro del “gran salto”. Claro que si se piensa que al último militante socialista —o no— que osó interrumpir al amo del partido, un tal Alberto Negrín en Canarias, le costó la expulsión de la sala y un proceso judicial, que como es lógico ganó pero siempre fastidia, pues no es de extrañar que se achantasen los pocos que aún conservaran algún reflejo o no acabasen de creer en cuentos de hadas.
Algún día después de la promesa zapaterina, la vicepresidenta De la Vega fue incapaz de precisar en qué consistía el “gran salto”. Dicen que se limitó a declarar que todo era culpa del PP. Y preguntada la nueva ministra de Vivienda, “Karma” Chacón, que por lógica debía conocer todos los detalles de ese plan tan inminente, vivo a responder a la prensa que a ella que la registrasen, que su Ministerio siempre había estado así y que las roturas —de ideas, de proyectos, de promesas, de programas, de vergüenza—..., no eran cuestiones que se heredasen con el cargo, que bastante tenía con haber aceptado una cartera tan desacreditada tras el paso de fofita-Trujillo.
Como vemos —ningún día sin moraleja— este es un Gobierno de trapecistas, presidido por un cuco y respaldado por una cuantiosa bandada de pardillos incapaces de volar o pensar por sí solos. Y un gobierno de semejantes hechuras, entusiasta de la política de garrafón, tendría guasa que volviese a ganar las elecciones. ¡Ah!, y no olvidemos que la principal característica del cuco es que se apropia del nido ajeno, obligando a las crías de la nidada originaria a que den el “gran salto”. Vamos, al más puro estilo zapaterino: ¡Quítate tú, “como sea”, para que me ponga yo! Y encima mantenido de gorra, sin que se gane el alpiste, y soportándole durante años los estropicios en el nido.
Autor: Policronio
Publicado el 25 de julio de 2007
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