La libertad de la que tanto presumen los social-comunistas haría sollozar al propio símbolo de Nueva York. |
Irremediablemente las afrentas contra el intelecto acaban pasando factura en esta sociedad nuestra, tan dada a olvidarse de raíces cristianas para encaramarse en las ramas del tomate o de cualquier palada de estiércol televisiva. Ha sido cuestión de tiempo que los méritos se inviertan y los que no saben escribir su nombre ocupen sillón y coche oficial mientras los superclase de la clase, en boca de Sabina, engrosen las filas del paro.
Cuando el Ministro Castiella pidió más latín para que los de Cabra siguieran llamándose egabrenses y no salirse de los cauces del decoro, aunque algunos ilustres vecinos de la villa cordobesa merecieran de fondo el epíteto, sabía que poner un violín en las manos de un niño es un antídoto contra muchas enfermedades. ¿Quién duda a estas alturas de que el analfabetismo inducido como el despotismo iletrado son plagas de langosta que niegan la vida más allá de una comida de empresa? Porque manda narices la definición poliédrica de la cultura que tiene la izquierda sociológica española. Esa culturilla de subvención y nostalgia republicana, que no deslinda las diarreas ideológicas del ejercicio intelectual, y que defiende un idioma y el de enfrente cuando cambia el color del albero.
Hace unos días el diario independiente del grupo PRISA, El País, arremetía en su editorial contra Benedicto XVI por dar libertad a los sacerdotes de elegir el rito y la lengua que más se ajuste a las necesidades de la asamblea. Los manantiales de agua clara resbalan sobre el aceite como la izquierda patina cuando maneja la libertad, de la que nunca se declaró adicta. Eso de que los fieles oigan misa en la lengua que les de la gana, los padres eduquen como consideren a sus hijos o simplemente el Estado renuncie a inducir las preferencias de los ciudadanos, es un axioma difícilmente asumible por quien aspira a ordenar, y no sólo el territorio.
Autor: Gonzalo J. Moreno (Firmas invitadas)
Publicado el 13 de julio de 2007
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