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Baltasar Garzón. |
Una vez superada la fase de indignación, no tengo por menos que escribir sobre el Auto perpetrado por el No-Juez Garzón, a propósito de la rueda de prensa de Otegi tras el atentado de la T4 de Barajas. Vaya por delante que no he podido leer el Auto en su integridad. El de los "doce hombres justos" lo colgó "elmundo.es", pero, incomprensiblemente, el del No-Juez no aparece por ningún sitio. No obstante, de la información brindada por los medios se pueden extraer algunos puntos que me gustaría comentar.
Lo malo de ese Auto no es su incomprensibilidad, desde un punto de vista técnico-jurídico, casi todas las resoluciones judiciales escapan de la comprensión del común de los mortales, lo malo es la ignorancia supina y criminosa que deja traslucir el No-Juez sobre las reglas de la sana crítica, únicas apropiadas para la correcta valoración de los hechos en presencia y las pruebas que acreditan su comisión.
Porque vamos a ver, ¿Quién sería el Sr. Otegi si no fuera representante de Batasuna? Nadie. ¿Quién acudiría a las ruedas de prensa que convocara el Sr. Otegi, si no fuera representante de Batasuna? Nadie. ¿Qué interés político y mediático tendrían las declaraciones públicas del Sr. Otegi si estuviera perfectamente claro que no habla en nombre de Batasuna? Ninguno. Entonces, las preguntas al periodista de cámara No-Juez vienen de cajón: ¿Cómo puede ignorar el No-Juez estas circunstancias? ¿Cómo puede dejar translucir el No-Juez que ese Sr. Otegi no habla en nombre de Batasuna y sí de la izquierda independentista? Y lo más grave, tanto en el orden jurídico como político, ¿Ha valorado el togado con puñetas de magistrado las consecuencias de su Auto? Me gustaría que la respuesta fuera no, pero, desgraciadamente la respuesta es sí.
Se viene argumentando por diversos personajes del Gobierno y del partido que lo sustenta que Batasuna no existe, que sólo conocemos la existencia de sus miembros y que en su individualidad gozan del pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos. Falso de toda falsedad. Una cosa es que los actos de Batasuna, como tal, no tengan eficacia jurídica, o no la eficacia jurídica que sus miembros desean; por ejemplo, si instan su participación en un proceso electoral, su solicitud sería rechazada de plano. Y otra cosa muy distinta es que haya dejado de actuar como organización. Es más, todo ello provoca que los miembros de la organización Batasuna puedan campar a sus anchas, aunque haya pruebas más que suficientes de su actuar coordinado, sin que sufran las consecuencias de la prohibición de participar como Batasuna en la vida política, que no es sólo la faceta electoral.
Y lo que es más grave, para que el disimulo sea perfecto y su actuar organizado compatible con las resoluciones judiciales dictadas al respecto, se viene hablando de una organización inexistente, y susceptible de tener representantes, a la que se le da plena carta de naturaleza política, tanto en el lenguaje del Gobierno y partidos afines, como en el de los togados con puñetas de magistrado, con ínfulas de políticos de moda: "la izquierda abertzale". La izquierda abertzale no existe como tal, se pongan como se pongan los juristas-trampa. Como no existe como ente político organizado, susceptible de hablar por boca de sus representantes, la "Derecha Nacional Liberal" o "El Socialismo en Libertad". Y como la "izquierda abertzale" no existe como tal, ella sí que no puede ser ilegalizada.
De modo, que a los miembros de la organización existente e ilegalizada les basta con decir que hablan en nombre de un ente inexistente, y por lo tanto, no susceptible de ser ilegalizado, para que aquélla siga en pleno funcionamiento, y más, cuando su tercera marca, las Nekanes, en el lenguaje fantástico de Conde Pumpido, tienen presencia en las instituciones y por tanto acceso a la caja de los cuartos, que es de lo que se trata.
Y el No-Juez Garzón sabe que esas son las consecuencias de su Auto. Las sabe y las asume como parte del producto de su colaboración en el éxito del mal llamado "proceso de paz". Ignorando criminosamente que la independencia judicial no es la garantía de su seguridad sino de la nuestra. La independencia judicial no es patrimonio del Juez sino de los justiciables. Y se ha vendido, de nuevo, por un cargo que no va a llegar. Porque al Innombrable el No-Juez le es útil donde está, en el corazón del Estado de Derecho. ¿O es que pretende el No-Juez, que el Innombrable lo nombre para un cargo en el Gobierno, posibilitando con ello que la vacante la ocupe un Juez Auténtico como Grande Marlaska? Malo y tonto.
En conclusión, con su supina y criminosa ignorancia, el No-Juez Garzón ha propiciado un gran fraude de ley, que tendrá graves consecuencias y ni siquiera va a sacar provecho de ello. El tiempo nos lo dirá.
Para terminar, mi más sincero reconocimiento a los doce hombres justos que aguantaron a pie firme en la defensa de la dignidad nacional. Va por ellos.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 29 de enero de 2007
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