sábado, 19 de mayo de 2018

Rodríguez, un hombre anulado


La humillante excarcelación del terrorista más sanguinario que recuerda nuestra historia (sin contar al genocida de Paracuellos del Jarama), una vez pasada la rabia que sentí al conocer la noticia, me mueve a la siguiente reflexión: Cuando un gobierno pierde la dignidad, como le ha ocurrido al gobierno socialista y a consecuencia de una trayectoria abarrotada de felonía, el ciudadano libre y demócrata acaba por advertirlo y tarde o temprano experimenta la sensación de desprecio, a veces de ira contenida, hacia ese gobierno. Pero cuando un gobierno pierde el honor, lo cual se ha evidenciado del modo más rotundo en el caso De Juana, entonces puede afirmarse que de ese gobierno es posible esperar cualquier maldad; es decir, el más horrendo acto delictivo encaminado a llevarle al poder y a conservarlo. Diría más, un gobierno capaz de comportarse así, con esa bajeza manifiesta y esa falta de equidad, ciertamente merece que se ponga en duda su victoria legal en las urnas. 


Es desconsolador pensar cuánta gente llegó a aceptar como normal la agitación callejera y la añagaza del partido socialista en las generales de 2004, como también es penoso, por no llamarlo irritante, comprobar que la derecha, pasados apenas unos días del aquel furor “asaltasedes”, aceptó como buenos unos resultados que en su máxima expresión crítica calificó de legales pero no de legítimos. Y es que en España, desgraciadamente, no solemos escandalizarnos ante el engaño sistemático que practica la izquierda, ya que muchos dan atolondradamente por hecho que a esa corriente política la guía siempre un buen propósito: el "bien común" -el de ellos-, un fin que para ser alcanzado vale cualquier medio.

Sin embargo, el peor de los jueces suele ser el pueblo, que olvida con suma facilidad las abundantes fechorías pasadas de quienes ahora, con el máximo cinismo, se erigen a golpe de consigna en bienhechores de la ciudadanía. Unas fechorías que, en el caso del actual ejecutivo de Zapatero, vemos cómo se practican con gran impudicia. Lo que hace pensar en si a Rodríguez no le estará ocurriendo algo que Balzac definió a la perfección: “Un hombre nulo es algo horrible. Pero hay otra cosa peor: un hombre anulado”. ¿Un hombre anulado por la ETA? ¿Un hombre anulado para hacerse perdonar retroactivamente los crímenes de Estado cometidos por su partido cuando usaba el GAL? ¿Un hombre anulado como consecuencia de ciertos pactos previos al 11-M, siniestra fecha en la que una banda terrorista le entregó el poder, y sobre el que se van abonando las cuotas acordadas?

Decía con no poca ironía cierto clásico alemán, refiriéndose a un político tan inicuo como ZP, que su honradez era incuestionable, ya que: “Siempre deja lo que no puede tomar; ni bebe de una botella vacía ni suele esconder en su bolsillo un reloj de iglesia”. Así parece ser nuestro hombre, incapaz de ocultar un reloj de iglesia en su bolsillo. Ahora bien, el resto de vilezas las exhibe todas, comenzando por la falta de honradez, pues jamás será honrado quien deshonra a las víctimas del terrorismo y lo hace ostensiblemente mediante la sumisión interesada hacia uno de sus principales verdugos. Para estos casos, Tácito afirmaba que “en un espíritu corrompido no cabe el honor”. Sin duda debía pensar en algún gobernante de su época que presumía de gran talante y carecía del más mínimo sentido de la justicia. ¿Merecemos los españoles que nos gobierne un hombre anulado y sin honor?

Autor: Policronio
Publicado el 1 de marzo de 2007


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