Gigantesca manifestación en Madrid (2007), convocada por el Partido Popular. |
Entre los españoles de bien, no deja de hablarse de la desastrosa política del gobierno socialista en relación a los asuntos de España, nación que aparentemente cada vez es menos España y más Euskaña o Catalaña. No se deja de hablar, en efecto, como consecuencia de la actitud de un individuo, Zapatero, que ha demostrado reiteradamente su incapacidad para tomar ni una sola decisión sensata en beneficio del conjunto de los ciudadanos. A lo largo de estos tres años, toda su labor ha consistido en la búsqueda de minorías con reputación de marginadas, para favorecerlas radicalmente en perjuicio del común.
Diríase, al respecto, que dos grupos de individuos a cual más sarnoso moralmente, como son los terroristas de la ETA y los fascistas de Esquerra (o ERC), fueron apalabrados como guionistas por ZP para la elaboración de un libreto desestabilizador y antisistema que nuestro hombre ha ido siguiendo con gran entusiasmo y al pie de la letra. A la vista de su comportamiento, podría asegurarse que detrás de cada una de sus sonrisas iniciales —hace ya tiempo que no sonríe— no había más que el deseo de perjudicar a la nación que lo vio nacer y propiciar, a cambio de nada, el nacimiento de un grupo de nacioncitas cargadas de odio que a él le sirviesen de regocijo. Si las obras son amores, nos hallamos ante alguien que desea el declive de su patria y disfraza tan atroz sentimiento con la idea contraria, es decir, trata de vendernos una hipocresía a la que denomina “Plan de Paz”.
Naturalmente, ZP no actúa solo. En su labor golpista hacia un desconcertante cambio de régimen —cambio basado en el “sálvese quien pueda” e impuesto por la puerta falsa—, le arropan, además de los dos grupos de sarnosos ideológicos antes citados, la parte encanallada de IU y la facción más radical del propio PSOE, que a su vez son los que le incitan a las calamitosas decisiones del okupa monclovita —pongamos la infame ley de “Memoria Histórica que preparan—, y tratan de justificárselas con no pocas falsedades o engaños o se encargan de adjudicarle al PP el rosario de fracasos que un gobierno tan deficiente ha ido generando. Cuando lo único que no ha dejado de ir aceptablemente, mira qué curioso, es lo que apenas han tocado: la economía heredada de José María Aznar.
Nos encontramos, pues, ante un gobierno de España que si bien fue llevado legalmente a esa condición, a través de las urnas, posee de origen un notable déficit democrático que se deriva de su continuada agitación callejera en los dos años precedentes —¡NO A LA GUERRA! ¡AZNAR ASESINO!— y de haberse adentrado de lleno en la trasgresión de la ley, un hecho que se produjo al violar los socialistas el período de reflexión electoral y como consecuencia de que aspiraban a aprovecharse, agitación de por medio, de la horrible masacre del 11-M. Lo tenían todo tan planeado en el terreno de la subversión democrática, y habían arengado de tal modo a sus huestes, que uno de los personajes más inmorales del mundo de la “cultura”, un tal Almodóvar, no pudo resistirse ante un manojo de micrófonos y acabó por recitar a destiempo el papelito que le habían encomendado, de modo que aludió a un golpe de Estado protagonizado por el PP que sólo figuraba en su mente y en la de una tal Montserrat Tura, a la sazón alto cargo de la Generalidad catalana y socialista coleguilla.
Todo lo anterior: origen discutible de la llegada al poder, mal gobierno saturado de atropellos, sumisión política a grupos radicales y separatistas, cobardía manifiesta ante los pistoleros etarras…, ha ido creando entre los españoles una sensación frustrante en la que se hace ineludible la crítica al Gobierno. Crítica que va extendiéndose entre los no incondicionales a lo que ya es, descaradamente, una Secta integrada por un grupo de amigachos y unos cuantos miles de devotos, algunos de ellos en éxtasis permanente, deseosos de medrar a la sombra del poder. Porque, desde luego, la decencia no cabe bajo esa sombra.
Como es lógico, el primero en criticar tanto desbarajuste es el Partido Popular, hoy por hoy la única formación que, tras casi dos años de mansedumbre, al fin ejerce una oposición moderadamente detractora. Pero esas críticas, aun cuando las recibe cargadas de argumentos en los que se apela a hechos evidentes —caso De Juana—, nunca las han llevado bien los individuos de tan poco juicio como Zapatero, como sus monaguillos de partido o como sus asociados en la ignominiosa empresa de desguazar lo mejor de España, por supuesto para quedárselo. De ahí que haya ido surgiendo un grado tal de crispación —como sucedió ayer mismo en el Senado— y bravuconería, mediante la que el propio Zapatero amenaza desde Marruecos con no se sabe qué, a las claras poco o nada compatibles con cualquier concepto de democracia a la europea. De donde resulta que, a juzgar por la actitud del Gobierno, quien ose criticarlo, por más irrefutablemente que se haga, no sólo pertenece a la derecha extrema sino que de inmediato es declarado enemigo, método tradicional de cualquier tiranía populista y caribeña.
Pues bien, si todo comenzó con la famosa campaña del “No a la Guerra” —lo cual no fue más que una ración de pienso para los crédulos y los agitadores vocacionales— y en ella se decía que España no poseía mandato de la ONU para intervenir, un mandato que luego fue expresamente ignorado cuando el Consejo de Seguridad dio su visto bueno, ahora se ha podido ver, en Marruecos, que Zapatero secunda a la ONU sólo cuando le viene en gana, puesto que ha declarado que respalda una iniciativa del déspota marroquí, destinada a consolidar la ocupación del Sahara Occidental, algo que contraviene gravemente las resoluciones de la ONU sobre ese territorio y que a España le afecta de lleno, muy especialmente en la parte moral.
La conclusión a la que uno puede llegar respecto al conjunto de actuaciones de ZP, tanto internas como externas, es la siguiente: Si en España se comporta como un tipo maligno y retorcido, en el exterior lo hace como un petardo y un pusilánime. Haga lo que haga, siempre acaba por perjudicarnos al conjunto de los españoles, dejándonos con la imagen más afrentosa y convirtiéndonos en el hazmerreír universal. Cualquier paisillo africano, con un PIB más bajo que el de la provincia de Teruel, primero nos saca los cuartos y luego nos deja colgados de la brocha o nos pide motos de agua, tal cual. Podrían dar fe de esas afrentas las docenas de policías que no hace mucho pasaron hambre y sueño, durante tres días, por cuenta del Gobierno mauritano y a la salud del ministro Moratinos, otra joya para echarle de comer aparte. Y no sigo, porque esto es espantoso si se profundiza demasiado, y además me parecen razones suficientes para plantarse en Madrid, el próximo sábado, y secundar el ¡España, por la libertad! Porque a más España, menos ZP. Y a menos ZP, consecuentemente, menores arbitrariedades y mucha menos cobardía. Lo que a su vez equivale a mayor seguridad y bienestar, que en el fondo es lo que la gente quiere.
Autor: Policronio
Publicado el 8 de marzo de 2007
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