La fobia vuelve incompatible a cualquier persona que la posea, sobre todo si es a una determinada ideología considerada democrática, y aspire a practicar el periodismo. |
La verdad, no sé si pegarme un tiro o comprarme una guitarra. O lo que es lo mismo, no sé si abandonar acomplejado mi actividad de “bloger” o bien abrir otras tres bitácoras donde alojar todas esas colaboraciones que en Batiburrillo vamos rechazando porque contienen demasiada radicalidad y aluden a actitudes y hechos inconfesables de la “Progresía” o a ignominias no probadas de ciertos miembros del aparato del Estado, comprendidas en él esas autonomías que solamente se declaran Estado cuando les conviene. Eso sin contar que en el tema de la llamada “Memoria Hist(ó)érica” no son pocos los informes descartados que han ido llegando a nuestro correo y en los que se acusa directamente, formulándose teorías noveleras, a ascendientes de más de un capitoste en el poder, tanto del político como del mediático que lo sustenta.
Por ejemplo, arranco con un asuntillo venial que me ha contado un pajarito: Hace pocos días Joaquín Leguina no tuvo reparo alguno en poner a caldo a Zapatero y en arengar vehementemente en su contra. Y además lo hizo ante un buen puñado de socialistas, lo que da una idea de que en las filas del PSOE algo se mueve y aún queda decencia y patriotismo. Es decir, no todo el socialismo se resigna a la inmoralidad continuada del que ahora manda. Pero claro, contar algo así con pelos y señales, de ahí que me limite casi al titular, significa echarse encima a una legión de siervos zapaterinos dispuestos a llamarnos fachas (frase sí y frase no) a todos los que escribimos en esta página e incluso a buena parte de los “blogers” de Red Liberal; que no hay más que ver cómo entran los de la especie servil, a modo de asaltabitácoras, y lo llamativas que resultan sus notas. Unas notas en las que, incluso, no paran de escribir que a Batiburrillo se le expulse de RL, como si nuestros colegas, con los que compartimos alojamiento desde hace casi tres años, no tuviesen criterio propio y no nos conocieran de sobra. Algo debemos estar haciendo bien, ¡vive Dios!
Sí, me refiero a esos siervos que jamás aceptarán que su amado ídolo esté desmantelando poco a poco la esencia de la patria española. ¡Pero qué digo: esencia, patria y además española! ¡Pido disculpas por haberme salido la vena franquista que llevo dentro y que he descubierto últimamente gracias a un tipo pluscuamperfecto! Porque claro, quien acoge en su blog a un franquista no puede ser más que otro tanto. No, no, y mil veces no, reconozco que es inaceptable el uso de unas palabras tan fachosas y como expiación prometo escribir de rodillas el resto de este artículo. Como de rodillas escribiré, ya desde el inicio, cuando ocasionalmente me atreva, ¡osado de mí!, a cuestionar la versión jurídico-fiscal del horroroso atentado del 11-M. Sí, esa que es considerada poco menos que categórica por el mundillo de “librepensadores” a los que no les mueve algo distinto a la fobia contra otros intelectuales de mayor rango o se hallan mediatizados —en la cueva de Alí Babá, el que menos acaba de raterillo— por quienes llevan la iniciativa del “ataco y así gano notoriedad”. ¡Ah, si la envidia fuese tiña…!
Y hablo de la versión jurídico-fiscal, ya que es evidente que no existe una versión gubernativa como consecuencia de que no interesa en absoluto profundizar en el tema, porque Zapatero dejó bien sentado que todo se sabía ya del 11-M. Y si lo dice ZP, ¡palabra de Dios! De ahí que un juez instructor bastante cerrado en banda —lo de banda entiéndase como se quiera— y una fiscal entregada en cuerpo y alma a los dictados que su escala de mando haya decidido, y en ello están, que sólo un grupeto de moritos venga a ser responsable del horroroso atentado que cambió el gobierno y lleva camino de cambiar el régimen. Un cambio a mucho peor, por supuesto, del que hay una parte generosamente beneficiada, la social-separatista, que ante el juicio del 11-M se palpa la ropa, pone cara de circunstancias y viene a decir lo mismo que los niños pequeñitos cuando son pillados con los trozos del jarrón a sus pies: ¡Yo no he sido, esto siempre ha estado así! Y claro, hay quien lo cree —ellos sabrán la causa— y declara “conspiranoico” a todo aquel que lo ponga en duda. Total, por un cambio de régimen de nada.
Pues no. Incluso si al final resultase sentenciado “al dente” (de aquella manera) que el ideólogo de la masacre surgió exclusivamente de las filas de los moritos y que ni la ETA, ni la catacumbas de Interior-Defensa, ni ningún país vecino tuvieron nada que ver en ello, es obligación de cualquier persona no adscrita a militancia, o sea, alejada del interés privativo, mantener abierto el deseo de conocer la verdad más allá de toda duda razonable. A menos, claro está, que uno se declare independiente de toda ideológica, pero en realidad forme parte de una corriente social de nuevo cuño: los comunicadores social-fóbicos, que son esos tipos con algún talento y mucha fijación, cualidades que destinan exclusivamente a favor de su propio ego y a resaltar la absurda creencia de que el mundo es injusto con ellos y no los merece porque no han logrado llegar a lo más alto de donde se proponían. ¡Animalicos!
Autor: Policronio
Publicado el 24 de febrero de 2007
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