viernes, 18 de mayo de 2018

El socialismo de siempre: La niebla de Drácula

La niebla baja, que algunos llaman la niebla de Drácula, suele ser bastante densa, se pega al suelo o al agua de los ríos en calma y de los estanques y no acostumbra a sobrepasar la cintura de un adulto. En Meteorología a las nieblas se las denomina fenómenos de oscurecimiento. Pasando el oscurecimiento a la política, la niebla de Drácula pueden servir de metáfora cuando un gobierno pretende ocultar ciertas acciones deshonestas.      

Este es un aviso que suelo insertar en determinados artículos: Ante las próximas elecciones generales, he aquí un nuevo episodio de lo que supone un gobierno socialista. Se trata de lo que he venido ejemplificando en otros artículos bajo el título genérico de "El socialismo de siempre". Léalo si quiere refrescar su memoria para no incurrir en el mismo error, cuanto más en esta ocasión, puesto que existen otras alternativas al PP distintas a la de votar al PSOE, como podría ser Ciudadanos y tal vez Vox. A propósito, nunca me cansaré de repetir que hay socialistas admirables (conozco a varios), pero que por desgracia no está en sus manos el control del partido.

La niebla de Drácula 

Me da la sensación de que el juicio del 11-M es un tiro poco menos que al aire y que nos está saliendo por la culata a los demócratas, sobre todo esa parte del juicio que se refiere a la composición de los explosivos y su supuesta contaminación. Que si menos de un 2% de DNT, que si trazos, que si en unas muestras se halla DNT y en otras no, que si unas las custodió Sánchez Manzano y otras la Audiencia o la Guardia Civil, que si bla, bla, bla, que si xiu, xiu… Si uno lee determinada prensa, todo está bastante claro y la versión jurídico-fiscal no se sostiene, de donde se deduce una probable manipulación en la instrucción del sumario o, en el mejor de los casos, una incompetencia pasmosa al aceptarse pruebas adulteradas o falsas de cierta trama policial. Porque, claro, no interesa que se sepa quién se halla detrás de los moritos y el tipo de dinamita usada podría llevar a ello.

Pero si uno se adentra en los argumentos de la parte contraria, nada puede haber más nítido y que refuerce en mayor medida el hecho cierto, planteado taxativamente por la fiscal del proceso 11-M, que solamente se usó Goma2 ECO suministrada por la trama asturiana. De donde a su vez se deduce que los fabricantes del producto fueron unos cochinones que no se molestaron en enjuagar las tolvas donde se iban depositando las siguientes remesas del explosivo Goma2 ECO, remesas que se contaminaron de DNT porque de ecológico (ECO) tenía lo justito. Lo que lleva a la certeza incuestionable (¡!) del carácter conspirativo de quien no comparta la teoría de ese “big bang” contaminante. Unos y otros, para más inri, se acusan de falsedades y mientras tanto se escapa a chorros la verdad y nos alejamos de lo fundamental, que es el descubrimiento de la mano negra que diseñó la masacre con el propósito de alejar al Partido Popular del gobierno.

Se llenan miles de páginas en Internet y de papel, se editan algunos libros apuntando hacia una y otra dirección, libros que a la media hora han quedado obsoletos y en los que se advierte la razón crematística de su edición. También sucede algo que sí parece realmente grave: se están comenzando a enfrentar entre sí grupos de personas demócratas, cada uno de ellos convencido de que su ética es la correcta, que hasta ahora tenían notoriamente claro que el problema se corresponde con un único nombre: Zapatero. Dice un refrán popular que “oveja que bala 'bocao' que pierde”. Y eso es exactamente lo que nos está pasando a los liberales, que balamos más de la cuenta en temas menores y arcangélicos, como el de los componentes de los explosivos y las diversas teorías que de ellos se derivan. Mientras, por supuesto, la Progresía debe estar partiéndose el pecho de risa a nuestra costa. Lástima que algunos polemistas del ala liberal no aprecien que el Poder nos está soltando una verdadera cortina de humo apestoso para que, entretanto, no veamos las fechorías continuadas del régimen zapaterino. Y es que nosotros los demócratas, tiene guasa, no cesamos de discutir a brazo partido sobre si el humo es blanquecino, gris claro, gris oscuro o gris mediterráneo en días de cielo nublado. ¡Madre del amor hermoso!

En cierta ocasión escribí algo sobre la posibilidad de contemplar todo el valle y tratar de imbuirnos —detalle a detalle, fechoría a fechoría, arbitrariedad a arbitrariedad— acerca de la necesidad imperiosa de desalojar del poder al golpista Rodríguez. Un golpista que no cesa de conculcar nuestra Constitución —para muestra el nuevo estatuto de Cataluña— y que nos lleva al peor de los despeñaderos posibles: la fragmentación de España, probabilidad sobre la que incluso el ministro serbio de exteriores ha alertado con la siguiente frase: “La eventual independencia de Kosovo podría sentar un precedente en Europa y conducir a la secesión de varias regiones europeas, entre ellas al menos 'tres seguro' en España”.

Pues bien, las interesadas polémicas a las que los demócratas estamos entrando al trapo, y en las que nos bombardeamos a menudo con “fuego amigo” por un quítame allá si mi ética lava más blanco que la tuya, decididamente introducen la “niebla de Drácula” en el valle de la política y nos pilla a todos sumergidos de cintura para abajo en ese fenómeno meteorológico de oscurecimiento, lo cual impide que distingamos si nos han vuelto a coger con las bolas al aire. Eso sí, los totalitarios zapaterinos no cesan de cabalgar a horcajadas de unas monturas evidentemente desbocadas.

Creo, al menos lo creo en el momento de escribir estas líneas, que las personas decentes a las que les gusta opinar sobre política deberían ser capaces de contemplar todo el valle. Bastaría, quizá, con que lo intentasen. Cuando uno dispone de un objetivo claro, como es abatir a la Bestia dañina, lo último que debe hacer es polemizar con el compañero de caza sobre si su munición está homologada por el filósofo de turno y responde a un calibre piadoso para que mate lo imprescindible. Es como si nos pasásemos la vida discutiendo acerca del color de la cartera de cuero en la que el coronel Stauffenber introdujo la bomba para atentar contra el genocida Hitler. Que conste que ese tipo de planteamientos morales no está de más a priori, es decir, me parece correcto tratar de dilucidar en qué lado se halla la verdad de cuanto aconteció en el 11-M, pero discutir eternamente sobre los componentes del arma asesina o sobre si tal furgoneta se usó aquí o allá, mientras la Bestia se escapa ladera arriba, es hacer méritos para quedar unas cuantas legislaturas bajo sus garras. Y eso me parece de una torpeza extremada, sólo al alcance de una derecha española que nunca ha sabido ver todo el valle y siempre ha polemizado en lo relativo el tipo de munición.

No me interesa para nada algo distinto a conocer quién dio la orden de atentar contra la vida de mis compatriotas. Pero si no llego a saberlo, no pasa nada. Porque ya sé, de sobras, que la izquierda zapaterina y el separatismo aprovecharon el atentado del 11-M para hacerse con el poder mediante la agitación callejera y mediática. Y eso es algo que conservaré en la retina mientras viva y sobre lo que ningún tribunal podrá fallar en contra. Es más, incluso si no supiese que ZP llegó al poder conculcando la ley y arengando vía SMS a sus huestes para que se incumpliera el período de reflexión, seguiría pensando que el más importante objetivo de cualquier demócrata es expulsar a un fulano así del poder. Y la razón es bien simple, no hay día en el que este hombre o alguno de sus ministros no hagan nada que no debilite el bienestar y la armonía del conjunto de los españoles.

Decía Cicerón: “Casi siempre, a las acciones de los malvados las persigue primeramente la sospecha, luego el rumor y la voz pública, la acusación después y, finalmente, la justicia”. Si se hiciese caso a cuantos propugnan que no se desaten sospechas, rumores o voces públicas contra lo que se ha convertido en un régimen pernicioso para los españoles, jamás podría llegarle a ZP la justicia de las urnas. Luego fijar nuestra atención en detalles nimios del proceso sobre el 11-M, es hacerle el juego a los propagadores de la “niebla de Drácula” y convertirnos en cómplices de sus deseos de impunidad. A fuer de ser reiterativo, destaco finalmente un pensamiento de Faulkner que le viene como anillo al dedo al golpista que nos manda: “Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”. Así, pues, en la confianza de que todo irá a peor si no expulsamos al malvado del terreno de juego, no sería mal asunto encomendarnos a este otro pensamiento clásico: “Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen”.

Autor: Policronio
Artículo revisado, insertado el 27 de febrero de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal

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