Siempre se ha dicho, con muy mala intención, que la mujer más guapa de España era un hombre: Bibí Andersén. Al respecto, siempre he tenido mis dudas, pues siempre he pensado que la mujer más guapa de España era mi parienta, antes mi madre y mis hermanas y lo de después es cosa de la doble vida y no es cuestión de airearlo.
Y también siempre se ha dicho, con muy buena intención, que el ciudadano-contribuyente-votante paga y el Gobierno le protege contra toda forma de delincuencia y delincuentes, poniendo su pecho por bandera, aun cuando sea en persona de agente de la Autoridad competente, por supuesto.
Y estando en éstas, puede pensarse que el último valladar de la seguridad del ciudadano-contribuyente-votante frente a la delincuencia y los delincuentes será el Gobierno y sus agentes y, por lo tanto, el primer muro a derribar por la delincuencia y los delincuentes para acceder a la jodienda de la tranquilidad del ciudadano-contribuyente-votante será el construido por ese Gobierno y sus agentes, tan repetidos, como ninguneados.
De modo que, entre costaleros, los campanilleros, cruces de guía, cetros, carrera oficial, carreras para acá y para allá, en procura de estar donde hay que estar, relajo de Semana Santa dedicada al Culto, la devoción, el potaje de bacalao y las torrijas, amén de estar un rato más de la cuenta con los amigos, resulta que vengo a enterarme de que los delincuentes le perdonan la vida al Gobierno y Asociados, con tal de cobrársenos la nuestra con total impunidad —la Fiscalía va de “niños del coro”— mientras el Machaca de la Cosa sestea junto a los patos, el tío del acosador se marca un son en Tropicana y la Vicevogue le riñe a los “estreñíos”, a cuenta de la igualdad de derechos entre las mujeres muertas y los hombres vivos.
Y si sólo fuera eso… Hoy, Jueves Santo, tendré que convencer a mi cuñada la guapa y medio comunista, de que lo que gastan las Hermandades en la preparación de los Pasos de Semana Santa crea y sostiene empleo, a la marchosa medio rojeta, hija de Guardia Civil, como Carod —¡como está el cuerpo!, también el de mi cuñada—, de que si quieres espectáculo tienes que gastarte la pasta en adornos y a la del Opus, que tu marido será muy guapo, pero es más soso que el chófer del Papa, sin ofender, que no te lleva a las procesiones por no excitarse.
Por lo tanto, y en procura de alcanzar cierto nivel de felicidad homologable por encuesta en la tierra de comisión-promisión, previo pago del tres por ciento, me propongo tres tareas, tres, para estos días de asueto, frío y mesa camilla: Leer las obras completas de Pepiño Blanco —Pepino para el corrector de Word—, lo mismo respecto de las de Caldera, y repasar en DVD uno a uno los movimientos de Sharapova, realizados justo antes de conectar un punto ganador, mediante revés paralelo. Todo ello, en procura de cargarme de razones para pedir la pronta ilegalización del Partido de Llamazares, por servir de mantenedor de una ideología, cuya praxis se llevó por delante más de cien millones de seres humanos, y que generosa e ingenuamente fue invitado a participar en una fiesta que, treinta años después le viene corta.
Porque, a lo mejor ya va siendo hora de que, efectivamente, nos tomemos en serio eso de la necesidad de repensar la Transición, como subliminalmente nos propone la izquierda, y no para volver a una situación de iniquidad, sino para poner de una vez y para siempre las bases de una verdadera Democracia, Liberal y Capitalista sin Mafias. Y a lo mejor, es el principio del fin del caos. Una Democracia, donde los amigos del Gobierno no tengan carta blanca para matar a la oposición. Y, en consecuencia, una Democracia, donde la oposición no tenga la necesidad de rebelarse, con las armas en la mano, contra el Gobierno.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 5 de abril de 2007
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