jueves, 24 de mayo de 2018

Cachorros en el Palacio de Justicia

Las manifestaciones nacionalistas ante los tribunales es moneda corriente en el País Vasco.

No se hizo la miel para la boca del asno, ni siquiera para aquellos que tienen Rh negativo o son capaces de contonear alegremente el cuello como la oca vasca. Tampoco se ha hecho el Derecho para los lobos, ni para sus cachorros, y empezamos a dudar de para ciertos señores respetados y respetables por su encarnación institucional.


El símil del árbol y las nueces, que ya le dio título al ensayo político escrito al alimón entre Carmen Gurruchaga e Isabel San Sebastián, se ha quedado corto. Porque el carnaval dura hasta que llega el miércoles de ceniza, y una vez entrados en cuaresma las cartas se ponen encima de la mesa. Hasta ahora la Iglesia enferma que peregrina, aunque mejor sería decir que deambula, por las provincias vascongadas podía catalogar la actitud del PNV como pecadillos veniales y se resumía en la condescendiente frase de Arzallus: “los chicos de la gasolina”. Esos cachorros que venían de las familias bien, nacionalistas de toda la vida, les hacían al PNV un trabajo magnífico para que al día siguiente se pudieran mojar el dedo y señalar a la justicia española como inquisidores de la libertad del pueblo vasco.

En mi pueblo se dice que quien se acuesta con cortijeros se levanta mojado, y quien se encama tanto y tan prolongado con una banda de macarras asesinos, sabe que el Sol va a salir por Antequera tarde o temprano. O bien pasarán la notita con la facturación desglosada, en el caso de que los sueños húmedos de Sabino Arana arriben a un escenario tan fantástico como miserable, o bien ellos mismos se convertirán en agentes de la Kommitern  al servicio de la Lehendakaritza y las máscaras del carnaval abrirán la veda para que ya ni la Iglesia vasca pueda considerar venial su actitud.

Ahí han estado, pretores de una raza, acompañando al Lehendakari los cachorros nacionalistas a las puertas del Palacio de Justicia. Y como todo nacionalista tarde o temprano acaba sacando el tigre que lleva dentro, la han emprendido a palos con los miembros del Foro de Ermua, en nombre del Rey Sancho. Ahora el árbol lo menean juntos padres e hijos, los chicos de la gasolina y los niños bien del barrio viejo, son dos patas de una misma mesa que siempre estará coja. No se hizo el Derecho para los bárbaros, tampoco las salas de audiencias para los juegos; ni siquiera para los refinados aizkolaris.

Autor: Gonzalo J. Moreno (Firmas invitadas)
Publicado el 27 de marzo de 2007

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