La parte más nauseabunda de la progresía ¿española? sigue haciendo caja con el mito del excelente poeta Federico García Lorca. Uno de los representantes típicos del catalanismo intolerante, Pepe Rubianes, ha montado un "chow" titulado "Lorca somos todos". Nosotros, a los que no nos duele prenda alguna para reconocer la valía literaria del escritor, ni tenemos reparo alguno en condenar su trágica muerte (como la de decenas de miles de españoles que murieron fusilados en los dos bandos de la guerra civil), sí que tenemos que subrayar (y aquí hablo en términos estrictamente personales, como Smith) una cosa:
Que, a pesar del respeto que me pueda merecer Federico García Lorca, yo no soy Lorca porque Lorca era militante activo (1) del Frente Popular. Y yo no soy frentepopulista. Ni republicano-izquierdista, ni jacobino, ni socialista, ni comunista. De ahí que no me preste ni un segundo al juego del victimismo lorquiano. Porque yo no soy Lorca, como tampoco Lorca era Muñoz Seca, fusilado por los camaradas de Lorca en Paracuellos del Jarama.
Y es que uno empieza a estar cansado de tanta demagogia barata. Miren, en la España previa al levantamiento del 18 de julio de 1936, en los mítines del Frente Popular, con asistencia no sólo de comunistas, sino de socialistas y republicano-izquierdistas, el telón de fondo de muchos teatros y plazas de toros estaba decorado con retratos de Stalin, Lenin, Trotsky y otros dirigentes soviéticos. Marxistas, por supuesto. No conozco un sólo mitin de la CEDA ni del Bloque Nacional en el que se pusiera como telón de fondo los retratos de Hitler, Goebbles o Himmler. Y miren lo que habían matado unos -los soviéticos- en 1936 y otros -los nazis-.
Y otra cosa: en la España del Frente Popular, la de Lorca, durante la guerra civil, hubo chekas y otros instrumentos de represión importados directamente de la URSS. Que se sepa, en la España nacional, que también fusilaba, no hubo cámaras de gas. Decimos todo esto porque escuchando a algunos políticos, historiadores y periodistas, da la sensación como si unos (los "buenos") fueran unos demócratas impolutos, mientras otros (los "malos") fueran unos fascistas de tomo y lomo dirigidos desde Berlín o Roma.
Pues bien, como decimos, Lorca no somos todos. Quede claro. Ah, y mucho menos desde que un insultón barato se ha dedicado a insultar a nuestra Patria, España, y dirige una obra bajo ese título.
(1) Rafael (Alberti) sintió hasta su vejez la idea de que era él, militante activo del Partido Comunista, quien debería haber muerto en la guerra. Pero se trataba de una culpa innecesaria. Y añade, a propósito de Lorca que: Como republicano, discípulo de Giner de los Ríos, director de La Barraca, defensor público del Frente Popular y voz crítica de la peor burguesía de España, el autor de Mariana Pineda tenía motivos de sobra para ser ejecutado sin juicio por los militares rebeldes de 1936.
Autor: Smith
Publicado el 7 de septiembre de 2006

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