El Mundo, en sus páginas de Madrid, titula: El PSOE denuncia que existen todavía 360 calles que recuerdan la dictadura franquista. Y en el antetítulo pone: Exige a Gallardón su cambio inmediato.
La noticia viene acompañada de una encuesta y del listado [pdf] de las calles cuyo nombre el PSOE quiere borrar. Con el nombre de las calles se incluye una breve explicación del origen de cada una de ellas.
En el referido listado -que no tiene desperdicio y que me parece muy recomendable leer- se incluyen los nombres de muchos inocentes asesinados por el terror izquierdista en Madrid, durante la Guerra Civil y previamente a ella. Calvo Sotelo o Mártires de Paracuellos, son nombres de calles que quieren borrar. También la calle de Pedro Muñoz Seca, una pequeña callecita que hace esquina a la calle de Alcalá.
Se ha mencionado en unas cuantas ocasiones a Pedro Muñoz Seca en Batiburrillo, por ejemplo aquí, especialmente por parte de Smith. Han servido para recordar el sectarismo de tantos rubianes que nunca han esbozado una mínima condena por el asesinato del autor de La venganza de Don Mendo. Y es que estos días, en Madrid, quienes orgullosamente defienden a los asesinos de Muñoz Seca, han dado un paso más en su infamia; ahora quieren borrar el nombre del asesinado.
Ana Nuño, desde las páginas de la revista Letras Libres, da un buen repaso a lo que significa la Memoria Histórica. Recomiendo leer el artículo. Ana Nuño, por cierto, está con Ciudadanos. Se decía aquí en estos días que Ciutadans escora hacia la banda de babor. Mejor, eso hace albergar esperanzas, pues permite ver que no todos en la izquierda son rubianes y que hay buenas gentes con las que disentir, o acordar, civilizadamente.
Y el primer acuerdo al que yo quisiera que se llegase es el de que Madrid dedicara una calle a uno de sus más admirables héroes: Melchor Rodríguez. Ahora que los rubianes del PSOE intentan atizar el odio guerracivilista, borrando el recuerdo de los asesinados por el terror sectario de los suyos -esos de quienes se declaran continuadores-, creo que debe oponérseles el edificante ejemplo del anarquista que arriesgó su vida para salvar la de sus enemigos y que, cuando murió y fue enterrado en Madrid, en 1972, recibió el homenaje de sus camaradas -él nunca dejó de ser anarquista- y el de sus antiguos enemigos franquistas.
Tuvo que ser muy extraño oír cantar A las barricadas en presencia de los jerarcas del régimen, que acudieron a rendirle un último homenaje al Ángel Rojo, el verdadero héroe -éste sí, sin ironías- de Paracuellos. Y es que aunque estaban en las antípodas ideológicas, compartían humanidad, al menos. Eso de lo que carecen quienes quieren hacer olvidar a las víctimas mientras homenajean a sus verdugos.
Autor: Tin Morín (Firmas invitadas)
Publicado el 15 de septiembre de 2006

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