Por la mañana temí absurdamente lo peor al leer en las páginas de Televisión de El Mundo lo que parecía la presentación de la última de las comparecencias públicas de la secta indocumentada del hay motivos, del nunca mais y del no a la guerra. Del queremos saber la verdad y demás eslóganes diseñados para ser repetidos por primates (dicho sea sin ánimo peyorativo, pues afortunadamente y gracias a las labores de nuestro Parlamento, su entidad humana, tras larga lucha, quedó reconocida políticamente) sin capacidad de autocrítica. Productos de la selección natural de las izquierdas que proporciona ejemplares con prodigiosa memoria selectiva a los que el concepto de la analogía les fue extirpado, impidiéndose así nuevas astracanadas que bien podrían haberse organizado con ocasión del ahora añejo incendio de Guadalajara, bien con ocasión de la reciente y triste muerte de uno de los soldados que estepais tenía en Afganistán, o con las cada día más preocupantes conclusiones que cualquier alma cándida ha de maliciarse si sigue las investigaciones del 11M.
Cuan extraño resulta dicha concertación pues hoy, igual que bajo gobiernos anteriores, encuentran rebosantes de alimento sus majadas y pesebres y por tanto ahora no hay motivo para comenzar otra de sus soviéticas y ponzoñosas campañas de manipulación. Todo está como desean: el nada humildemente autodenominado mundo de la Kultura sin una sola voz discrepante, y con toda posibilidad de oposición asfixiada con los gases paralizantes de la todopoderosa jerga guerracivilista resucitada (facha, fascista, franquista...etc) que se aplican a todos cuantos no comparten sus opiniones. Como muestra de ello confronten tal afirmación con el artículo titulado Desmontando a Pío Moa que, al margen de toda suerte de descalificaciones sectarias que hoy se enarbolan al mismo estilo que el medieval ¡hereje!, ¡hereje!, nada desmonta y, contra su intención manifiesta, refuerza todas y cada una de las conclusiones del escritor de historia más leído de España. Por otra parte, y una vez eliminada cualquier posibilidad de discrepancia, el suculento pastel económico del cine y la televisión puede repartirse con tranquilidad entre los afectos a la causa, hoy algunos residentes en el Barrio de Salamanca, por donde no es difícil verles pasearse, con coches de marca.
Acusan de sectaria e intolerante a la Iglesia Católica. Pero en ella existen voces discrepantes entre sus fieles que son hasta capaces de usar el condón en contra de las prescripciones doctrinales del Papa. Frente a ello, entre los acusadores de sectarismo e intolerancia, entre nuestros mal llamados intelectuales, ni una sola discrepancia se alza contra el dogma oficial.
Pero ¿qué les falta? Pues les falta cumplir con el deseo siempre presente entre los Dictadores del Proletariado, que no es otro que el de trasladar su onírico mundo del pensamiento único a toda la sociedad, para lo cual resulta imprescindible una nueva y calculada campaña de Modificación de la memoria. La Transición (a la que en breve deberemos comenzar a denominar Primera Transición) consistió en olvidar, hasta el punto de sentar en unas mismas Cortes a altas personalidades del Régimen frente a conocidos frentepopulistas, ninguno de ellos precisamente libre de culpas. Olvidemos nuestros crímenes, que nos avergonzaron a todos como pueblo, y caminemos adelante pareció la consigna de aquel periodo. Y así comenzó el pueblo español a andar (esta vez sí, el Pueblo Español, tantas veces apropiado y manipulado), y esta vez sí fue con luz y taquígrafos victorioso en unas elecciones que aprobaron una Constitución, no perfecta desde luego, pero con clara vocación de moderación y concertación y sin pretensiones aniquiladoras como si se dieron en otras conocidas de nuestra historia reciente. Esta vez sí, los resultados electorales se conocieron y se archivaron. No se perdieron como los de aquellas oprobiosas elecciones de 1936, de las que aún no es posible, al parecer, conocer el resultado exacto.
Internamente la segunda Transición requiere el juicio y la condena, no de todo un periodo histórico sino sólo del papel de la mitad de los Españoles: LOS MALOS. Consiste en, al grito de ¡hereje! ¡hereje!, ganar la guerra y barrer del mapa a los discrepantes, pues tales formas han resultado en el mundo de la Kultura. De ese modo nos dirigen hacia el paraíso del que ya disfrutan nuestros líderes carismáticos: los actores, directores y demás incapaces desmontadores de Pío Moa, que ya han logrado el primer paso de su silenciosa revolución: el canon de la creación intelectual, el único Tributo que se ha conseguido imponer a los Estados, en una especie de nuevo diezmo medieval, que, como aquél, sólo beneficia a una nueva oligarquía.
Los documentales como el conducido ayer por un conocido integrante de la Nueva Oligarquía, D. Manuel Gutiérrez Aragón, llevan a ello. Siendo el tema a tratar el maquis y en una entrevista a un adorable anciano testigo y sufridor de aquellos desgraciados días, mientras paseaban por el cementerio en el que yace enterrado el infausto juanin comenta el anciano el miedo que se tenía a los cuarteles y comisarías. Ante tal comentario el susodicho líder carismático le pregunta capciosamente ¿Y qué pasaba en los cuarteles de la Guardia Civil? y el anciano le contesta pues que pegaban a uno.
La verdad histórica que encierra la contestación no quita ni un ápice lo capcioso de la pregunta que sólo pretendía atraer la contestación a las muy parciales intenciones del oligarca. Verdad histórica que debió quedar completada, junto a tan interesante entrevista, con otra que debió hacer a algún testigo o familiar de los asesinados en Paracuellos -paseando entre sus inquietantes siete fosas-, o a algún superviviente de las decenas de checas que la izquierda tuvo en Madrid.
Ah y esto no es nada, pues en los capítulos venideros se tratarán las matanzas de Badajoz, y se desenterrarán algunos huesos...
Autor: Melchor
Publicado el 18 de julio de 2006
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