Lo cierto es que, tras la amable invitación de Batiburrillo, estaba dando muchas vueltas a cuál iba a ser el tema de mi primer artículo. Desde hace tiempo, todos aquellos a los que nos preocupa el devenir de nuestro país y que, en absoluto somos bajitos, morenos, con bigote recortado y camisa azul; todos nosotros, decía, estamos en permanente estado de cabreo por la deriva hacia ninguna parte a la que nos lleva el Presidente por Accidente de solo una parte de los españoles. Si solamente se tratara de la habitual demagogia progre sobre modelos de gestión, nos tendríamos que aguantar y no pasa nada, pero asistir al desmantelamiento de España, la confrontación sectaria en la que se nos ve a los demás como enemigos antisociales y los pasos decididos hacia un cambio revolucionario por la puerta de atrás es algo ante lo que no podemos permanecer ni indiferentes ni pasivos.
Con dolor en la úlcera estaba iniciando el artículo, cuando llegó el día de la oferta de E.On por Endesa. Reconozco que hacía tiempo que había perdido la sonrisa, cuanto más la carcajada, pero no podía por menos que tirarme por el suelo de risa al ver la cara que se le quedó a Montilla y a ZoPilote. ¡Oh, qué aspavientos!, ¡qué profesiones de españolidad sincera las de Mas y Carod!, ¡qué balbuceos! Sin embargo, hay que agradecerle a este momento feliz el que nos haya proporcionado la verdadera fotografía del socialismo español y sus corifeos: ¡son niños!, ¡son como niños!
Hay una etapa en la infancia, previa a la formación de la persona (o a la deformación si se aplica la asignatura de Educación para la Ciudadanía), en la que predominan los impulsos primarios, casi comparables al lenguaje lógico de la programación: “si”, “no”, “1” o “0”. Esta etapa, decía, es la que parecen sufrir nuestros desgobernantes; se quedan sin el caramelo y comienzan a patear y a desbarrar para quedárselo; se aplicarán todas las estrategias necesarias para obtenerlo, no importa las consecuencias ni lo que tengamos que romper en nuestro camino o los otros niños a los que se pegue, solo importa el objetivo inmediato (“como sea”). Conclusión: he ahí el verdadero carácter del niño, ¡vamos! Ni en Kodakchrome.
“¿No querías volver a Europa, niño?”, pues toma dos tazas. Afortunadamente formamos parte de un grupo de países en los que, cierto es, están dominados por el correctivismo político, pero con asuntos de dinero no suelen cometer la tontería de jugar, a diferencia de nuestro niño con cara de bobo solemne. “Ya, pero lo que tu quieres es que otros niños de fuera se queden con el caramelo”, nos dice el loco bajito éste (ya lo dijo el genial Gila) y es entonces cuando nos entra el arrebato paternal de desesperanza y contestamos bruscamente porque no nos queda otro remedio: “Pero imbécil, si los niños de fuera ya son dueños de casi medio caramelo”. Nada, ni caso. A veces, pensamos que el gag de Woody Allen en “Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo…” tiene un fondo de verdad, es decir, que existe una relación entre la excesiva masturbación a edades tempranas y la dedicación a la política. Todo esto, a pesar de que nuestro niño tiene una edad mental de cuatro años.
Pero siendo todo esto risible, no debemos olvidar aquello de que “quien con niños se acuesta, mojado se levanta”, y este es el corolario, el maldito corolario: que al final, vamos a terminar todos mojados por culpa del imbécil del niño.
Autor: JordBcn
Publicado el 19 e marzo de 2006
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