El juez Hidalgo, que condenó injustamente a los policías del falso caso Bono en una sentencia estrafalaria, ha quedado con el culo al aire. |
El asunto de los tres policías condenados es mucho más grave de lo que parece, mejor dicho, es mucho más significativo de lo que el gobierno socialista admite mediante el cese fulminante de un esbirro llamado Constantino, al que sin duda pusieron en Madrid estimando su condición sumisa y para ciertos trabajillos inmorales, como por ejemplo dividir por diez el número de manifestantes contra la aberrante política gubernamental. La gravedad del caso es evidente si se considera que una orden de semejante calado arbitrario, que los propios policías declararon ilegal para negarse a cumplirla, no puede proceder de un cargo político de tercera fila como es el delegado del Gobierno, equiparable como mucho a director general. No, probablemente la orden la dio el propio ministro de Interior —parece mentira que haya sido juez— y además obedeciendo a su vez una decisión delictiva que procedía de alguien que ha demostrado su carencia total de escrúpulos en numerosos ámbitos.
Digámoslo claro: Creo que fue ZP quien, para congraciarse con Bono, atraérselo a su cuerda sin importarle que mediase el delito y de paso hacerle una faena a Rajoy —poco le importan los asuntillos menores al que quiere subvertir de arriba abajo la Constitución—, dio las instrucciones necesarias para que a los manifestantes del PP los procesaran y les fuese aplicado un escarmiento ejemplar, no tanto por la decisión judicial que habría de llegar en su día, como por la inmunda prensa adicta que se encargaría de difundir y reiterar el resultado a los cuatro vientos. Ya que no olvidemos que, por el mismo precio, se procesaba al Partido Popular en general y a las Victimas del Terrorismo en particular. No tengo ninguna duda, es el estilo inmundo de ZP, tan amigo de pactar con cualquier radicalismo por más ilegal y sinsentido que sea. Es la continuación de la política delictiva que siempre ha desarrollado el socialismo en España, desde hace más de 100 años. Es la desastrosa era ZP, el golpista y traidor a la patria española, que se inició varios años antes del 11-M, en aquellas orgías callejeras que anunciaban ya con qué clase de totalitario nos las habíamos de ver, y que no dudó en ordenar también —así lo creo vehementemente— el asedio de las sedes populares en el periodo de reflexión.
Porque este es el caso más claro que conozco de un gobernante que no le importa en absoluto asociarse al delito con tal de hacer su santa voluntad y llevar a una nación multicentenaria, de 44 millones de personas, hacia lo desconocido. Si ZP tuviese un proyecto definido, en el que, a diferencia de esa fanfarria hueca que vierte en sus palabras, buscase el bienestar del conjunto de la sociedad, no tendría sentido tanto pacto contra natura cuando el PP, ya desde muy al principio, le ofreció un razonable acuerdo de gobernabilidad. Pero no, este fulano radical no tiene proyecto alguno que no esté basado en el rencor, el revanchismo y la asociación de malhechores. Unos malhechores perfectamente dispuestos a ocupar el poder y a mantenerse “como sea”, tanto en el gobierno de la Nación que se extingue como en esas otras naciones que quiere alumbrar —otra acción directamente imputable a él— en contra de la opinión de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Unos malhechores que no dudan en asesinar compatriotas, como se ve nítidamente que hicieron en el 11-M los integrantes del llamado GAL-2, desde esas cloacas socialistas que Aznar no quiso limpiar. La pregunta de hoy sería: ¿Guarda relación la sentencia contra los policías con los atentados del 11-M? Sí, el común denominador es que una parte del PSOE, sin duda la peor, está detrás de todo ello. Es su estilo característico de siempre.
Publicado el 10 de mayo de 2006
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