sábado, 10 de marzo de 2018

Defensa de la lengua española-II

Idioma español en el mundo: 572 millones en 2018. Datos e imagen de Wikipedia. 

Pues bien, frente al evidente menosprecio de los que niegan la existencia de España, o incluso de una “cultura española”, queremos traer sólo un poco de historia. El idioma español es hoy hablado por unos 425 millones (572 millones en 2018), (332 millones como lengua materna, 437 millones en 2018), lo que le permite situarse en el cuarto puesto mundial (segundo puesto en 2018), sólo por detrás del chino, del inglés y del hindi. El español puede ser considerado, con razón, una de las lenguas globales, de auténtica “cultura universal”, capaz de infiltrarse por las distintas naciones políticas y “culturas particulares”. El español es idioma oficial, además de en España, en una veintena de naciones americanas y en Guinea Ecuatorial. También se encuentra ampliamente implantado en los EE.UU, en Belice (donde es conocido o hablado por el 70% de los habitantes) e incluso en Brasil. Estos y otros datos pueden leerse en la enciclopedia libre Wikipedia, que cuenta ya con más de 100.000 artículos en español. 1 394 992 artículos en español en 2018.


Nadie puede poner en duda que el idioma español es hoy, pues, la auténtica koyné de la comunidad hispánica, vehículo de comunicación y cultura de los españoles o hispanos de “ambos hemisferios”. Quien desee saber más sobre la situación del español en el mundo, puede hacerlo repasando hoy los informes anuales del Instituto Cervantes.

Aunque algunos aún prefieren hablar de “castellano”, con preferencia a “español”; de hecho el “idioma español” había desbordado incluso antes del siglo XVI los recintos propios del área castellana, consiguiendo su plena unidad lingüístico-literaria con el predominio imperial de los Habsburgo. En Italia, como expresa Valdés en su Diálogo de la lengua, leemos: “así entre damas como entre caballeros se tiene por gentileza y galantía saber hablar castellano”. Otro tanto ocurría en Flandes o en Francia. Carlos I, que vino a España rodeado de consejeros flamencos, desconocía el idioma y las costumbres españolas. Pero pronto llegó a apreciar al español, que era el idioma que decía preferir para “hablar con Dios” (para hablar con las damas, prefería el italiano, y con los hombres el francés, en cuanto idioma político). Un episodio memorable sucede en presencia del Papa, de cardenales y diplomáticos, el 17 de abril de 1536, cuando en su desafío a Francisco I escoge hablar en español, y no en francés. Ante las quejas de Macon, embajador de Francia, responde Carlos: "Señor Obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida por toda la gente cristiana".

La lengua española, en consecuencia, deja de ser “nostra lingua” (en el sentido de Alfonso X) y es coronada “lengua internacional”. Y así hubiera predominado, incluso en Alemania, como nos cuenta Lapesa (en su magnífica Historia del idioma español) de no haber sido por la abdicación del rey. Juán Valdés dice en 1535: “la lengua castellana se habla no solamente por toda Castilla, pero en el reino de Aragón, en el de Murcia con toda el Andaluzía, y en Galizia, Asturias y Navarra; y esto aun hasta entre gente vulgar, porque entre la gente noble tanto bien se habla en todo el resto de Spaña”.

La lengua española ve su destino, desde luego, vinculado con el Imperio, tal como lo reconoció Nebrija (y Felipe II: “general y conocida en todo lo que alumbra el sol, llevada por las banderas españolas vencedoras con envidia de la griega y latina, que no se extendieron tanto”). No hay motivo para el escándalo, ni para la manía negro-legendaria que recoge últimamente en su libro el gran historiador José Antonio Vaca de Osma. Sucede hoy y siempre lo mismo con todas las lenguas globales y con toda cultura universal. Pero esto no significa, como pretenden algunos canallas disfrazados de lingüistas, filólogos e historiadores, que el idioma español se apoyara exclusivamente en el latrocinio de las culturas, en la violencia y en las armas (y eso suponiendo que pueda existir siempre una "convivencia armoniosa" de las culturas). Leamos lo que dice en 1510 Narciso Viñoles, traductor valenciano de un Suplemento de todas las crónicas del mundo: “osó alargar la mano suya para ponerla en esta limpia, elegante y graciosa lengua castellana, la cual puede muy bien entre muchas bárbaras y salvajes de aquesta nuestra España, latina sonante y elegantísima ser llamada”.

En el siglo XVI se completa, pues, la unidad literaria del español que, como reconocía el mismo Lapesa, y cualquier historiador con juicio, respondía a una necesidad nacional más profunda, aunque no pueda hablarse por entonces de nación política, sino de “monarquía hispánica” o “nación histórica”, al modo de Gustavo Bueno. A la vitalidad continuada del idioma contribuyen desde entonces, hogaño y antaño, catalanes como Boscán, aragoneses como Zurita y Gracián, valencianos como Timoneda, Gil Polo, Guillén de Castro, etc. En fin, la lista es interminable y los ejemplos pueden multiplicarse ad libitum hasta el presente.

El idioma español aún puede ser llamado con razón lengua universal. Una lengua en la que todos nos entendemos, y en la que casi todos queremos seguir entendiéndonos.

¡Viva la lengua española!

Autor: Luke
Publicado el 22 de abril de 2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.