domingo, 25 de marzo de 2018

Crónica desde Stuttgart

 29 octubre 2017. Manifestación patriótica en Barcelona a favor de la unidad de España.

Hace tres años vivimos desde Nueva York el nacimiento de una nueva era política estadounidense. El mismo día que nos tocaba regresar a España, las Torres Gemelas y el Pentágono fueron atacados desde el aire por los terroristas yihadistas y los ciudadanos norteamericanos reaccionaron con unas dosis de encomiable patriotismo que, tres años después, brilla por su ausencia en la ya por entonces decadente España. Cientos de miles de banderas estadounidenses adornaban las vidrieras de los edificios, los cristales de los coches, las farolas, los comercios, etc. Se había atacado a América y los americanos no dudaron en ponerse del lado de su presidente, G. W: Bush para decir a los terroristas que todavía les quedaban otros trescientos millones de asesinatos para poder vencer a esa gran nación, los EEUU.


Ayer se jugó el partido por el tercer y cuarto puesto del mundial de fútbol 2006 en Stuttgart, ciudad donde estamos pasando unos días. Hay que decir, de entrada, que durante todo el mundial, los alemanes tenían apostadas en sus casas millones de banderas y que muchos coches flameaban al aire otras banderolas más pequeñas. Pero la apoteosis futbolera llegó anoche, tras el triunfo (3-1) de los alemanes sobre Portugal. En el propio estadio de fútbol se montó una escenografía increíble. A la calle salieron 250,000 personas que tomaron la ciudad. Un millón de alemanes salieron a las calles a celebrar el triunfo de su selección. Una cosa llamaba la atención por encima de todo. Prácticamente toda la gente llevaba algún elemento con la bandera nacional: collares, pulseras, pinturas, banderas, sombreros, camisetas del equipo... Creemos que la minoría que no llevábamos nada de ésto, es que éramos extranjeros. Una apoteosis colectiva, alegre, divertida y, dicho sea de paso, nada violenta, se adueñó de Stuttgart.

Se comentaba que nunca jamás Alemania había estado tan volcada en un mundial como en este. Natural, porque se celebraba en su propio país y Alemania llegó casi hasta la final. Pero, según nos comentaron varios amigos, Alemania tenía ganas de celebrar algo que demostrase que es una gran nación. Por lo visto, las dos guerras mundiales y el muro de la vergüenza de los Llamazares de turno habían machacado el orgullo del ser alemán. La verdad es que Alemania se había ganado a pulso, con el militarismo prusiano y el nacionalsocialismo hitleriano, buena parte de sus desdichas, pero ahora es otra era y aquí nadie piensa renunciar a su ser, a sus sentimientos, a sus raíces. Este fervor nacional se dejó ver también en el campo, donde bien alejados de los futbolistas de fútbol sala y futbolín que llevó Luis Aragonés a jugar el mundial, los alemanes parecían dejarse todo y más en el campo.

En fin, amigos de Batiburrillo y RedLiberal. Ya ven cómo funcionan las cosas por otras latitudes. Lo mismo da EEUU que Alemania, que la gente tiene bastante claras algunas cosas. En cambio, en España parece que tenemos los días contados.

Autor: Smith
Publicado el 9 de julio de 2006

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