martes, 6 de febrero de 2018

Comparemos sistemas

La imagen de la Alemania nazi recuerda a esos miles de niños que, cada 11 de septiembre o cada cuando interese, se manifiestan uniformados y disfrazados de amarillo o rojo. 

El departamento de prensa alemana (DP), a través de la conferencia de prensa diaria, se encargaba de dar instrucciones concretas -consignas-, de obligado cumplimiento, sobre los contenidos de las informaciones. Además, mantenía un servicio de vigilancia sobre posibles irregularidades de los periodistas, quienes podían verse, así, apartados de la profesión e incluso internados en un campo de concentración. El cierre, la compra y la subvención de periódicos, fueron las armas del Gobierno en su afán de crear un monopolio de prensa. Hablamos de la Alemania nazi, naturalmente.



En 1939, el 43,5 por 100 de la tirada de los periódicos alemanes estaba bajo la dirección de la central editora del partido (Eher); en 1944, se elevó al 82,5 por 100; y, con la compra a Hugenberg de la editorial Scherl en los últimos meses de la guerra, el monopolio llegó a ser una realidad casi total. El departamento de prensa extranjera (AP) debería ocuparse de crear una opinión pública favorable a la causa nacionalsocialista en otros países. Para ello, se prestaba un cuidado especial al análisis de las informaciones emitidas por las agencias de noticias extranjeras, y se vigilaba y asesoraba a los corresponsales destacados en Alemania.

La radiodifusión, que por su importancia propagandística dependía exclusivamente del Estado, pasó en 1933 a ser competencia del Ministerio de Propaganda, donde se creó un departamento que actuaba como central de órdenes de la radio alemana. Con la plena aquiescencia de Hitler, desde sus diferentes negociados, se reprimían las opiniones discordantes; se fijaban las emisiones políticas; se dirigían las realizadas en idiomas extranjeros; se determinaban las horas de actividad; se vigilaban las emisoras extranjeras; se decidía la política de reforma y construcción de nuevas emisoras y la fabricación de receptores; se controlaba el impuesto de radioescucha y el servicio de radioaficionados, etc. Las posibilidades técnicas y psicológicas de la radiodifusión la convirtieron -en palabras de Goebbels- en el arma más afilada de nuestra propaganda. Goebbles abarcaba todo lo abarcable y más.

La cinematografía era, tras la radiodifusión, el medio preferido por Goebbels -de quien se sabe su afición a las películas norteamericanas-, y tomó parte de modo directo en su desarrollo y nueva forma. Lo mismo que la prensa y la radio, el cine poseía en el Tercer Reich el carácter de un medio educativo nacional-socialista, y debía estar, por tanto, sometido a la dirección estatal, para que cada película estuviera influida por las ideas políticas y su proyección supusiera un medio de influir a las masas. El departamento de cinematografía, pues, debería dirigir toda la producción cinematográfica alemana y hacer que asimilara las intenciones políticas del mando superior.

Nota del compilador: Cambien ustedes todos los organismos, departamentos y personajes que se citan de la Alemania nazi y, por muy duro que parezca, encontrarán su correspondiente versión en la actual Cataluña del tripartito, es decir, en el régimen nacional socialista que encabeza Maragall. ¡Y bien que lo sentimos!

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