Algunos comentaristas de Batiburrillo han criticado que aquí se hayan defendido las subvenciones a la Iglesia Católica. Cierto es que el liberalismo aboga por la supresión de las subvenciones de cualquier tipo. Ahora bien, a la altura del año 2005, en la España de las autonomías y de la UE, ¿es realista suponer la desaparición completa del Estado o la existencia de una nación sin estructuras que subvencionar?
Dicho esto, hay que señalar que la Iglesia es la ONG más importante del mundo. No conocemos manera alguna de cuantificar los servicios que a la sociedad presta. En este sentido, e independientemente de las creencias religiosas de los contribuyentes españoles, apostamos por el derecho a colocar una “x” en la casilla de la Iglesia Católica a la hora de rellenar nuestra declaración de la renta. Máxime, cuando muchas otras actividades no gubernamentales, y no digamos nada gubernamentales, están viviendo de los presupuestos generales del Estado. Cuando España deje de cobrar impuestos a los ciudadanos, bien nos parecerá que la Iglesia se tenga que auto-subvencionar completamente. Mientras tanto, si los impuestos están -entre otras cosas- para hacer algo de justicia, bueno será que se valoren las infinitas actividades que la Iglesia Católica realiza desinteresadamente a lo largo y ancho del planeta.
Entendemos perfectamente -faltaría más, la democracia es así- que haya partidos políticos que aboguen por la supresión total de las ayudas a la Iglesia Católica. Que cada cual opine lo que quiera. Pero, en consecuencia, estos partidos no deberían sentirse molestos si la Iglesia llegara a pedir a sus fieles que no los votaran ni en broma. Esto sería igualmente democrático. Si el Estado recauda dinero con determinados fines, entre los que se encuentran los fines sociales, la Iglesia estará en su derecho de percibir una asignación por parte del Estado, que debe comprender la ingente labor social o de mantenimiento de patrimonio que hace. Argumentar que la Iglesia debiera recaudar entre sus fieles, por sí sola y al margen del Estado, las cantidades económicas que necesite, es demagogia pura y dura. Es muy difícil implantar sistemas recaudatorios al margen de los obligados por ley. La gente deja de pagar a la primera de cambios.
El estado no puede cerrar los ojos ante la inmensa labor educativa, social, asistencial o de conservación de patrimonio que la Iglesia hace. Otra cosa es que los impuestos pasaran a ser Historia. En ese caso, nos apuntamos a las tesis de nuestros “comentaristas”. Mientras tanto, mientras se estén pagando burócratas autonómicos, nacionales y europeos, mientras se estén pagando impuestos que se reparten entre otras ONGs, mientras todo eso y mucho más suceda, que se de a cada uno lo suyo. Y a la Iglesia, lo que es de ella. Iglesia que, no lo olvidemos, tanto ha hecho por España y por los españoles.
Autor: Smith
Publicado el 16 de noviembre de 2005
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