Estoy hasta las narices de Montilla. Este fulano representa lo peor de ese conglomerado nacionalsocialista catalán que intenta, mediante el Estatuto, reconvertir a las demás regiones españolas en lo que fueron durante siglos: unos territorios aptos para que la industria catalana adquiriese materias primas a precio de ganga y que luego volvían manufacturadas y con el precio centuplicado. El converso Montilla no es más que la garrapata incrustada por los nacionalsocialistas catalanes en un gobierno de por sí claudicante, torpe y muy interesado en un único objetivo: La permanencia en el poder y la transformación de España en un país de rojos y subvencionados de voto cautivo.
Se trata de un gobierno, el de Zapatero, que no es capaz de ver, dado su alto grado de ceguera, que el nacionalsocialismo catalán no lo apoya porque comparta unas ideas de fondo tan retrógradas como despreciables, sino con el propósito de servirse de él y deshacer cualquier idea de España que sea capaz de enfrentarse a la preeminencia de lo que los nacionalistas catalanes, con la soberbia que les caracteriza, denominan como la comunidad más dinámica, cuando en realidad deberían decir la comunidad más beneficiada por los gobiernos de los últimos 200 años. Valga como prueba la enorme arbitrariedad de los Presupuestos Generales del Estado para 2006, donde la parte del león en infraestructuras va destinada a Cataluña.
Sí, es una simbiosis entre unos políticos aprovechados que jamás renunciarán a ser más que el resto de los españoles, a los que encima desprecian, y un gobierno que está convencido de que para su continuidad necesita destruir cualquier idea de España, algo que a los nacionalsocialistas catalanes les viene al pelo. El inconfesable objetivo es común: el provecho propio, el lucro. Un provecho que pasa por atacar esencias, tradiciones o instituciones centenarias que pueden llegar a impedirles su abuso. Naturalmente, cuando la parte atacada se defiende y argumenta a su favor, la simbiosis entre los aprovechados y los sin escrúpulos, cuyo portavoz en esta ocasión ha sido Montilla, declara que la COPE incita al odio. Ellos no es que inciten al odio, es que destruyen sin piedad alguna cuanto de bueno deseemos conservar una gran parte de la Nación española, comenzando por su mismo espíritu de patria secular.
Montilla es, además, el ministro de industria causante en buena medida de las huelgas de los transportistas y pescadores. El petróleo ha bajado significativamente de precio desde primeros de octubre y nada ha hecho para que esas bajadas, de hasta 10 céntimos por litro de gasoil, repercutan como deben en los precios finales. Ha preferido que empresas mayoritariamente participadas por La Caixa, como Repsol, incrementen sus beneficios notablemente aun a riesgo de asfixiar la economía de España. Otro tanto podría decirse de las recientes subidas del gas, sector también en manos de La Caixa, verdadero patrón de Montilla a quien no tardaremos en verle patrocinado como candidato a la Generalidad catalana. Eso sí, el submarino de la Caixa, ahora en el gobierno socialista y más tarde en Cataluña, no dejará de llevar en la solapa, con el descaro propio de los tipos vendidos o conversos, el logotipo de la estrella azul.
Publicado el 26 de octubre de 2005
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