Siempre fuimos de los que pensamos que la moderación o radicalidad de las personas no iba necesariamente ligada al centrismo o extremismo de sus posiciones políticas. Quizás esta idea nuestra sea "liberal" como pocas pues, al menos, implica un cierto respeto hacia todas las opciones ideológicas, independientemente de su ubicación. A lo largo de nuestra vida hemos comprobado, por ejemplo, la existencia de auténticos fanáticos del centro, gentes que al más puro estilo fascista consideran a la izquierda y a la derecha como visiones incompletas de la realidad. ¿Hará falta citar a algunos de nuestros padres de la Patria que todavía navegan por la alta mar de la política defendiendo el "centrismo" o la "centralidad" con más ahínco que con el que defendían el Manifiesto Comunista los movimientos obreros "modernos"?
Viene esta reflexión a colación de la crítica que se nos ha hecho de la alusión en un post anterior a "la derecha maricomplejines, los liberales ligth y los conservadores vainilla". Parece como si el ser liberal tuviera que ir obligatoriamente acompañado de la moderación, las buenas maneras, el café descafeinado y la sacarina. Y conste que elegancia y buenas maneras son factores positivos a nuestro modesto entender.
Ahora bien. Que nadie nos quiera obligar a tragar con ruedas de molino:
- Aznar pudo tener su etapa de derecha maricomplejines, cuando se levantaba leyendo las Obras Completas de Azaña y se marchaba en helicóptero hasta el Estadio Mestalla de Valencia para darse los baños de masas donde lo hacía don Manuel. Estaba en su derecho.
- Se puede ser un liberal ligth, estilo José Piqué. Talante, doblada de espinazo, palmaditas en la espalda, gel fijador y buenas maneras. Que nadie quede descontento. Ni los ejecutados. Allá con el pelotilla.
- Por otra parte, el típico conservador vainilla puede actuar a golpe de asesores blanditos y dando conferencias en círculos empresariales, cámaras de comercio y universidades. Connecting well-off people. Luego que no se queje de que pierde lo que tenía ganado de antemano.
Pero a nosotros, por favor, que nos dejen ser liberales. Pero liberales a marchamartillo, sin complejos y con ganas de luchar contra viento y marea. Porque el liberalismo, que no es patrimonio de nadie, y mucho menos de quienes escribimos estas líneas, podrá tener derecho a marcar su territorio y defender sus ideas y valores con el coraje que sea preciso. Digan lo que digan y caiga quien caiga.
¿Está claro? Liberalismo sin com-ple-jos.
Autor: Smith
Publicado el 25 de agosto de 2005
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