Era una calurosa tarde cualquiera en la vida de aquellos soldados de reemplazo, que cumplían estoicamente las rutinas de su obligatorio servicio militar a la patria. El simpático y jovial teniente les había conducido hasta unas lomas cercanas al acuartelamiento donde impartirles un poco de su formación teórica de oficial de academia. Como era su costumbre, les permitió relajarse y descansar tumbados a su aire, mientras formaban corro a su alrededor. Los soldados que allí se encontraban preferían con mucho esta actividad a los habituales servicios de guardia, misiones cocineras o las fatigosas evoluciones de instrucción ineludibles e interminables, con el cetme al hombro bajo un sol de justicia. Además, aquél teniente era un gran tipo. Casi un amigo.
«Hoy, os voy a explicar las cuatro preguntas que debe hacerse siempre un soldado, antes de disponerse a ejecutar una orden de avance que se le haya dado en el campo de batalla. Prestad atención monstruos -él solía llamarles así con algo de cachondeo cómplice-, porque son preguntas cuyas respuestas pueden evitar que algún día os vuelen la cabeza por inconscientes, lo que en vuestro caso es algo más que probable. Estas preguntas son siempre de aplicación y útiles en toda situación, pero especialmente en un comando desplegado en guerrilla donde cada uno se halla solo, no tiene a un mando cerca y debe tomar sus propias decisiones».
«Hoy, os voy a explicar las cuatro preguntas que debe hacerse siempre un soldado, antes de disponerse a ejecutar una orden de avance que se le haya dado en el campo de batalla. Prestad atención monstruos -él solía llamarles así con algo de cachondeo cómplice-, porque son preguntas cuyas respuestas pueden evitar que algún día os vuelen la cabeza por inconscientes, lo que en vuestro caso es algo más que probable. Estas preguntas son siempre de aplicación y útiles en toda situación, pero especialmente en un comando desplegado en guerrilla donde cada uno se halla solo, no tiene a un mando cerca y debe tomar sus propias decisiones».
«La primera de ellas, obviamente es ¿adónde?, o sea, que tenéis que saber a qué lugar os dirigís ¡membrillos! De lo contrario acabareis donde no esperáis, pero donde es casi seguro que alguien os estará esperando».
«La segunda es ¿por dónde? Conviene estudiar y conocer el terreno entre vosotros y el objetivo eligiendo la mejor ruta para llegar, eludiendo obstáculos en la medida de lo posible, y aprovechando las características y elementos físicos que puedan favorecer vuestra ocultación al enemigo y hagan más seguro el trayecto. Si vais en línea recta por el camino más corto, lo normal es que os vean venir».
«Una vez sepáis adonde y por donde, tenéis que preguntaros ¿cómo? Reptando, corriendo, nadando o dando saltos si procede. A lo mejor es necesario combinar más de un modo según lo que haya por delante en la ruta elegida».
«Por último, la cuarta pregunta ¿cuándo? No es lo mismo de día que de noche, aunque a veces no se pueda elegir. El factor tiempo suele ser imprescindible para el éxito Además es preciso observar las posiciones y calcular los movimientos del enemigo para escoger el momento adecuado para ejecutar la acción, y poder pasar desapercibido o pillarlo por sorpresa».
«De modo que ya lo sabéis -repitió el teniente mirando por turno significativamente a los ojos de cada uno de los quintos- ¿A dónde?, ¿Por dónde?, ¿Cómo? y ¿Cuándo? Si no lo olvidáis, a lo mejor podéis tener una oportunidad».
Con su voz aguda de trompetilla, el teniente eligió su presa: «A ver..., tú Ismael, haznos una demostración práctica. ¿Ves aquella peña? Te ordeno que vayas hasta allí pero razonando en voz alta las cuatro preguntas que has aprendido».
El pobre Ismael era un chaval analfabeto que solía contar que su padre, labriego y analfabeto también, allá en su aldea en la montaña, le obligaba a sacar agua para regar durante todo el día prácticamente sujeto a una noria, pues el burro que tenían lo usaba el padre para otras labores más inteligentes. El pobre muchacho era pues bastante bruto, lo que no impedía que también brillara por su sencillez y hasta por una cierta sensatez que no tenían otros compañeros más cultivados. Sus rarezas, manías y respuestas, habitualmente causaban jolgorio entre la tropa y los mandos, que habían ya renunciado a considerarlo como soldado estándar, tras haber probado con él todo tipo de castigos y correctivos con resultados completamente inútiles.
Al ver que Ismael, no hacía ademán de moverse un milímetro para cumplir la orden recibida y permanecía con la cabeza baja recogiendo y tirando chinitas entre sus pies, el teniente le increpó de nuevo: «¡Ismameeel! ¿Me has oído? ¿Qué parte no has entendido? ¿Tienes alguna pregunta que hacer?».
Saliendo de su letargo somnoliento con una sonrisa bobalicona en el rostro, contestó: «Sí, mi teniente, pero... es que con el calor que hace... ¿porqué? y además... allí no hay nadie ahora ¿para qué?».
Cuando las carcajadas de todos los allí presentes fueron remitiendo, el teniente con lágrimas aún en los ojos e intentando recuperar el control, dijo: «Podéis reíros cuanto queráis, pero vuestro compañero os ha dado una lección a todos. Las cuatro preguntas que yo os he enseñado corresponden a la táctica que debéis conocer en vuestro “oficio”, mientras que las dos que ha hecho él, son pura estrategia. Esta corresponde normalmente a los jefes y oficiales, que deben conocer la finalidad y objetivos causales de la misión, y que posteriormente derivan en órdenes militares precisas. La ejecución táctica de las mismas es trabajo de las tropas y ejércitos bajo su mando, no siendo ni vital ni necesario para estos el conocimiento del plan estratégico trazado, para poder cumplir con su misión. Por cierto que, si sois hechos prisioneros, esa misma ignorancia impedirá que el enemigo pueda sacaros ningún dato de valor»,
...
Fin de la ilustración
En la investigación de los atentados terroristas de nuestro trágico 11-M, temo que aunque conocemos ya muchos datos “tácticos” y más que conoceremos acerca de los movimientos efectuados por la “tropa”, y desde luego, sepamos sin duda alguna la finalidad y objetivos “estratégicos” confesados por algunos de los “jefes y oficiales” implicados, sumando las cuatro preguntas del teniente más las dos del compadre Ismael da el resultado de 6, lo que me hace tener presente un mecanismo de conocimiento expuesto previamente en esta bitácora y que consta de esas seis preguntas, niveles o pasos jerárquicos de procedimiento. Igual que en aquél otro ejemplo, también aquí se nota a faltar el siempre mágico nivel 7. Cuando la verdad parece cada vez más cerca, resulta triste y sospechoso a la vez, comprobar de nuevo las maniobras orquestadas y dispuestas para impedir cualquier conocimiento sobre el tema, intentando silenciar a los que quieren responder a la pregunta del millón: ¿Quién?
Autor: Perry
Publicado el 19 de agosto de 2005
Autor: Perry
Publicado el 19 de agosto de 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.