Maragall afirmó que Artur Mas tenía que llamarle para pedirle una reunión y desbloquear el Estatuto. Ayer, un subalterno de Mas, un tal Madí, llamó a la Generalidad para pedirle al presidente que acudiese al despacho del jefe de CiU. La política catalana se está convirtiendo en un pitorreo auténtico, algo así como un “ven si te atreves” o “a que no tienes narices de cruzar la raya”. Esta gente no es seria, todos juegan puerilmente a hacerse de valer y encima pretenden colocarles a los catalanes un estatuto que no reclaman ni necesitan. Y mientras tanto, los separatistas de ERC frotándose las manos al intuir que habrá elecciones anticipadas y que PSC y CiU se despedazarán en la campaña electoral, dejándoles a ellos tranquilos por si luego pudieran necesitarlos para formar un nuevo gobierno de cachondeo.
Cómo será la situación política que se vive en Cataluña que hasta El Periódico comienza así la noticia: “La suma de despropósitos continúa”. Luego añade que: “Los votos del PSC y de CiU son imprescindibles para aprobar el proyecto de ‘Estatut’ en el ‘Parlament’, pero el mal clima entre ambos no parece el más propicio para el acuerdo”. Finalmente añade el diario: “Madí deploró en una conversación con la agencia Efe el "comportamiento infantil" de Maragall y le ofreció la sede de Convergència, en Barcelona, como escenario del encuentro: "Si lo que le hace ilusión a Maragall es que el jefe de la oposición le convoque a su despacho, atenderemos su ilusión, aunque esto sea como el mundo al revés". “Le salió al paso el secretario de organización del PSC, José Zaragoza, quien acusó a Madí de "frívolo" y de "mofarse" de los catalanes con semejante propuesta. "Con su falta de seriedad, demuestra el poco interés que le merece a CiU el Estatut". El socialista echó en cara a Madí sus "constantes insultos y descalificaciones al presidente de Catalunya" y de buscar tan sólo el adelanto electoral”. Nota a los comentarios de este párrafo: Convendría aclarar que la versión de El Periódico de Catalunya es casi siempre muy favorable a Maragall. A veces en grado de sobredosis.
Definitivamente nos encontramos ya ante los hijos políticos de Pujol, actores de un escenario de vodevil que no cesan de representar, con puertas que se abren y se cierran continuamente, la estrafalaria obra diseñada por el marido de la señora Ferrusola, la de las hierbas del Camp Nou. No parece que haya demasiadas dudas, al menos para un observador con cierta perspectiva, del efecto adoctrinante que la política de Don Jordi fue inculcando en los ciudadanos catalanes. Tras 23 años de “fer país”, ha conseguido que la clase dirigente y el ciudadano de a pie no posean prácticamente ningún objetivo en común. Mientras los partidos, incluyendo al blandito PPC, tienen como único norte ser cada día más catalanes y menos españoles, diríase que los ciudadanos desean lo mismo que en cualquier parte del mundo: Más prosperidad y menos gaitas.
Pero es lo que hay. Y se vota cada cuatro años. Y el votante sólo puede elegir entre gris claro, gris oscuro o gris marengo, una verdadera trampa mortal para la democracia en Cataluña —como afirmaron a las claras ciertos intelectuales catalanes—, cuyo artífice ha sido Jordi Pujol. No me extraña que Tarradellas no pudiese ni verlo, lo caló enseguida, y no me extraña que para el fundador del nacionalismo convergente, rencoroso como él solo, Tarradellas no haya existido, según se desprende de lo que vemos en el Museo de Historia de Catalunya, donde se le considera al mismo nivel del conductor de tranvías que atropelló a Gaudí. Una trampa, como digo, de la que no es posible salir así sin lesiones incluso en el alma. Porque además muchos se lo creen de buena fe. Cada partido cuenta con cientos y cientos de militantes dedicados a propagar las maravillas de sentirse nacionalista y lo triste que debe ser profesar algún tipo de españolismo. Y que no se le ocurra a uno formular la más ligera crítica a una situación tan frívola e irreal, porque de inmediato sacarán a sus fuerzas de élite y te dirán que insultas a Cataluña o a los catalanes.
Aquí, en esta bitácora, tenemos alguna experiencia al respecto. Se critica la propuesta de ERC para que se declaren el catalán, el gallego y el vasco lenguas oficiales en toda España. Y se critica por absurda, irrealizable e ilógica al disponer en toda España de un idioma común, y siempre sale algún listo que afirma que en ese caso España reniega de esas lenguas. Veamos, España (siempre serían políticos o ciudadanos españoles, nunca España como nación) renegaría si negara la oficialidad en los territorios respectivos donde se hablan esas lenguas, pero qué sentido tiene convertir en oficial el catalán en Badajoz, pongamos por caso. Sí, sí, porque la propuesta es que sean oficiales en toda España, lo que representaría que cualquier hablante de cualquiera de esas lenguas regionales pudiera exigir que se le atendiera en tal idioma. ¡Esto es la locura de Babel o una guasa de Carod! No sé por cuál de las dos opciones decantarme. Y aún así, hay gente que se ofende porque se siente despreciada si no se le hace caso a la propuesta. Lo próximo qué será, ¿declarar obligatorio en toda España el consumo de salchichón de Vic? Por cierto, de un sabor buenísimo.
Publicado el 23 de agosto de 2005
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