Si me pagasen con esplendidez, no sólo en metálico, por alborotar en las calles y luego parodiar con saña a la derecha en los teatros, como esos "komikuchos" que encabezaron las manifestaciones contra el Partido Popular durante los dos o tres últimos años de la presidencia de José María Aznar, quizá me hubiese decidido a practicar -en lugar de una profesión normalita, de las del montón- esa otra actividad caracterizada por el desenfreno callejero y la insensatez doctrinaria, labor que se corresponde con la que Jiménez Losantos ha definido como de "titiritero".
Lo que ocurre es que para ejercer de sabandija en las manifestaciones de la izquierda hace falta tener estómago, y yo, por fortuna, no me veo en el papel de alborotador radicalmente lujurioso. Guillermo Toledo y Alberto Sanjuán, dos de los abanderados de la orgía callejera que muchos identifican ya como la kale-borroka del socialismo, han recibido este año el Premio Nacional de Teatro que otorga el Ministerio de Cultura. Faltaría más que la Calvo, cultísima ella, no reconociese en dos tipejos insignificantes, de nulo mérito artístico, el trasfondo cultural que el socialismo encierra y no duda en expandir a los cuatro vientos como una forma más, junto a su sórdido proyecto educativo, de aculturación de la sociedad con fines partidistas.
La cuantía del sustancioso premio, nada menos que de 30.000 euros, está claro para muchos que en modo alguno se corresponde con el hecho de reconocerles la calidad de actores a esta pareja de desahogados, a los que la pasión callejera, en beneficio de la Secta, les hizo adquirir cierta notoriedad muy al margen del talento. No, radicalmente no, se trata de un pago descarado a su aportación miserable y arrabalera durante los casi tres años de bajezas continuadas que practicó la izquierda. O sea, que cada uno de estos dos pájaros ha venido a cobrar unos 5.000 euros por cada año en el que pusieron sus indignidades al servicio de quienes tarde o temprano les recompensarían.
Así es la izquierda, señores, siempre favoreciendo a sus sicarios y propagandistas. Siempre a costa de un erario público al que todos contribuimos. Siempre conculcando, especialmente en este caso, el apartado primero de la propia convocatoria, donde se expresa con claridad que el premio "recompensará la meritoria labor del galardonado en el ámbito teatral". Lo que no especifica dicha convocatoria es si el "mérito teatral" debe desarrollarse en un local cerrado, eso que algunos llamamos sala de teatro, o por el contrario basta con que el candidato figure insertado, y desempeñe con ardor su papel tal y como se espera de él, en un determinado número de manifestaciones políticas y desestabilizadoras efectuadas al aire libre.
Publicado el 5 de noviembre de 2005
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