Al Bagdadí, cabecilla del yihadismo más sangriento |
Grecia, Roma, cristianismo, cultura gótica, protestantismo, capitalismo, racionalismo, liberalismo y constitucionalismo marcaron buena parte de lo que en términos generales se entiende como cultura occidental. Esta se podría englobar bajo las siguientes características: derecho romano-germánico, plena libertad religiosa, respeto a las libertades civiles básicas, sistemas democráticos parlamentarios con partidos políticos, economía de libre mercado, etc.
A pesar de la relativa solidez demostrada por los estados occidentales desde la Segunda Guerra Mundial, cuyo principal y nada desdeñable lastre fue la esclavitud comunista a la que quedaron sometidos la mitad de los europeos, varios son los peligros que claramente acechan a Occidente en estos precisos instantes:
1) Micronacionalismos: nacionalismos que intentan quebrar el statu quo de estados históricamente relevantes y consolidados como Gran Bretaña, Francia, Alemania, España o Italia, donde hay grupos separatistas regionales. Estas naciones se encuentran actualmente debilitadas ideológicamente por el europeísmo de cartón fabricado en Bruselas, a la par que sus regiones más belicosas han exacerbado sus reivindicaciones nacionalistas.
2) Islamismo: actualmente el Islam es la corriente religiosa con mayor potencial de crecimiento en el continente. Extremista y sectaria como pocas, promociona la completa alienación del individuo hasta justificar las mismas guerras de religión y situaciones de auténtico paroxismo. A estas alturas, si algo está claro, es la incompatibilidad del islamismo con los principios democráticos universales.
3) Terrorismo: es la mayor práctica destructora del individuo y de las libertades sociales de todo tipo que hoy en día soporta el mundo libre. Hoy mismo ha declarado el alto el fuego definitivo el IRA, pero, en cambio ETA ha incrementado su Poder, reactivando su sucursal parlamentaria y la lucha callejera. En cualquier caso, en este apartado, el peligro más importante recae sobre el terrorismo internacional de carácter musulmán. Los fanáticos yihadistas no tienen ningún complejo a la hora de no poner límite a su capacidad destructora. A la hora de la verdad, aunque traten de presionar a Occidente en tal o cual aspecto, y al margen de los tancredines de turno, su acoso más importante radica en su labor destructiva y aterradora. Ningún terrorismo internacional había actuado tan contundentemente y en escenarios tan dispares como Al-Qaeda.
4) Inmigración: la inserción de extranjeros en el mundo occidental será positiva solamente si éstos respetan los principios democráticos y se adaptan a la cultura occidental. La creación de guetos y el multiculturalismo hiperprogre no hacen sino crear, a la larga, problemas de todo tipo. Además, los costos sociales de la inmigración aún están por calcular, pero téngase tan solo en cuenta lo que supone para un Estado la protección de las religiones de todo tipo, incluida la práctica y/o enseñanza de las mismas en las escuelas. Asimismo, las democracias occidentales han de ser conscientes de que los terroristas islamistas no van a venir de tal o cual país árabe, sino que, en su mayor parte, ya están en nuestro territorio actuando bajo células secretas. En este sentido, la mayor parte de los terroristas suicidas son gente inadaptada a la cultura occidental, que consideran sacrílega y contraria a Mahoma.
Autor: Smith
Publicado el 28 de julio de 2005
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