Estos días el diario El Mundo viene haciendo una serie de entrevistas concernientes a la trágica guerra civil que vivimos los españoles hace casi tres cuartos de siglo. Este conflicto bélico estaría más que superado de no ser porque algunas de las fuerzas que tomaron parte en el mismo todavía subsisten en el panorama político y sindical español. Lo cual es todo un síntoma de la escasa capacidad de renovación del andamiaje sociopolítico.
No queremos ser tan pretenciosos como para explicar en unas líneas el por qué de una guerra como la que tuvo lugar en España entre 1936 y 1939. Ahora bien, sí que nos gustaría dar algunas pinceladas sobre por qué los españoles nos enzarzamos en una contienda de estas características.
A nuestro juicio es incuestionable que España vivía un franco proceso de revolución. La palabra revolución era polivalente en la España republicana, pues si jacobinos y francmasones la utilizaban para hablar de las conquistas logradas y pendientes de la República, socialistas, comunistas y anarquistas entendían por "revolución" el proceso político destinado a subvertir brutalmente el orden político-social en favor de las clases proletaria y campesina. Este punto es muy importante. Repetimos que la clase dirigente republicano-izquierdista no solía escatimar en dialéctica revolucionaria, por lo que la sociedad conservadora percibía a los Azaña, Casares, Martínez Barrio, etc., como los Kerenskys y Karolys en versión española.
Bien. Lo cierto es que, aunque tanto la derecha (Sanjurjo 1932) como la izquierda conspiraron desde los primeros instantes para hacerse con el poder a modo totalitario, fueron el PSOE, la UGT y la Esquerra, los que en 1934 decidieron destruir el orden constitucional mediante un sangriento golpe militar. En el mismo mes de octubre, en el que se sublevaron infructuosamente, los partidos republicano-izquierdistas habían descalificado totalmente al Gobierno cedorradical por el mero hecho de que el partido más votado, la CEDA, incorporara a tres de los suyos (del ala más moderada del partido) en distintos ministerios. El caso es que la revolución fracasó, pero el torpedeamiento de la derecha fue definitivo a lo largo de 1935.
Otro de los elementos clave del fracaso de la República fue el Frente Popular. Coalición de partidos republicano-izquierdistas y social-comunistas, su labor totalitaria y pre-revolucionaria, parece quedar a estas alturas fuera de cualquier duda. Hubo trampas antes, durante y después de las elecciones. Volvió a haberlas en las circunscripciones en las que se repitieron los comicios. A la derecha le llegaron a arrebatar una veintena larga de escaños, al margen de otros tantos que le habían sido escamoteados en la jornada electoral. Se ilegalizó la Falange, mientras los comunistas y los socialistas campaban a sus anchas por toda España, en conchabanza con la Guardia de Asalto. Se reinició la célebre quema de conventos de 1931, pero esta vez de manera más prolongada. La derecha dejó de celebrar mitines y le fueron incendiadas muchas de sus sedes y periódicos… Además, Calvo Sotelo, líder del Bloque nacional, había pasado a ser la diana preferida de los frentepopulistas. Hasta que le llegó la muerte de la mano de un destacamento de la Guardia de Asalto completado por milicianos socialistas (caballeristas y prietistas).
En fin. La voluntad de convivencia era prácticamente inexistente en la España de los años 30. La derecha no estaba para tolerar ciertas cosas. La izquierda, que curiosamente había traído el régimen, se desvivía por superar el estado de cosas republicano para hacer de España una república “popular” o soviética.
Cuando los grandes propagandistas actuales del frentepopulismo (catedráticos, historiadores, políticos…) encabezados por Rodríguez Zapatero catequizan al personal con estúpidas consignas y patrañas (por ejemplo, la de que el general Franco empezó la guerra, a cuyo alzamiento cívico-militar fue uno de los últimos generales en sumarse; o esta otra: que la República era un régimen democrático), posiblemente lleguen a convencer a parte del auditorio de El País o TVE. Pero mienten. Y, lo que es más grave, lo saben. Ocurre que, como en tantas cosas, la derecha maricomplejines, los liberales ligth y los conservadores vainilla no quieren plantar batalla en estos asuntos no vaya a ser que les llamen lo que todos sabemos. Pero la verdad no tiene más que un camino. Y antes o después relucirá por encima del montón de basura en el que parasitan tantos y tantos mediocres y embusteros.
Autor: Smith
Publicado el 24 de agosto de 2005
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