miércoles, 6 de diciembre de 2017

Vayamos cerrando el año


Si consideramos que la impresión más destacada que Zapatero nos ofrece a algunos es su ambición desmedida por permanecer en el cargo a toda costa, podrían llegar a entenderse sus concesiones a los separatistas catalanes y el sonreírle a su compinche Patxi López ante la propuesta antojadiza de nación para el País Vasco. Pero otras claudicaciones, como las que se han conocido frente a los británicos respecto a Gibraltar o ante los marroquíes sobre el asunto del Sahara y las pateras, resultan inconcebibles desde un punto de vista provechoso, además de ético, tanto para la persona que las ha otorgado como para la nación que ésta representa. Eso sin contar que los desdichados casos del pueblo saharahui o de esos cientos de inmigrantes fallecidos en ruta hacia España representan tragedias humanas, sobre las que el corazón se desgarra al conocerlas, que el tirano marroquí declina solucionar sin que por ello nuestro Presidente deje de sonreír en su presencia.

No hablemos ya de la bajeza que supone el acto cobarde y mentiroso de nuestra retirada de Iraq, invocándose para ello, he ahí la gran mentira, una resolución imposible que España finalmente votó a favor y de la que se aseguraba que no podría producirse a tiempo. Sumemos a ese no hablar anterior, en realidad habría para no callar, la degradación que representa para un país importante como el nuestro el hecho de quedarse poco menos que sin voz ni voto en Europa a cambio de un abrazo con el delincuente Chirac o el calamitoso Schroeder, dos tipos inmorales que llevan camino de apropiarse de la Unión Europea mediante el paripé de endosarnos una constitución antidemocrática que más valdría votarla no una y mil veces mientras no fuese un calco de la americana, esa gran nación abofeteada en ambas mejillas por ZP, una en el propio Iraq y otra en Túnez, porque se cree a salvo de sus jugarretas al contar con un refugio seguro en la SER y en cuanta prensa sectaria alude al talante y al diálogo como si fuesen bienes asimilables a una varita de la virtud que todo lo que toca lo convierte en made in Jauja.

Cuando el talante, si es horroroso como el de Zapatero, no crea más que confusión y desconfianza. ¿No, IZAR? ¿No, sindicatos? Y el diálogo, si el único uso que se hace de él es la propia palabra, se convierten los trasvases en papel mojado y las promesas de desaladoras en pájaros volando, como se acredita fehacientemente en los presupuestos generales del Estado para 2005, que contemplan unas magníficas partidas reservadas a tal fin y consistentes en cero euros. Repitámoslo: Cero euros para desaladoras, que es el método zapateril con el que el muchacho socialista que nos preside responde a su eslogan vociferado en Murcia y en Valencia, aquí habrá toda el agua que haga falta

Se hablaba de la SER, que es la cadena radiofónica donde toda falsedad y conciliábulo tienen su asiento, porque es donde se ensalzan full time, sobre todo las mañanas del fin de semana, a esos regímenes dictatoriales como el venezolano o el cubano, acerca del segundo de los cuales el tipo que ahora nos manda presentó una resolución en el Parlamento europeo para desbloquear las relaciones con Castro, ese personaje que se escapa, por sobreabundante, del catálogo de la infamia que el grandioso Borges quiso elaborar. Resultado de la resolución: ZP perdió por goleada en Europa (casi en la misma cuantía que Roviretxe en el tema del patín), donde un Parlamento casi inutilizado pero aún no idiotizado decidió que el Tiranosaurio cubano ostentaría esa condición in aeternum.

La alusión al inmortal Borges, autor que no suelen citar los locutores de la SER porque lo suyo es hablar con frecuencia de Alberti y otros poetas chequistas que aportaron a las cunetas un gran número de cadáveres durante la Guerra Civil, viene a cuento de ese Frente Popular a quien ahora, apelando a la memoria histórica del bando izquierdista, se pretende convertir nada menos que en paradigma de la libertad. Cuando se sabe que el Frente Popular, o al menos lo sabe quien haya leído a Pío Moa, César Vidal o De la Cierva, entre otros, se comportó durante sus años de gobierno en la República con el mayor grado de deslealtad posible hacia el pueblo español. Sus abusos, infamias y atrocidades resultarían imposibles de cuantificar y es mejor olvidarlas. Pues no, no se quiere hacer así, hay quien pretende convertir al Frente de la Ignominia en el Frente de la Libertad. Todo sea por recuperar la memoria histórica, todo sea por cuartear la patria y dividirla de nuevo en buenos y malos. 

Las abdicaciones de carácter internacional, como se decía antes, en las que ZP jugó a apostar un patrimonio que no le pertenece, es imposible entenderlas salvo que vayan amparadas por la mayor de las torpezas o el deseo rufianesco de hacer justo lo contrario que pretendía el PP, un partido al que Zapatero, diríase sin hacer muchas cábalas, ha debido jurar odio eterno y todo apunta a que está dispuesto a consagrar su vida para destruirlo y luego sembrar de sal sus sedes. Que por eso deben reservarla en días de nevadas. ¿No, conductores de la Nacional-I? Aznar intentó, como primer paso, la titularidad compartida de La Roca y le faltó bien poco para lograrlo; ZP les otorga voz y voto a los llanitos en espera de vete a saber qué. Aznar ordenó que se votara en la ONU a favor del plan Baker, que mantiene el referéndum en territorio saharaui; ZP realiza declaraciones en contra de dicho plan y encima lo hace en Marruecos y Argelia, donde la prensa controlada por el poder le declara enemigo público y no es de extrañar.

A ZP le mueve el ansia de superar a su antecesor en lo que sea, de ahí sus once horas de Comisión anti-PP frente a las siete de Aznar. De ahí su deseo de agradar a cualquiera, y a cualquier precio, para sentirse más querido que quien le precedió, siempre que no sea el caso de antiguas amistades de Aznar, a las que ha pagado con un ultraje extremado, torpe y pueril, a lo no juego, ¡ale! Si el ex presidente Aznar, en lugar de marcharse de la política por voluntad propia, se hubiese vuelto depresivo y descerrajado un disparo en la sien, Zapatero hubiera jurado su cargo pistola en mano y acto seguido habría apretado el gatillo hasta cuatro veces, tres de ellas incluso después de muerto. Tal es la tirria obsesiva que ZP cultiva hacia la herencia de un personaje que con una mano a la espalda y la otra rascándose el bigote demostrará siempre cualidades de hombre de Estado que el actual inquilino de La Moncloa jamás podrá exhibir ni de lejos. 

Dicen que el ser humano actúa siempre, en todo momento, buscando sus propias complacencias. En unas ocasiones precisa satisfacciones de tipo material y en otras de tipo moral, no necesariamente bondadosas. Es más, algún filósofo asegura que cuando no hay más remedio que escoger entre el materialismo y la moralidad, entre el objeto y el espíritu, se reconoce al verdadero hombre que llevamos dentro, ángel o demonio, porque decide siempre la segunda opción, que luego puede corresponder al amor o al odio. ¿Qué clase de moralidad o espíritu encierra la mente de ZP para gobernar basándose en el despecho y el aborrecimiento? ¿Cómo es posible que dilapide de tal forma, con tal complacencia, el estado más antiguo de Europa de entre los grandes? ¿Lo hará por rencor? ¿Sonreirá ante el espejo y ensayará el acto de la entrega de llaves de nuestra casa común a los separatistas entre tanto piensa en el disgusto de Aznar y los militantes del PP? 

Mientras que en España nos despertamos cada día con un nuevo sobresalto provocado por la política inmoral (pusilánime e interesada) del gobierno Zapatero, una amoralidad llevada tanto al ámbito doméstico como al exterior, en el otro lado del Mediterráneo existe un Gobierno dirigido por Ariel Sharon que está dispuesto a pactar con el principal partido de la oposición con tal de evitar concesiones disparatadas a ciertas formaciones radicales. La noticia de la nueva coalición en Israel se ha confirma ya y Ariel Sharon, una vez más, nos ha dado una muestra de lo que representa un estadista al frente de un Gobierno demócrata e igualmente chantajeado, como el español, por el extremismo.

El Gobierno de unión nacional en Israel, recién formado por el Likud y el laborismo, es la prueba más evidente de que en España la política podría discurrir por otros derroteros menos insidiosos. Sharon ha concedido hasta ocho carteras a los laboristas y ha nombrado a Simon Peres número dos del nuevo Ejecutivo. Aquí, en nuestra nación, ni siquiera hubiese hecho falta un gobierno conjunto entre socialistas y populares. Rajoy se encargó de dejarle bien claro a Zapatero que le apoyaría en todos los asuntos de Estado para evitar la extorsión separatista. Pero ZP prefirió echarse al monte e iniciar el desguace. ¿Qué ha evitado que se formase un gobierno de coalición o un acuerdo de legislatura entre el PSOE y el PP? Muy simple, la falta de moral y el exceso de odio de un tal Rodríguez, dirigente que destaca, además, por su vagancia, su torpeza, su complejo de falso acceso al poder, su falta de responsabilidad, su ausencia de sentido de Estado y su nulo amor a la patria. Ni Diógenes, a lo largo de tres vidas, sería capaz de encontrar un hombre más nefasto para España. Y aún no lleva ni un año. ¡Dios nos valga!

Artículo publicado el 30 de diciembre de 2004

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