miércoles, 27 de diciembre de 2017

Tres razones para huir de la izquierda como de la peste


En el anterior artículo de Batiburrillo, ZP o el caos como sistema político, hubo un interviniente al que podría considerarse de buena fe pero muy mediatizado que, como argumento para rechazar lo que yo escribí, entre otras cosas llegó a afirmar lo siguiente: “las reformas sociales avanzan” (se entiende que con ZP). La verdad es que toda su anotación es para enmarcarla y orlarla de "progresía" fervorosa. A mi vez le pregunté que si la reforma social que avanza es el Plan Hidrológico, puesto que de social tiene bastante además de económico. Luego me ensañé un poquito con él, reconozco que no me encontraba en mi mejor momento, y acabé aludiendo a un comentario destinado al vertedero. Frase, esta última, por la que le pido disculpas.


Hoy he leído una noticia en Hispanidad que alude a las propuestas sociales (ésas que se suponen en avance) y preelectorales de Zapatero: Los llamados fondos de dependencia. Unos fondos, destinados a la creación de residencias de ancianos, programas de atención domiciliaria, etc, que debían aportar una partida de 1.000 millones de euros, comprometidos por ZP en el Congreso de Familias Numerosas celebrado en Santiago de Compostela el 21 de febrero de 2004 (nótese la fecha), y que finalmente se han visto reducidos a 50 millones de euros y además con un reparto, digamos discrecional (lo suyo sería llamarlo arbitrario), sobre el que ya hay protestas de la oposición. 

Lo dicho no es más que una muestra del aborregamiento intensivo (con perdón para las mentes sensibles) al que este gobierno socialista tiene sometidos a sus votantes más crédulos, que son esos que votan con el corazón en la mano porque consideran al socialismo con mejores intenciones que la derecha. Muchos de esos votantes, reitero que de buena fe, están convencidos de que la izquierda mira exclusivamente por y para el reparto de la riqueza. Y que si el socialismo alcanza el poder se dedicará intensivamente a las cuestiones que ellos denominan “sociales”. Lo que a mi juicio ocurre aquí es que hay tres errores de base en este tipo de votantes que pudiéramos considerar sentimentales, denominados así para distinguirlos de esos otros, como puedan ser los titiriteros, que actúan a conciencia y en busca de la subvención. Comprobemos esos tres errores:

1. La izquierda en España siempre acaba subiendo los impuestos. Es un axioma indiscutible, nadie ha podido probar lo contrario.

2. No se puede repartir lo que no existe o no se va a crear. Si cuando accede al poder un gobierno socialista rara vez mejora la situación económica que recibe, de hecho lo más normal es que estanque o empobrezca la economía, el “avance” de las ayudas sociales irá destinado forzosamente a la subvención de desempleados o de cursillos tipo INEM, tan criticados en su día por ineficaces y por adjudicarse como una prolongación encubierta del subsidio de paro en la época de González. Además de la España de la era felipista, hoy pueden servirnos de ejemplo Andalucía o Alemania, cuyos gobiernos socialistas han logrado para sus territorios un crecimiento muy inferior (lo que en el fondo puede considerarse pobreza) al de otras zonas similares no gobernadas por la izquierda. Véase, si no, el crecimiento económico de la vecina Murcia o el de Irlanda, por no hablar de la riqueza generada durante el mandato de Aznar, que no deja de representar a esa derecha (hay que comenzar a presumir del término) tan denostada por los sedicentes progresistas de cara al mercado electoral de los crédulos, los desinformados o, lo que es mucho peor, los que no tienen el más mínimo interés en informarse y proceden con más instinto que raciocinio.

3. El socialismo cuenta con varios millones de votantes considerados de a pie, digamos que entre 8 y 11 millones; sin embargo, los afortunados que alcanzan las generosas “bendiciones” de un gobierno de izquierdas se cifrarían en unos pocos miles: a) Cargos políticos (diputados, senadores, alcaldes, concejales...), b) puestos de libre designación en la Administración (delegaciones del Gobierno, directores generales, subdirectores, jefes de Área...), c) colectivos de artistas (más conocidos por titiriteros), d) sindicalistas (más racionados en los presupuestos cuando gobierna la derecha) y un largo etcétera que en cualquier caso quizá no sobrepasen los 400 o 500 mil.

Si consideramos el error número 1 ya relatado (la irremediable subida de impuestos) y además el número 2 (el retroceso o estancamiento económico), a menos que se sea un verdadero ingenuo, en grado de contumacia, o bien un pícaro que juega a la lotería del PSOE para ver si le sale uno de esos 400 o 500 mil números agraciados, lo más normal es que su voto al partido del retroceso económico y la corrupción acabe por costarle un buen dinero durante una o varias legislaturas, ya que deberá contribuir con su escote a pagar la subida en los tributos. Porque, en efecto, es cierto que la izquierda reparte más la riqueza, pero sólo entre los miembros de su Secta. Algo que a los ciudadanos corrientes y molientes acaba por costarnos un huevo. Así que lo mejor para la gente normal es que los sectarios no lleguen al poder o no lo revaliden.

Publicado el 17 de mayo de 2005

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