Existen políticos cuya mediocridad es tan palmaria que parecen denigrar la actividad del viejo arte de gobernar. Uno de éstos, especialmente, descaradamente mediocre, creyendo que el pueblo español es tan necio como él, hace escasos días ha levantado su dedo índice para acusar de ultraderechista a una de las escasísimas personalidades políticas con verdadera talla que queda en nuestra fauna política. Nos referimos, como todos ustedes sabrán, a Esperanza Aguirre.
Esperanza Aguirre siempre ha sido uno de los blancos preferidos de la izquierda española. Un programa dirigido por un paniaguado faltón, personaje que no sabría vivir sino haciéndolo contra algo o contra alguien, se dedicó durante varios años a mofarse del bagaje cultural de la entonces Ministra de Cultura, cuando ni diez generaciones de ese Gran Comosellame le llegarían a la suela del zapato de Aguirre. La altura política de Esperanza Aguirre volvió a quedar patente el año pasado, cuando, a pesar de la resaca postaznarista supo hacer frente al sector gallardonista del PP en la Comunidad Autónoma de Madrid, barriendo del mapa a un tal Cobi, del que, disculpen nuestra ignorancia, creemos no se volvió a hablar más. La altura moral de Aguirre quedó asimismo demostrada cuando, a pesar del estruendoso batacazo del alfil de Alberto Ruiz Gallardón, la popular madrileña extendió su mano hacia la candidatura derrotada; la candidatura, no lo olvidemos, apoyada por la trompetería mediática del Grupo Prisa.
Esperanza Aguirre les duele. Van a por ella. Le van a contar hasta el último céntimo de su patrimonio los que no se van a molestar lo más mínimo en investigar las andanzas de Felipe González por los países más avanzados del Planeta (México, Venezuela, Argentina, Marruecos…). Y les duele, porque, al igual que Acebes, Esperanza Aguirre destaca por la claridad de ideas, por la firmeza en sus principios liberales, y por su incuestionable gestión, tanto al frente del Ministerio de Cultura, donde por primera vez en mucho tiempo se trató de poner las cosas en su sitio, unificando las materias educativas de todo el Estado, como ahora al frente de la comunidad autónoma de la capital del Reino.
Esperanza Aguirre les molesta. La izquierda y los nacionalistas saben que, con pocos como ella, lo van a tener siempre muy difícil. Al mentecato que se la ha ocurrido la necia, la estúpida idea de calificar como extremista a doña Esperanza, las cosas le irían muchísimo mejor si esta señora se dedicara a hacer calceta en su casita. Las últimas décadas han demostrado que la solidez de principios y la astucia para hacerlos calar entre la gente es la manera más rentable de hacer política en el arco político liberal-conservador. Ni Gregorio Ordóñez, ni Vidal Cuadras, ni José María Aznar, ni George W. Bush son personajes que nos los podamos imaginar cediendo al chantaje terrorista, a la presión secesionista, ni a la demagogia populista, ni a intervencionismos de réditos electorales cortoplacistas. No. Todos ellos son arquetipos del político firmemente convencido de sus ideas y que, gracias a ellas y a capacidad de convicción, han logrado obtener los mejores resultados de su partido allí donde se han presentado. Esperanza Aguirre apuesta por la línea de la convicción personal, el convencimiento a los demás, la claridad de ideas, la firmeza en los principios y la preparación técnica. Y es que todo esto es muy, pero que muy importante...
Autor: Smith
Publicado el 28 de enero de 2005
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