sábado, 2 de diciembre de 2017

La educación-I


La educación es al hombre lo que el molde al barro: le da la forma. La frase corresponde a Jaime Balmes, notable filósofo catalán del XIX y defensor de la reconstrucción social de la nación española sobre la base de sus antiguas tradiciones, que no es más que el método por el cual Eurípides afirmaba: Una buena costumbre es más fuerte que una ley. Y Montesquieu insistió al respecto: Antes que sus leyes, defiende un pueblo sus costumbres. Balmes, quizá no del todo consciente puesto que en su época los nacionalismos aún no habían tomado cuerpo, advertía sobre el peligro de ciertas prácticas en la enseñanza. Hasta tal punto fue avanzada la filosofía del clérigo de Vic, que su pensamiento no pudo ser más descriptivo de cuanto ha sucedido y sucede en algunas regiones de nuestra patria.

En el último cuarto de siglo, con la excusa de recuperar unos idiomas regionales que la dictadura franquista sin duda maltrató, con la anuencia de una Cortes constituyentes que dejó la enseñanza en manos de las autonomías, ciertos gobiernos regionales se han dedicado a moldear a la población de Cataluña, País Vasco y Galicia, y en alguna medida a la de Baleares y Comunidad Valenciana. A esa población, para desgracia de todos los que amamos a una España plena, se le ha imbuido de un espíritu patriótico particular, cargado de rivalidad, bastante aldeano y opuesto a cuanto signifiquen otros horizontes más amplios e históricamente compartidos.

Basándose en hechos diferenciales más ilusorios que ciertos y con el único propósito de implantar el antipatriotismo español, los dirigentes políticos de esas regiones citadas, muchos de ellos amparados en partidos de estricto ámbito territorial, han pretendido conservar el poder político y económico para disfrutar de unas potestades que se asemejan cada día más al feudalismo, período de la historia europea, como sabemos, donde el rey de la nación sólo ejercía la autoridad de un modo nominal y la gente se limitaba a rendir cuentas ante el aristócrata feudal y éste ante ninguno más.

Así, pues, la clave de cuanto sucede hoy en España se llama educación, mala educación para ser más exactos, porque ninguna nación que se precie puede permitirse el lujo de entregar la enseñanza a unos poderes regionales de dudosa catadura ética, por no decir abiertamente inmorales, a sabiendas de que la usarán para adoctrinar a los ciudadanos contra el propio Estado. Por lo tanto, parece creíble que ninguno de los constituyentes había leído a Balmes, a Eurípides o a Montesquieu (salvo Guerra para declarar su muerte) y nadie pudo avisar sin ser llamado franquista, el complejo que embargaba a la mayoría de la derecha en el Parlamento, del grave peligro para la unidad de la patria que representaba el hecho de conceder a cada comunidad autónoma la patente para adoctrinar.

Parece que ninguno de los padres de la patria conocía la frase de Confucio: La educación (cierta educación) hace que seamos diferentes y que nos alejemos (en este caso de la patria común). Como tampoco parece ilógico creer que todos desconocían lo que Erasmo indica: En el estudio no existe la saciedad. Cámbiese la palabra estudio por la de adoctrinamiento y se explicará el porqué la doctrina separatista sigue inculcándose cada vez con mayor ahínco en Cataluña, el País Vasco, Baleares y Valencia, éstas últimas muy influenciadas -y subvencionadas- por el Régimen nacionalista catalán. El caso de Galicia es distinto en buena medida, pero quien rige esa comunidad desde hace tantos años sólo ve lo que quiere ver, que es bien poco, e ignora expresamente que la educación no deja de estar controlada por el BNG.

Los separatismos desbocados, los chantajes al gobierno de la Nación, las desigualdades en infraestructuras regionales que nos anuncian los presupuestos socialistas, donde se eliminan buenos proyectos del anterior Ejecutivo para conceder más y más a quien detenta la llave de la gobernabilidad, representan los daños colaterales de una guerra educativa comenzada a perderse en el 78, que fue cuando nuestros padres constituyentes, bonachones ellos, se dejaron robar el plano del tesoro y cometieron la necedad de no asignar al gobierno de España la competencia exclusiva en la materia. Sí, fue una guerra que comenzó entonces y cuya batalla final, de resultado no demasiado impredecible, puede representar la desmembración de España en estados de tipo taifa o, como ahora se dice, su balcanización.

Artículo publicado el 20 de noviembre de 2004

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