Una de las cosas que la ciudadanía demanda habitualmente a los políticos profesionales es la claridad. Claridad en las propuestas, en las ideas y en los análisis. La llegada a la Presidencia del Gobierno de José María Aznar abría las puertas a una nueva manera de entender la política: decir lo que se hace y hacer lo que se dice. Día a día quedaban más lejos las etapas del "consenso” (Suárez, Calvo Bustelo –no Sotelo, por favor) y la del “trilerismo” (González). Naturalmente que marcar unas líneas claras en política (atlantismo, equilibrio presupuestario, antiterrorismo, unidad nacional) no le salió precisamente gratis al ex presidente. De entrada, y antes de llegar al Poder, sufrió un terrible atentado terrorista del que salvó la vida de milagro. Durante su mandato, tuvo que soportar el vendaval terrorista y nacionalista; y en los últimos tiempos, aprovechando ciertas catástrofes, se le echaron encima todos los batallones callejeros progresistas, reclamando no sé bien qué porque el PP indemnizó a las personas dañadas por el Prestige antes de que el Estado hubiese pagado los daños causados en el accidente marítimo que tuvo lugar una década antes.
Autor: Smith
Artículo publicado el 16 de noviembre de 2004
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