La Historia es la gran maestra de la vida de los pueblos. Hay veces, como la que ahora vamos a comentar, en la que ésta refleja con tal precisión la repetición de ciertos esquemas, que parecen cumplirse los postulados de quienes defienden la concepción cíclica de la Historia. Lean con el máximo detenimiento el siguiente extracto de la visita a Barcelona de Felipe V y su esposa María Gabriela de Saboya el año de 1701. Muy pocas crónicas pueden decir tantas cosas en tan pocas líneas y que éstas sean perfectamente trasladables trescientos años después.
“Después de tres días pasaron a Barcelona los Reyes: las exteriores aclamaciones fueron grandes; más sinceras en la Plebe más humilde, que aún no estaba contaminada de infidelidad. Pidió el Principado de Cataluña Cortes, y las concedió el Rey, qvando se havían negado a Castilla, cuyos pueblos no son tan arrogantes, é insolentes. Para sosegarlos, fueron de este dictamen los Consejeros que el Rey tenía consigo, y el embajador Marsin.
Con tantas gracias y mercedes como se concedieron se ensoberbeció más el aleve genio de los Catalanes: la misma benignidad del Rey dexó mal puesta su autoridad, porque blasonaban de ser temidos, y pidieron tantas cosas, aun superiores a su esperanza, para que la repula diese motivo a la quexa, y algún pretexto a la traición, que meditaban. Deseaban más ocasión a la ira que al agradecimiento: por eso no reconocían los mismos beneficios y mercedes que suplicaban, ya prevenidos de ingratitud: todo lo perdió y lo malogró el Rey, pues los más favorecidos fueron los más desleales. No se estableció en estas Cortes Ley alguna provechosa al bien público y al modo de Gobierno: Todo fue confirmar Privilegios, y añadir otros que alentaban a la instancia, porque los catalanes creen que todo va bien gobernando, gozando ellos de muchos Fueros”.
Comentarios de la guerra de España e historia de su Rey Phelipe V el Animoso – Génova, 1725, páginas 50 y 51. Vicente Bacallar y Sanna, Marqués de San Felipe.
Salta a la vista que la situación descrita está llena de paralelismos con la que actualmente podemos contemplar. Y creemos que se vivía con la misma inquietud, si no más, en la Italia de 1701 que en la España del 2005. Hemos de señalar que, por primera vez desde hace tiempo, observados una cierta turbación entre gente tradicionalmente tranquila o apolítica, que contempla cómo José Luis Rodríguez Tancredo Poncio Zapatero de Allende-Kerensky juega con el tema de la unidad nacional con una frivolidad auténticamente nefasta para nuestro futuro.
Cualquier analista un poco avezado puede adivinar las claves por las que va a discurrir el presente año. Por si a ustedes les interesan se las anticipamos aquí. A pesar de estar prácticamente derrotada ETA, en el País Vasco, el Plan Ibarretxe va a radicalizar la situación política hasta un límite al que no se había llegado nunca. En Cataluña, una envalentonada ERC y un desleal PSC, van a pedir una reforma estatutaria inadmisible. Con tales presiones, Rodríguez Tancredo se va a transformar en Rodríguez Allende con una única finalidad: marginar al Partido Popular del consenso institucional en torno a la reforma constitucional y a las estatutarias. De esta manera, se articulará de nuevo el mal-bautizado “bloque constitucional” (socialistas, comunistas, independentistas y afines), presentando ante la sociedad a la derecha liberal-conservadora como una especie de postfranquistas intolerantes. Ésta y no otra es la hoja de ruta de nuestro Presidente del Gobierno que, a estas alturas no hará falta señalar, nos ha salido auténticamente rana.
En fin, ahí está la lección de Historia: cuanto más se daba en 1701 a los catalanes, más arrogantes e insolentes se mostraban; cuanto más condescendiente era la Monarquía con Cataluña y cuantos más fueros concedía el Rey, más socavada quedaba su autoridad. Más claro, imposible.
Autor: Smith
Publicado el 7 de enero de 2005
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