Como decía mi viejo tío Sinforoso, que era de pueblo y tenía su culturita adquirida en la mesa de billar del Casino: Las personas nos empeñamos en jugar a tres bandas cuando lo más fácil es atinarle con fuerza a la bola roja y no dejarle un par de huevos al contrario. Pues bien, con la actitud que ha tomado Rodríguez Zapatero, al pasar el expediente del Plan Ibarreche al montón de los asuntos que el tiempo resolverá por sí mismo, acaba de dejarle un par de huevos al separatista vasco, ese individuo que habla con zafiedad de tortas (ni que fuese de Bilbao) mientras el presidente del Ejecutivo se dedica a darle tiza a su taco para no cometer la siguiente pifia. Eso sí, cuando Ibarreche haya concluido su tacada, es muy posible que ya no quede partida o tiempo suficiente para remontar el tanteador.
Zapatero es uno de esos políticos sobre el que he tenido ya tres opiniones distintas, lo reconozco. Al poco tiempo de comenzar a gobernar, deduje que era un incompetente que quizá fuese puliéndose gracias a sus asesores. Más tarde le vi como un inicuo, sobre todo después de su actuación en la Comisión del 11-M, en la que asumió el papel de hombre abusivo y mentiroso. Hoy, valorando su reacción al pulso que el separatismo quiere echarle a España, tortas incluidas, estoy convencido de que simplemente es un obtuso y un majadero. Pero no solo él, también cuantos le asesoran, en el supuesto de que se deje asesorar, que esa es otra. Desde luego, si la Moncloa fuese la sede de una empresa privada, cuanto fontanero pulula ahora por allí llevaría tiempo en el paro. Ninguno de los consejeros del Presidente está realizando su trabajo de un modo apropiado, nadie es capaz de decirle, al parecer, que nos lleva a todos a la ruina con sus desistimientos ante los separatistas catalanes y vascos.
Hablo de la condición obtusa de Zapatero y voy a tratar de argumentarla: Cuando una persona entra en política lo hace, inicialmente, con la intención de llegar a lo más alto. Luego, el tiempo, la propia valía, las circunstancias o la suerte determinarán el nivel al que se llega, que en el caso de ZP ha sido el máximo nivel. Ahora bien, una vez instalado en la Presidencia del gobierno, cualquier político tiene que escoger un objetivo. Dejando al margen el enriquecimiento personal y el pagarle los favores a quienes le han ayudado a llegar al poder, ese presidente, el que sea, cuenta con varias opciones para desempeñar su cargo, opciones principales que podríamos resumir en: 1. Buscar el beneficio del conjunto de los ciudadanos, política que si se realiza con acierto prácticamente le garantiza la reelección. 2. Aliarse con el Diablo si hace falta para tratar de mantenerse en el poder y debilitar mientras tanto al principal partido de la oposición. Es evidente que Zapatero ha elegido la segunda opción, lo que de entrada no lo califica de obtuso, pero sí de inmoral.
En España, un presidente de gobierno cuenta con un sueldo suficiente -pese a que algunos digan que es demasiado bajo- para que una familia viva con dignidad. Cuando cesan en el cargo, a los presidentes les queda una pensión que para mí quisiera y la posibilidad de ampliar sustancialmente sus ingresos mediante conferencias, libros o consejos de administración a partir del segundo año, etc. Luego el simple hecho de llegar a presidir el Gobierno le asegura su futuro. Lo que significa que si esa persona posee un mínimo de integridad, ante todo deseará pasar a la historia, en beneficio propio y de su familia, como un hombre honrado, competente, trabajador y, a poder ser, modernizador de su patria, a la que intentará reafirmar en su unidad como base del bienestar y la libertad de los ciudadanos.
Pero si ese presidente no trabaja al ritmo que exige su cargo, ni le interesa demasiado la nación que preside y además es incompetente demostrado, no sabe rodearse de asesores solventes ni enfrentarse al más grave de los problemas que le conciernen, la unidad de España, dando la sensación de ser algo que le trae al fresco, esa persona durará más o durará menos pero pasará a la historia como un imbécil y un desgraciado. A lo Fernando VII. Y su familia, por generaciones, es posible que sea para siempre la familia de un obtuso que nadie sabe cómo pudo llegar a tan alto cargo político para el que no tenía ni puñetera idea.
Así, pues, quedan expuestas las razones por las que creo que Zapatero no debe seguir ni un minuto más como Presidente del Gobierno de España. Porque si sigue a ese elevado ritmo de no hacer nada, valga el contrasentido, nos joderá a todos o nos enfrentará a unos contra otros. Más todavía de lo que estamos. Y ya se sabe cómo es el pueblo español, no hay siglo en el que no haya recurrido a las tortas. Lo único que espero es que cuando todo esto haya concluido se le dé carpetazo a la comunidades autónomas, el mayor error de la transición política. Por si acaso, y contando con que hoy es víspera de Reyes, voy a pedirles un regalo.
Queridos Reyes Magos: Como me he portado bien todo el año, quiero un presidente nuevo. Si puede ser que no sea idiota.
Artículo publicado el 5 de enero de 2005
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