viernes, 17 de noviembre de 2017

Talante cavernario


Hay una expresión muy poco acertada, casi delictiva en su significado, para definir el comienzo del contrato laboral de aquellos que son nuestros empleados y les pagamos su sueldo, la expresión es: Toma de posesión. La frase vendría a ser, literalmente, coger la cosa poseída.


El asunto de la posesión sin duda afecta al Gobierno, comenzando por su presidente, y también a los numerosos altos cargos que le secundan. Pues muy bien, que quede claro en lo que a mí respecta: No deben coger nada de nada que les sea ajeno, como parece que autoriza el acto preliminar, aunque con los socialistas nunca se sabe. Tampoco admito que posean cosa alguna en propiedad procedente del patrimonio del Estado. Deben limitarse a administrar (es un decir) ese patrimonio, del que yo tengo un cachito y otro tanto el que esto lee.

Precisamente la toma de posesión del Gobierno socialista, más la elección de cargos de segundo nivel y las primeras medidas políticas, no exentas de polémica por la falta de diálogo o consenso que tanto han pregonado de viva voz, dejaron en un plano secundario otras noticias que en circunstancias más normales (estos días todo es fanfarria y desenfreno) no hubieran pasado tan desapercibidas.

Me refiero especialmente a tres: El rechazo de la impugnación al Plan Ibarreche, que permite la continuidad de su trámite en el parlamento vasco; el enfrentamiento entre Maragall y Jordi Sevilla (primero de una serie que se adivina gloriosa) sobre el modelo fiscal catalán que el tripartito nacional-socialista (las cosas como son) quiere imponer por la vía rápida. Y el anuncio de la suspensión del Plan Hidrológico por decretazo, que es la antítesis del diálogo y deja a valencianos, murcianos y almerienses afilándose las uñas para escarbar en la tierra una gota de agua.

En el primer caso nos encontramos con que Ibarreche, que también ofrece diálogo al por mayor al presidente Zapatero (a ambos se les nota que es de boca para afuera), deja claro que "el verbo retirar forma parte del pasado". Y uno se pregunta: ¿Qué clase de diálogo se ofrece cuando, de entrada, ya se ponen condiciones inalterables? Eso mismo es lo que hizo Ibarreche con Aznar la última vez que fue a verle, tratar de imponerle su plan. Cuando se le ofreció como respuesta que la Constitución no se toca, así de claro, comenzó otra clase de toque, en este caso a degüello, para arrojar hacia Aznar toda la intransigencia y perversión del nacionalismo vasco, que sumada a las acusaciones del resto de la progresía, también a degüello y además a destajo, han acabado por influir en ese sector del pueblo que tiende a creer casi todo lo que oye.

Da la impresión de que Ibarreche aspira a que concedamos mayor fuerza a su proyecto que a la propia Constitución española, con la que es tan discordante. Mister Spock (o como narices se escriba) no ve ningún reparo en pasarse por detrás la opinión de la inmensa mayoría de la población de España, que no quiere la patria disgregada. A mí, desde luego, me parece normal (y al mismo tiempo infame, considerando de quién viene) que Ibarreche aspire a todo y a un poco más, lo que ya no veo tan claro es que el presidente del Senado, Javier Rojo, observe talante democrático en un lehendakari encastillado en sus alucinaciones. ¿No será Rojo uno de los infiltrados de los que tanto se habla en el artículo "Marchando una de pintura".


En el segundo caso, el catalán, vemos que si Maragall quiere un nuevo modelo fiscal por la vía rápida, Sevilla (comienza a caerme bien) se lo niega por vía de urgencia y le remite para dentro de cuatro años, momento en el que uno y otro es muy probable que ya no estén en el poder, sobre todo Maragall. Para los inventores del diálogo y el buen talante, o eso pretenden que se crea de ellos, el rifirrafe entre PSOE y PSC equivale a que uno le llame cabrito al de allá y el de allá le conteste: ¡Y tú más, y no te quites años! Como podemos ver, cuando los progricidas hablaban de talante no nos avisaron de que éste debía ser cavernario para estar a su altura. Uno quiere dialogar a brazo partido, ya se ve, pero primero que le den lo suyo. Y el otro dice: ¿A mí me vas a enseñar tú lo que es diálogo? Te remito a las calendas griegas, esas que no podían llegar nunca porque los griegos carecían de calendas. Y es que para éstos del diálogo, la buena catadura es una especie de calenda griega que nunca existió. 

En el tercer caso nos encontramos con que Zapatero, el mismo que no se corta ni un pelo en llamar a USA para convencer a Lorenzo Milá (léase Llorenç Milà) a fin de que le haga de galáctico en la tele, no advierte que unas llamadas a Valencia, Murcia y Almería, aunque sean a cobro revertido, pueden tener cierto efecto sedante... (¡no, sedante no, que suena a sed). Decía que... pueden tener cierto efecto lenitivo... (¡no, lenitivo tampoco, que suena a Lenin! ¡Contra!). Voy a pensar un rato y ahora vuelvo.

Como decíamos ayer (no esta mal, este principio promete, por lo menos es original), ZP, alias dialogus intensum et no interruptus, podía haberse gastado unos durillos en coger el teléfono y decirle lo siguiente a Valcárcel, Camps y el de Almería: ¿Vosotros os acordáis de lo que hacían los sauditas para llevar el agua al desierto de Arabia? ¿No? Pues yo os lo diré, cogían un pedazo de remolcador, enganchaban un iceberg en Groenlandia y chino chano hasta Jeddah, un puerto que tienen los moros en su pueblo. ¿No es verdad Moratinos? (La respuesta que se escucha es un sí solemne, ceremonioso) Pues eso es lo que haré yo para que vosotros tengáis todo el agua que necesitéis. ¡Por mis niños! ¡No, hombre, no, Valcárcel, no me llevaré el hielo a Jeddah, irá a Cartagena! Es más, antes de final de mes saldrá en el BOE el concurso para la construcción de una flota de remolcadores de altura. ¡Valcárcel, toma buena nota, porque además se van a construir en Cartagena, así la marinería ya estará en casa cuando vuelvan con la carga!

Bueno, lo anterior es lo que soñaba el murciano Valcárcel hasta que se despertó. Luego, preguntó si alguien le había llamado y la respuesta ya se conoce: Nones, que es la versión socialista del dios Diálogo. Valcárcel llegó a la conclusión de que Maragall tenía bien atrapado a ZP por un determinado lugar. 

Autor: Policronio
Artículo publicado el 22 de abril de 2004

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