Como en alguna ocasión he comentado, soy bastante aficionado a la Historia a pesar de ser una materia muy alejada de mi profesión. Suelo leer a gusto determinados volúmenes historiográficos, e incluso escribir sobre momentos históricos que me atraen, y lo hago como una especie de esparcimiento o desintoxicación de la actividad profesional. Si consideramos que la crítica política, tan continuada, llega a veces a ser cargante, aderecémosla con pasajes históricos que no siempre son muy conocidos o que aparecen atiborrados de polémica.
No existe acuerdo entre los historiadores para ubicar la llamada batalla de Guadalete, librada en el 711 entre las tropas islamitas comandadas por Tariq ben Ziyad, valí de Tánger, y el ejército visigodo a cuyo frente se situaba el rey Rodrigo. Ciertos autores sitúan la batalla cerca del río del mismo nombre, aunque sin indicar una zona aproximada, lo cual es poco menos que no decir nada, puesto que el Guadalete tiene unos 138 kilómetros de cauce desde la sierra de Grazalema, donde nace, hasta su desembocadura en la bahía de Cádiz. Otros localizan dicha batalla junto a la laguna de La Janda, emplazada en la parte sur de la provincia de Cádiz y que cuenta con una extensión irregular de unos 10 kilómetros de lado. La laguna, a su vez, está atravesada por el río Barbate, donde también hay quien localiza la contienda y donde nos encontramos en el mismo caso que en el Guadalete; es decir, el Barbate y su afluente el río del Álamo poseen un cauce de unos 60 kilómetros y nadie indica, que se sepa, el punto del citado río donde la batalla pudiera haberse librado.
La presente tesis sitúa la contienda en los llanos de Sidonia (Medina-Sidonia), al norte de dicha población y ligeramente al noroeste de la actual localidad de Paterna de Rivera. Los argumentos para la localización, además de responder a los pocos datos historiográficos que se poseen, son intuitivos y se deducen de la descripción de la zona: De un lado tenemos una llanura de unos 18 kilómetros entre ambos ríos, Guadalete y Barbate, con una pequeña depresión en su interior que la cruza el arroyo Salado de Paterna y que no constituye impedimento para el planteamiento de la batalla. Tal ubicación, además, podría llegar a dar la razón a los partidarios de ambas teorías: Barbate versus Guadalete, ya que dos grandes ejércitos de la época, con caballería numerosa, al desplegarse probablemente cubrirían buena parte de la llanura. El campamento de Tariq se situaría próximo al Barbate (de su afluente el río del Álamo, para ser más exactos) y sus flancos quedarían amparados entre los cerros Canónigo y Charcones. El real de Rodrigo se localizaría junto al Guadalete, entre el cerro de Los Guardas y el cerro Malabrigo.
Son ubicaciones lógicas si consideramos la época del año, verano, la cuestión sanitaria y la necesidad de abundante abastecimiento de agua para cada bando. Por otro lado, al sur de Paterna de Rivera confluyen dos de las antiguas vías romanas que potencialmente debía usar Rodrigo para acercarse desde Córdoba, ciudad donde se proveyó de víveres y quedó algún tiempo a la espera de las tropas que procedían de la Tarraconense y la Septimania, tropas que a la postre le traicionarían si es que damos crédito a la historiografía que nos ha llegado.
Tariq, conocedor de los movimientos del rey, quiso custodiar las calzadas para cerrarle el paso al ejército godo, lo que a su vez ofrecía al musulmán la ventaja de elegir el terreno de la lucha (una amplia llanura), en la que fue decisiva la caballería ligera musulmana, provista de numerosas armas arrojadizas (gorguces), frente a los enormes y lentos caballos de batalla visigodos cuya tradicional forma de lucha consistía en lograr el choque frontal contra el enemigo. La elección de Tariq le permitía, igualmente, conservar el sol a su espalda en horas del amanecer.
Hay que indicar que el encuentro decisivo entre hispano-visigodos y beréberes, puesto que las huestes islamitas contaban con escasos árabes, se produjo tras un período de varios días en el que ambos ejércitos se limitaron a observarse o a medir fuerzas mediante pequeñas refriegas. De ahí que algunos autores afirmen que la batalla de Guadalete llegó a durar ocho días, plazo de lucha fuera de toda lógica para dos ejércitos de la época y mucho más propio de batallas contemporáneas de trincheras.
En resumen, la batalla debió librarse tierra adentro, a cierta distancia del mar para que los invasores no se viesen arrinconados, en una llanura que permitiese el uso adecuado de la caballería berberisca, cerca de las vías romanas por las que avanzaba el ejército real y, necesariamente, no lejos de una o dos corrientes fluviales. El campo de batalla lo eligió Tariq, que aguardó la llegada de Rodrigo durante más de dos meses, de modo que tuvo tiempo para buscar el emplazamiento que más le favoreciese y relativamente cerca de la zona de desembarco: Gibraltar. Si buscamos un paraje que reúna todos los requisitos apuntados, ese lugar probablemente sea los llanos de Sidonia. Cualquier otra ubicación, en resumidas cuentas, puede haber sido posible, pero desde el punto de vista estratégico merece menos garantías.
Artículo publicado el 27 de junio de 2004
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